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<strong>Santiago</strong> Maravatío.<br />
248<br />
Nicolás de Villanueva; pero muy lacónica y ahora, sin alterar su contenido, se amplía su proceso<br />
siguiendo las mismas características propias y especulativas de la leyenda, que no quiero que pase<br />
desapercibida por los <strong>Santiago</strong>-maravatillenses, ya que está enteramente ligada a la historia del<br />
lugar.<br />
Los historiadores dicen que la leyenda no es historia; pero por lo general, muchas<br />
leyendas tienen su base en un hecho histórico que nunca se puede negar, sólo que se le adorna con<br />
matices típicos y característicos propios de la leyenda; pero su base no deja de ser historia. Y ésta es<br />
una leyenda basada en hechos reales y por lo mismo históricos.<br />
XIII.2 El Ojo de Agua de las Palomas (leyenda)<br />
Después de fundado el pueblo de <strong>Santiago</strong> Maravatío, allí se avecinó un español de<br />
nombre Alpino Montes, quien como muchos españoles o europeos, había venido a la Nueva España<br />
a buscar fortuna y rehacer mejor modo de vida. Primeramente se puso a explorar los alrededores<br />
para hacer su asentamiento. En la cumbre del cerro que se ubica en la parte este del pueblo, se<br />
encontró un ojo de agua o pequeño manantial de un agua zarca, cristalina primorosa. Le agradó<br />
mucho el sitio por la calidad del agua y sobre todo, porque desde allí podía devisar todo el valle de<br />
Huatzindeo hasta el cerro de Culiacán.<br />
Don Alpino Montes, después de revisar el lugar, se puso a considerar que el terreno<br />
estaba muy propio para la siembra de maíz, frijol, chiles, jitomates, cebollas, cilantro y todo tipo de<br />
plantas usadas en la alimentación; así como el criadero de animales: vacas, chivas, caballos y<br />
puercos, productores de servicios alimenticios: Le platicó a su esposa Paloma el proyecto y la llevó a<br />
ver el lugar, quien igual que él quedó encantada del manantial, por la hermosura del paisaje tan verde<br />
y florido debido a la aforación del agua de los manantiales de <strong>Santiago</strong> Maravatío.<br />
Don Alpino Montes y Doña Paloma Silvestre se establecieron en ese lugar tan agradable,<br />
donde abundan las torcazas o palomas canoras que día y noche arrullan con su cucurrucucú sonoro<br />
y delicado.<br />
Don Alpino Montes se puso a cultivar la tierra y a criar ganado, sobre todo vacuno y<br />
caprino, sin menospreciar el equino que en aquellos tiempos lo trajeron los españoles para usarlo<br />
como medio de transporte.<br />
Por las tardes, en sus tiempos libres, se sentaba con su esposa que siempre estaba<br />
atareada con su costura, cociendo ropa, haciendo servilletas o cualquier otra cosa de costura, desde<br />
luego. Don Alpino le decía al oír el cucurrucucú de las palomitas silvestres en la loma: ¡Oye Paloma!<br />
Como las palomas hacen honor a tu persona, a tu nombre y a tu apellido. Ellas son palomas<br />
silvestres y tú eres paloma de nombre y Silvestre de apellido. ¡ Qué bonita concordancia! -Hombre, tú<br />
la buscaste y a tu gusto la encontraste ¡ - Es una coincidencia sin coincidencia ; porque tú la buscaste,<br />
no es acaecida por naturaleza, sino porque tú la procuraste.<br />
¡ Hay , mujer, si es una coincidencia; yo busqué un lugar bonito y a ese lugar bonito<br />
llegaste tú que te llamas Paloma Silvestre y aquí hay muchas palomas silvestres que mucho