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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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contristado? ¿qué más podía darte de lo que te he dado? He instruido a tus mentes, he curado a tus<br />

enfermos, he hecho bien a tus pobres, he dado de comer a tus multitudes, te he amado en tus hijos, te<br />

he perdonado, he orado por Ti. Te he amado hasta el Sacrificio. ¿Y tú qué preparas a tu Señor? Una<br />

hora, la última, se te ofrece, ¡oh pueblo mío, oh ciudad santa y regia! ¡Conviértete, en esta hora, al<br />

Señor tu Dios!”. ■ La gente comenta: “¡Ha dicho las palabras verdaderas!”. “¡Y Él<br />

verdaderamente hace lo que está escrito!”. “Como un pastor ha tenido cuidado de todos”.<br />

“Como si fuéramos las ovejas dispersas, enfermas, que estuviésemos en la oscuridad, ha venido a<br />

llevarnos al recto camino, a curarnos alma y cuerpo, a iluminarnos”. “Verdaderamente, toda la<br />

gente va a Él. ¡Ved qué admirados están esos gentiles!”. “Ha predicado paz”. “Nos ha dado<br />

amor”. “No puedo comprender qué quiere decir con eso del Sacrificio. Habla como uno que<br />

tuviera que morir, como si le fueran a matar”. “Así es, si es el Hombre que vieron los profetas, el<br />

Salvador”. “Y habla como si todo el pueblo fuera a maltratarle. Esto no sucederá jamás. El pueblo,<br />

o sea nosotros, le amamos”. “Es nuestro amigo. Le defenderemos”. “Es galileo, y nosotros, los<br />

de Galilea, daremos la vida por Él”. “Es descendiente de David, y nosotros, los de Judea, no<br />

levantaremos nuestra mano sino para defenderle”. “¿Y nosotros podremos olvidarle? Siendo de la<br />

Auranítide, de la Perea, de la Decápolis que nos amó como a vosotros. No. Todos, todos le<br />

defenderemos”. Estas son las manifestaciones que se oyen entre la multitud ya muy numerosa. ■<br />

¡Cuán mudable es el pensamiento humano! Por la posición del sol creo que son las nueve de la<br />

mañana. Veinticuatro horas más tarde esta gente llevará ya muchas horas en torno al Mártir para<br />

torturarle con su odio, con sus golpes, y gritará pidiendo su muerte. Pocos, muy pocos, demasiado<br />

pocos, entre los millares de personas que se agolpan procedentes de todas partes de Palestina y de<br />

otros lugares, y que han recibido de Jesús luz, salud, sabiduría, perdón, serán los amigos. Y éstos<br />

no sólo no tratarán de arrancarle de las manos de los enemigos, porque no podrán impedir debido a<br />

su escasez numérica respecto a la multitud de los ofensores, sino que no sabrán tampoco consolarle<br />

con las pruebas de amor que unas caras amigas podrían brindarle. Las alabanzas, las palabras, los<br />

comentarios llenos de admiración se esparcen por el vasto patio como olas que partiendo de alta mar<br />

van a morir en la arenosa playa ■ Varios escribas, judíos, fariseos, tratan de neutralizar el<br />

entusiasmo del pueblo, y también la agitación de la gente contra los enemigos de Jesús,<br />

diciendo: “Delira. Está tan cansado que no sabe lo que dice. Ve persecución donde hay solo<br />

honores. Es un sabio en el hablar, pero lo mezcla ahora con frases de uno que delira. Nadie le<br />

quiere hacer mal. Comprendemos. Hemos comprendido quién es...”. Pero hay gente que no<br />

puede comprender todos estos vaivenes de ánimos, y alguno se rebela diciendo: “Pues Él me<br />

curó a mi hijo demente. Sé lo que es la locura. Un loco no habla de este modo”. Y otro:<br />

“Déjales que digan lo que quieran. Son unas víboras que tienen miedo a que nuestros bastones<br />

les rompan los hígados. Entonan la dulce canción del ruiseñor para engañarnos, pero, si uno<br />

escucha bien, su voz contiene el silbido de la serpiente”. Y un tercero grita: “Vanguardias<br />

del pueblo del Mesías, ¡alerta! Cuando un enemigo acaricia, tiene el puñal escondido en<br />

la manga, y extiende su mano para golpear. ¡Ojos bien abiertos y corazón despierto! ¡Los<br />

chacales no pueden ser mansos corderitos!”. Y un cuarto: “Dices bien: el búho engaña a los<br />

ingenuos pajaritos con la inmovilidad de su cuerpo y con la mentirosa alegría de su saludo.<br />

Ríe e invita con su chillido, pero en realidad se dispone a matar para devorar”. Y otros grupos<br />

otras cosas.<br />

* Jesús dice a los gentiles que le dan homenaje: “Sí, ha llegado la hora en que el Hijo del<br />

hombre debe ser glorificado por los hombres y por los espíritus... Si el grano de trigo no<br />

muere...”.- ■ Pero también hay gentiles. Esos gentiles que han escuchado en estos días de Fiesta<br />

al Maestro, con constancia y en número cada vez mayor. Siempre a los márgenes de la multitud<br />

--porque el exclusivismo hebreo-palestino es fuerte y los rechaza, queriendo los primeros<br />

puestos en torno al Rabí-- ahora desean acercarse a Él y hablar con Él. Un nutrido grupo de<br />

ellos ve a Felipe, al que la multitud ha empujado a un rincón. Se acercan a él y le dicen: “Señor,<br />

deseamos ver de cerca de Jesús, tu Maestro, y hablar con Él al menos una vez”. Felipe se alza<br />

sobre la punta de los pies, para ver si ve a algún apóstol que esté más cerca del Señor. Ve a<br />

Andrés, le llama y le grita estas palabras: “Aquí hay unos gentiles que quisieran saludar al<br />

Maestro. Pregúntale si puede atenderles”. Andrés, separado de Jesús unos metros, comprimido<br />

en la multitud, se abre paso sin miramientos, usando abundantemente los codos y gritando:<br />

“¡Dejad paso! Digo que dejéis paso. Tengo que ir donde el Maestro”. Llega donde Él y le

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