Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta
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un objeto digno de desprecio. Pero... Maestro, te ruego que entres a la sala del banquete,<br />
mientras me retiro un momento, pues debo hablar a mis amigos”. Jesús asiente sin replicar.<br />
Pedro dice: “Maestro... ¡Apenas puedo respirar!...”. Algunos preguntan: “Por qué? ¿Te sientes<br />
mal?”. Pedro: “No. Pero sí, molesto... como uno que hubiera caído en una trampa”. Jesús<br />
aconseja: “No te pongas nervioso. Y sed todos muy prudentes”. Permanecen en grupo, de pie,<br />
hasta que vuelven los fariseos, seguidos por los criados.<br />
* “Maestro, ¿entonces estás seguro de que eres lo que dices?”. Jesús: “No es que sea Yo<br />
el que lo diga; ya los profetas lo habían dicho, antes de mi venida a vosotros”.- ■ Elquías<br />
ordena: “A las mesas sin demora. Tenemos una reunión y no podemos retrasarnos”. Y<br />
distribuye los puestos, mientras ya los criados trinchan las carnes. Jesús está al lado de<br />
Elquías y junto a Él Pedro. Elquías ofrece los alimentos y la comida empieza en medio de<br />
un silencio helador... Pero luego empiezan las primeras palabras, naturalmente dirigidas a<br />
Jesús, porque a los otros doce no se los considera; es como si no estuvieran. El primero que<br />
pregunta es un doctor de la Ley. “Maestro, ¿entonces estás seguro de que eres lo que<br />
dices?”. Jesús: “No es que sea Yo el que lo diga; ya los profetas lo habían dicho, antes de mi<br />
venida a vosotros”. Doctor: “¡Los profetas!... Tú que niegas que nosotros somos santos,<br />
puedes también recibir como buenas mis palabras, si digo que nuestros profetas pueden ser unos<br />
exaltados”. Jesús: “Los profetas son santos”. Doctor: “Y nosotros no, ¿no es verdad? Ten en<br />
cuenta que Sofonías pone a los profetas y a los sacerdotes como causa de la condenación de<br />
Israel: «Sus profetas son unos exaltados, hombres sin fe, y sus sacerdotes profanan las<br />
cosas santas y violan la Ley» (Sof. 3). Tú nos echas en cara esto continuamente. Pero, si<br />
aceptas al profeta en la segunda parte de lo que dice, debes aceptarle también en la<br />
primera, y reconocer que no hay base de apoyo en las palabras que vienen de unos<br />
exaltados”. Jesús: “Rabí de Israel, respóndeme. Cuando pocos renglones después Sofonías<br />
dice: «Canta y alégrate, hija de Sión... El Señor ha retirado el decreto que había contra ti...<br />
El Rey de Israel está en medio de ti» (Sof. 3,14-15), ¿tu corazón acepta estas palabras?”. Doctor:<br />
“Mi gloria consiste en repetírmelas a mí mismo soñando aquel día”. Jesús: “Pero son<br />
palabras de un profeta, por tanto de un exaltado...”. El doctor de la Ley se queda<br />
desorientado un momento. ■ Le ayuda un amigo: “Ninguno puede poner en duda que<br />
Israel reinará. No sólo uno, sino todos los profetas y los pre-profetas, o sea, los patriarcas,<br />
han manifestado esta promesa de Dios”. Jesús: “Y ninguno de los pre-profetas ni de los<br />
profetas ha dejado de señalarme como lo que soy”. Doctor:“¡Sí! ¡Bueno! ¡Pero no tenemos<br />
pruebas! Puedes ser Tú también un exaltado. ¿Qué pruebas nos das de que eres el Mesías,<br />
el Hijo de Dios? Dame un punto de apoyo para que pueda juzgar”. Jesús: “No te digo mi<br />
muerte, descrita por David e Isaías, sino que te digo mi resurrección”. Doctor: “¿Tú? ¿Tú?<br />
¿Resucitar Tú? ¿Y quién te va a hacer resucitar?”. Jesús: “Vosotros no, está claro; ni el<br />
Pontífice ni el monarca ni las castas ni el pueblo. Resucitaré por Mí mismo”. Doctor: “¡No<br />
blasfemes, Galileo, ni mientas!”. Jesús: “Sólo doy honor a Dios y digo la verdad. Y con<br />
Sofonías te digo: «Espérame en mi resurrección». Hasta ese momento podrás tener<br />
dudas, podréis tenerlas todos, podréis trabajar en inculcarlas entre el pueblo. Mas<br />
después no podréis ya cuando el Eterno Viviente, por Sí mismo, después de haber redimido,<br />
resucite para no volver a morir, Juez intocable, Rey perfecto que con su cetro y su justicia<br />
gobernará y juzgará hasta el final de los siglos y seguirá reinando en los Cielos para siempre”.<br />
* Daniel, pariente de Elquías, reconoce a Jesús como el Mesías precedido por su<br />
Precursor Juan “que nos lo ha señalado. Y Juan –nadie puede negarlo--, estaba<br />
penetrado del Espíritu de Dios”.- ■ Elquías dice:“¿Pero no sabes que estás hablando a<br />
doctores y Ancianos?”. Jesús: “¡Y qué, importa! Me preguntáis, Yo respondo. Mostráis<br />
deseos de saber, Yo os ilumino la verdad. No querrás hacerme venir a mi mente, tú que<br />
por un motivo ornamental en un vestido has recordado, la maldición del Deuteronomio,<br />
la otra maldición del mismo: «Maldito el que hiere a traición a su prójimo»”(Deut. 27,24).<br />
Elquías: “No te hiero, te doy comida”. Jesús: “No. Pero tus preguntas llenas de falacia son<br />
golpes que me das por la espalda. Ten cuidado, Elquías, porque las maldiciones de Dios se<br />
siguen, y la que he citado va seguida por esta otra: «Maldito quien acepta regalos para<br />
condenar a muerte a un inocente»” (Deut. 27,25). Elquías: “En este caso el que aceptas regalos<br />
eres Tú, que eres mi invitado”. Jesús: “Yo no condeno ni siquiera a los culpables si están<br />
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