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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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“¿Te causé dolor alguno? Lo dije por tu bien”. Jesús: “No me causas ningún dolor... Pero<br />

quisiera que me comprendieses, que, tú, hermano mío, me tomes por lo que soy... quisiera irme<br />

con la alegría de que eres mi amigo. El amigo comprende y defiende los intereses de su<br />

amigo...”. José: “Te aseguro que lo haré. Sé que te odian. Lo sé ya. Por esto vine. Tú lo sabes.<br />

Vigilaré por Ti. Soy el mayor. Aplastaré las calumnias. Tendré cuidado de tu Madre”. Jesús:<br />

“Gracias, José. Grande es mi peso. Tú lo aligeras. El dolor, cual un mar, avanza con sus olas<br />

para sumergirme y con él el odio... Pero si tengo vuestro amor, nada podrá. El Hijo del hombre<br />

tiene corazón... y este corazón tiene necesidad de amor...”. José: “Y yo te doy amor. Sí. Por<br />

Dios que me está viendo, te aseguro que te lo doy. Ve en paz, Jesús, a tu trabajo. Te ayudaré.<br />

Nos queríamos mucho. Luego... Pero ahora volvemos a lo que éramos en el pasado. Uno para el<br />

otro. Tú: el Santo; yo, el hombre; pero unidos para la gloria de Dios. Hasta la vista, hermano”.<br />

Jesús: “Hasta la vista, José”. Se besan. Ahora es Simón el que dice: “Bendícenos para que se<br />

abran nuestros corazones a la luz completa”. Jesús les bendice y antes de dejarles añade: “Os<br />

confío a mi Madre...”. José: “Vete en paz. Tendrá dos hijos en nosotros”. Se separan.<br />

* “Bienaventurados los niños para quienes es tan fácil creer”.-■ Jesús vuelve al camino y<br />

con Juan al lado emprende rápido la marcha. Después de algún tiempo Juan interrumpe el<br />

silencio para preguntar: “¿José de Alfeo está o no está todavía convencido?”. Jesús: “Todavía<br />

no”. Juan: “Entonces, ¿qué eres para él? ¿El Mesías? ¿El Hombre? ¿El Rey? ¿Dios? No<br />

comprendí bien. Me parece que él...”. Jesús: “José está como en uno de esos sueños de la<br />

mañana en que la mente ya está cerca de la realidad, sacudiéndose del pesado sueño, que<br />

producía irreales sueños, a veces pesadillas. Los fantasmas de la noche retroceden, pero la<br />

mente todavía fluctúa en un sueño que, por ser hermoso, no se querría que tuviera fin... Así es<br />

él. Se está acercando al despertar. Pero, por ahora, acaricia este sueño. Se divierte con él, porque<br />

para él es hermoso... Mas hay que saber tomar lo que el hombre puede dar. Y alabar al Altísimo<br />

por la transformación que se ha producido hasta ahora.■ ¡Bienaventurados los niños a quienes<br />

es tan fácil creer!”, y Jesús pasa un brazo por la cintura de Juan, que sabe ser niño y sabe creer,<br />

para hacerle sentir su amor. (Escrito el 22 de Agosto de 1946).<br />

·············································<br />

1 Nota : José y Simón de Alfeo.- Cfr. Personajes de la Obra magna: Familia Alfeo.<br />

2 Nota : Ju.7,1-9.<br />

. --------------------000--------------------<br />

().<br />

7-479-333 (8-174-319).- Juan (apóstoles) no puede creer en el MODO con que redimirá Jesús.<br />

* “Ni diez mil ni diez veces diez mil ¿qué sois contra la Voluntad de mi Padre?”.- ■ Jesús<br />

dice a Juan: “Estás muy cansado, Juan, pero tenemos que llegar mañana al atardecer a<br />

Enganním”. Juan: “Llegaremos, Señor”, y sonríe, a pesar de estar --él que ha andado más que<br />

todos-- hasta pálido por el cansancio. Trata de caminar más ligero para convencer al Maestro<br />

que no está muy cansado. Pero pocos pasos después vuelve a aflojar. Su cabeza le cae hacia<br />

delante, como oprimida por el peso de un yugo, sus pies se arrastran por el suelo y tropiezan con<br />

frecuencia. Jesús: “Dame, al menos, las alforjas. La mía es pesada”. Juan: “No, Maestro. Tú no<br />

estás menos cansado que yo”. Jesús: “Tú lo estás más porque fuiste desde Nazaret al bosque de<br />

Matatías y luego volviste a Nazaret”. Juan: “Y dormí en una cama. Tú no. Pasaste la noche sin<br />

dormir en el bosque y temprano te pusiste en camino de nuevo”. Jesús: “También tú. José lo<br />

dijo. Salisteis con las estrellas”. Juan sonríe: “¡Oh, pero las estrellas duran hasta el<br />

amanecer!...”. ■ Luego añade, poniendo cara seria: “Y no es el poco sueño lo que da dolor...”.<br />

Jesús: “¿Qué otra cosa Juan? ¿Qué cosa te ha causado dolor? Tal vez que mis hermanos...”.<br />

Juan: “No, Señor. También ellos... pero lo que más me duele... lo que me pesa... lo que me<br />

llega al alma es que vi llorar a tu Madre... No me dijo el por qué, ni tampoco se lo pregunté<br />

aunque tenía ganas. Pero la miraba tanto que me dijo: «Te lo diré en la casa ahora no, porque<br />

lloraría más fuerte». Y en casa me habló de una manera tan dulce y tan triste que también me<br />

puse a llorar”. Jesús: “¿Qué te dijo?”. Juan: “Me dijo que te quisiera mucho, que no te causara<br />

nunca ni siquiera el más pequeño dolor porque después tendría mucho remordimiento. Me dijo:<br />

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