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Argelia Bravo se traviste en Rosado Bravo y experimenta en su propio cuerpo la máscara de lo<br />
masculino y la máscara de Klein, el artista citado críticamente desde la perspectiva de género y<br />
desde las posturas de los procesos contemporáneos del arte.<br />
2.2.6 Strip tease 80<br />
Un strip tease con una estética semejante a la usada en cualquier night-club heterosexual y<br />
con las tácticas de la seducción femenina, aparece en el espacio museístico. La acción las trans de<br />
desvistiéndose en público fue pensada por la artista, estableciendo un contraste con la desnudez<br />
expuesta desde la entrada en el performance de Yves Klein.<br />
Este strip tease fue descontextualizado por esa especie de templo del arte y la “alta cultura”.<br />
Por otro lado, hay que tomar en cuenta que se trataba de un público muy específico (incluso<br />
rotulado), en el que se produjo confusión, desconcierto, nerviosismo, al dejar descubierto el falo de<br />
ambas chicas ante los asistentes puesto que sus concepciones acostumbradas sobre lo masculino y<br />
lo femenino se vieron de golpe en aprietos, y el papel de la apariencia sobresalió, exigiendo ser<br />
pensada.<br />
La plena exposición de esos dos cuerpos fuera de la norma, habitualmente desidentificados, 81<br />
estigmatizados y reconocidos solo en el margen de la noche, interpeló a los presentes de donde<br />
surgió otro componente subversivo de Rosado Bravo: la vergüenza.<br />
80 Beatriz Preciado hace referencia a la utilización del strip tease como estrategia performántica: “Shelly Mars<br />
parodia en Martin al cliente de los clubes porno y declina una forma de masculinidad lesbiana, generando una<br />
estética de la seducción King que interpela al mismo tiempo varias identidades, ninguna de las cuales tiene<br />
como referente aquello que creemos ver” (Preciado, 2004: 10).<br />
81 Aunque concuerdo más con la crítica de Douglas Crimp a las posturas de Hal Foster con respecto a los<br />
Estudios Culturales, a los que Foster ha malinterpretado (Cfr. Douglas Crimp, “El Warhol que merecemos” en<br />
Posiciones Críticas, Madrid, Akal, 2005, p. 164‐ 165), creo que la reflexión planteada al final del capítulo de El<br />
retorno de lo real, “El artista como etnógrafo”, es pertinente ahora, en relación con a la idea de<br />
desidentificación a la que me estoy refiriendo. Foster menciona dos relaciones opuestas con respecto a la<br />
identificación: por un lado, la sobreidentificación que, según apunta, puede comprometer el valor de la<br />
“otredad”, transformando al otro y al mismo en un bloque indiferenciado por la victimización, en la que se está