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El carácter intermitente de la integración laboral de las temporeras coexiste connormativas laborales que no necesariamente aseguran empleos decentes. Apesar de las características diversas de los países de la región, la inseguridad yla informalidad laboral, la ausencia de protección social y la falta de acceso a laseguridad social son comunes entre estas trabajadoras. Esta misma precariedade inestabilidad de los empleos –que en algunos casos se suma a impedimentoslegales– actúa en contra de sus posibilidades de organizarse en sindicatos paraacceder a procesos de negociación colectiva.En consecuencia, muchas de estas trabajadoras son parte del contingente de“pobres que trabajan”, es decir, de trabajadoras cuyos salarios no les permitensatisfacer sus necesidades mínimas, a pesar de cumplir con amplias jornadas detrabajo (FAO, 2009).La proporción de trabajadoras por cuenta propia en el sector rural es bastanteinferior en comparación con los hombres. Esta diferencia se explica porque la mayoríade los trabajadores rurales por cuenta propia en la agricultura correspondea quienes están a cargo de una explotación y gran parte de estas se encuentranencabezadas por un hombre.La feminización de la precariedad laboral entre las mujeres rurales reviste mayorgravedad porque ellas ingresan en forma deficiente a un mercado de trabajo dondeel empleo es de muy mala calidad para todas las personas. Debe recordarse que losingresos en la agricultura son los más bajos de todas las actividades económicas.Las brechas salariales en detrimento de las mujeres asumen rasgos propios enel sector rural latinoamericano. Con frecuencia, estas trabajadoras carecen decontratos, lo que propicia la vulneración de sus derechos básicos, y a menudo noreciben directamente la retribución económica por su trabajo, sino que lo hace sucónyuge o marido en calidad de “jefe” de la familia que trabaja. Adicionalmente, lasbrechas salariales perjudican todavía más a las mujeres que tienen bajo dominio ono hablan español, las migrantes y las indígenas o afrodescendientes que laboranen el sector rural (FAO-CEPAL, 2009).Una de las principales razones por las cuales las mujeres rurales enfrentan mayoresdificultades que sus pares hombres para obtener empleos de calidad y bien remuneradosson sus bajos niveles de escolaridad. El nivel educativo de las mujeresrurales es bastante inferior al de las trabajadoras urbanas y presenta un patróninverso a estas, pues la escolaridad de los hombres es mayor que la de las mujeres.En 2010, en 13 de 16 países estudiados, más de la mitad de las mujeres que trabajanen la agricultura tenían entre 0 y 5 años de estudios (las excepciones son Chile,Costa Rica y Uruguay donde los porcentajes eran, respectivamente, de 21,6%,29,8% y 13,6%). Si bien se ha reducido el analfabetismo en toda la región, las mujeresrurales adultas siguen concentrando las tasas más altas. Según un estudiode CEPAL/FAO, cuatro países registran las mayores tasas de analfabetismo de lasmujeres activas en la agricultura: Perú (65,9%), Guatemala (60,7%), Bolivia (EstadoLa feminización de laprecariedad laboralentre las mujeres ruralesreviste mayor gravedadporque ellas ingresanen forma deficiente aun mercado de trabajodonde el empleo es demuy mala calidad paratodas las personas.73

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