Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta
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consagrado y enviado al mundo por el Padre, porque digo: «Soy Hijo de Dios»? Si no hiciera<br />
las <strong>obra</strong>s de mi Padre, razón tendrías en no creer en Mí. Pero las hago. Y vosotros no queréis<br />
creer en Mí. Creed, entonces, por lo menos en estas <strong>obra</strong>s, para que sepáis y reconozcáis que el<br />
Padre está en Mí y que Yo estoy en el Padre”.<br />
* Jesús rescatado de la ira de los judíos por los legionarios romanos.- ■ El huracán de gritos<br />
y de violencia ruge con mayor fuerza. De una de las terrazas del Templo, en que se habían<br />
escondido sacerdotes, escribas y fariseos, graznan muchas voces: “Apoderaos de ese blasfemo.<br />
Su culpa es ya pública. Todos hemos oído. ¡Muerte al blasfemo que se proclama Dios! Dadle el<br />
mismo castigo que al hijo de Salumit de Dabri. ¡Llévasele fuera de la ciudad y lapídesele!<br />
Tenemos todo el derecho. Escrito está: «El blasfemo es reo de muerte» (Lev. 24,10-16.). Los gritos<br />
de los jefes agudizan la ira de los judíos, que tratan de apoderarse de Jesús y de entregarle<br />
maniatado a los magistrados del Templo, que acuden, seguidos por los guardias del Templo. ■<br />
Pero más rápidos que ellos son una vez más los legionarios, que, vigilando desde la torre<br />
Antonia, han seguido atentos el tumulto y salen del cuartel y vienen hacia el lugar donde se<br />
grita. Y no respetan a nadie. Las astas de sus lanzas rebotan sobre cabezas y espaldas. Y se<br />
incitan unos a otros a aplicarse contra los judíos, diciendo agudezas e insultos: “¡A vuestras<br />
cuevas, perros! ¡Fuera de <strong>aquí</strong>! Licinio, dale duro a ese tiñoso. ¡Fuera! ¡El miedo os hace<br />
apestar más que nunca! ¿Pero qué coméis, cuervos, para apestar así? Tienes razón, Basso. Se<br />
purifican pero apestan. ¡Mira allá a aquel narigudo! ¡A la pared, a la pared, que tomamos los<br />
nombres! ¡Y vosotros búhos, bajad de allá arriba! Os conocemos. El centurión dará una buena<br />
relación al Procónsul. ¡No, a ése déjalo! Es un apóstol del Rabí. ¿No ves que tiene cara de<br />
hombre y no de chacal? ¡Mira, mira, cómo huyen por aquella parte! ¡Déjales ir! ¡Para tenerlos<br />
convencidos habría que clavarlos a todos en las astas! ¡Solo así los tendríamos domados! ¡Ojalá<br />
fuera mañana! ¡Ah, pero tú estás atrapado y no te escapas! Te vi. ¿Eh? Fuiste quien arrojó la<br />
primera piedra. Responderás por haber dado a un soldado de Roma... También éste. Nos<br />
maldijo, imprecando contra las banderas. ¿Ah, sí? ¿De veras? Ven, que vamos a enamorarte de<br />
ellas en nuestras mazmorras...”. Y de este modo, cargando e insultando, apresando a unos y<br />
poniendo en fuga a otros, los legionarios limpian el amplio patio. Cuando los judíos ven que dos<br />
de los suyos han sido arrestados, muestran su vileza: o huyen cacareando como una parvada de<br />
gallinas al ver el gavilán o se arrojan a los pies de los soldados para suplicar piedad con un<br />
servilismo y adulación repugnantes... ■ He perdido de vista a Jesús. No puedo decir a dónde se<br />
habrá ido, ni por qué puerta, salido. Durante la confusión vi tan solo las caras de los hijos de<br />
Alfeo y de Tomás, que luchaban por abrirse paso, y las de algunos discípulos pastores. Después<br />
también las de ellos se me perdieron de vista y no ha quedado más que ese montón de pérfidos<br />
judíos que corren acá y allá para evitar que los capturen y que los legionarios los reconozcan,<br />
pues tengo la impresión que para los legionarios es un motivo de júbilo dar duro sobre ellos y<br />
resarcirse de todo el odio con que saben que son... pagados. (Escrito el 9 de Diciembre de 1946).<br />
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1 Nota : Ju.10,22-39.<br />
2 Nota : “Dios abandonó a su Mesías”.- Ciertamente no en el sentido de que Dios efectivamente se haya separado<br />
de Jesús, destruyendo así la unión hipostática de la Naturaleza divina y Naturaleza humana, sino en el sentido que usa<br />
el mismo S. Mateo en 27, 47 y S. Marcos en 15,34. Por lo tanto, de una separación sólo aparente, aunque muy<br />
dolorosa. Poco antes de morir dijo sobre la cruz, repitiendo las primeras palabras del salmo 21: “Dios mío, Dios mío,<br />
¿por qué me has abandonado?”.<br />
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8-540-309 (9-237-732).- La Madre, confiada a Juan.<br />
* “Juan, moriré con una gota de dulzura en mi océano de dolor si te veo «hijo» para<br />
con mi Madre”.- ■ Jesús y Juan van conversando. Deben haber encontrado en los días<br />
anteriores algunos pastores en cuya compañía han debido hacer un alto, porque hablan de ellos.<br />
Hablan también de un niño curado. Dulcemente, queriéndose. Aun cuando callan, se hablan con<br />
sus corazones, mirándose con la mirada de quien se siente feliz de estar con un amigo íntimo.<br />
Se sientan para descansar y comer algo, reanudan la marcha, siempre con ese aspecto de paz<br />
que da paz a mi corazón sólo con verlo... Jesús: “Juan, escúchame. Dentro de no mucho...”. Juan,<br />
inmediatamente, interrumpiéndole, pregunta: “¿Qué, Señor?”, y le agarra un brazo y le<br />
detiene para mirarle a la cara, con ojos de preocupación escrutadora, con cara pálida. Jesús:<br />
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