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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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he venido. Mas el grano madurará y será sembrado dos veces antes de que el Pan y el Vino<br />

sean dados en alimento a los hombres”. Discípulos: “¡Se hará un banquete de júbilo y de paz,<br />

entonces!”. Jesús: “¿De paz? Sí. ¿De júbilo? También. Pero... ¡Oh..., Pedro, oh..., amigos,<br />

cuántas lágrimas habrá entre el primero y el segundo cáliz! Sólo después de beber la última<br />

gota del tercer cáliz, el júbilo será grande entre los justos, y segura la paz para los hombres de<br />

recta voluntad”. Pedro:“Tú estarás presente... ¿no es verdad?”. Jesús: “¿Yo?... ¿Acaso falta<br />

alguna vez al rito el cabeza de familia? ¿Y no soy Yo la Cabeza de la gran familia del Cristo?”.<br />

* “Los cálices del banquete de paz y júbilo entre el hombre y Dios Él los llenará, por Sí<br />

mismo, de su Vino, pisándose a Sí mismo en el sufrimiento por amor”.-■ Simón<br />

Zelote, que ha estado siempre callado, dice, como hablando consigo mismo: “«¿Quién es<br />

Este que viene con las vestiduras teñidas de rojo? Está hermoso con su vestido y camina<br />

con ostentación de su fuerza». «Soy Yo quien habla con justicia y protege de modo que<br />

puedan salvarse». «¿Por qué, entonces, tus vestidos están teñidos de rojo y tus vestiduras están<br />

como las de quien prensa la uva?». «Yo solo por Mí mismo, he pisado la uva. Ha llegado el año<br />

de mi redención»”. Jesús observa: “Tú has comprendido, Simón”. Zelote: “He comprendido, mi<br />

Señor”. Los dos se miran; los demás los miran asombrados y entre sí se preguntan: “¿Pero<br />

habla de las vestiduras rojas que lleva Jesús ahora, o de la púrpura de rey con que se vestirá<br />

cuando llegue la hora?”.Jesús se abstrae. Parece como si no oyese nada más. ■ Pedro toma<br />

aparte a Simón y le pide: “Tú que eres sabio y humilde, explica a mi ignorancia tus palabras”.<br />

Zelote: “Sí, hermano. Su nombre es Redentor. Los cálices del banquete de paz y júbilo entre el<br />

hombre y Dios, y Tierra y Cielo, Él los llenará, por Sí mismo, de su Vino, pisándose a<br />

Sí mismo en el sufrimiento por amor de todos nosotros. Por eso estará presente, a pesar<br />

de que las potestades de las Tinieblas, entonces, hayan sofocado aparentemente la Luz, que<br />

es Él. ■ ¡Oh, hay que amarle mucho a este Cristo nuestro porque mucho será desamado!<br />

Hagamos que en la hora del abandono no nos pueda llegar y echarnos en cara el lamento<br />

de David: «Una jauría de perros (y entre ellos también nosotros) se ha puesto alrededor de<br />

mí»”. Pedro dice: “¿Tú crees?... Pero nosotros le defenderemos aun a costa de morir con<br />

Él”. Zelote: “Nosotros le defenderemos... Pero somos hombres, Pedro, y nuestro valor<br />

desaparecerá aun antes de que a Él le descoyunten los huesos... Sí, nosotros seremos como<br />

el agua helada del cielo que un rayo la derrite en lluvia y el viento la esparce por el suelo,<br />

para después convertirla de nuevo en hielo. ¡Así nosotros, así nosotros! Nuestro actual valor de<br />

ser discípulos suyos --porque su amor y su cercanía nos da entusiasmo viril e intrepidez--<br />

se derretirá bajo la acción del rayo agresor de Satanás y de los satanases. Y de nosotros ¿qué<br />

quedará entonces? Pero luego, tras la infame y necesaria prueba, la fe y el amor nos harán<br />

de nuevo unir y seremos entonces compactos como un cristal que no teme incisión alguna. Eso<br />

sí, sabremos y podremos esto si le amamos mucho mientras le tenemos con nosotros.<br />

Entonces... sí, creo que entonces no seremos, por su palabra, ni enemigos ni traidores”. ■ Pedro:<br />

“Tú eres sabio, Simón. Yo... soy un hombre sin letras. Y hasta me avergüenzo de peguntarle, y<br />

me duele cuando siento que son cosas de lágrimas. Mira su rostro: parece como si lo estuviera<br />

lavando un llanto secreto. Observa sus ojos: no miran ni al cielo ni al suelo; están abiertos a<br />

un mundo para nosotros desconocido. Y ¡qué cansado y encorvado es su caminar! Su<br />

actitud pensativa le hace parecer más viejo. ¡Oh, no puedo verle así! ¡Maestro, Maestro,<br />

sonríe; no puedo verte tan lleno de amargura! ¡Te quiero como a un hijo! ¡Te daría mi pecho<br />

como almohada, para que durmieras y soñaras otros mundos. ¡Oh, perdona si te he dicho<br />

«hijo»! Es que te quiero, Jesús”. Jesús: “Soy el Hijo... ese nombre es mi Nombre. Pero ya no<br />

estoy triste. ¿Lo ves? Sonrío porque vosotros sois amigos míos. ■ Ved allí, al fondo, Jericó,<br />

toda roja con el ocaso. Que dos de vosotros vayan a buscar alojamiento. Yo y los demás<br />

iremos a esperaros al lado de la sinagoga. Id”. Y todo termina mientras Juan y Judas Tadeo<br />

se ponen en camino en busca de una casa hospitalaria. (Escrito el 18 de Febrero de 1945).<br />

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1 Nota : Para Salomón, el barquero, y para todos los personajes de la Obra: Cfr. Personajes de la Obra.<br />

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