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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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más, he temido por el Maestro. Parecía justamente suspendido sobre su cabeza”. Leví, el<br />

discípulo pastor, objeta: “No. Yo lo vi salir de la jovencita y estallar sobre los muros del<br />

Templo”. Jesús dice: “No discutáis entre vosotros. El fuego no señaló ni a éste, ni a aquél. Fue<br />

sólo la señal de que el demonio había huido”. Andrés objeta: “Pero dijo que no se iría lejos...”.<br />

Jesús: “Palabras de demonio... Quién las hace caso. Alabemos más bien al Altísimo por estos<br />

tres hijos de Abrahám curados en su cuerpo y en su alma”.<br />

* “No es que os cueste comprender. Es que no queréis. Padecer idiotez no es culpa. Dios<br />

podría alumbrar aun la inteligencia más cerrada, pero llena de buena voluntad. Esto es lo<br />

que os falta”.- ■ Entre tanto, muchos judíos, surgidos de una u otra parte --no había entre ellos<br />

fariseos o escribas o sacerdotes, ni siquiera uno-- se acercan y rodean a Jesús. Uno de ellos<br />

claramente confiesa: “Has <strong>obra</strong>do cosas grandes esta mañana. Obras verdaderamente dignas de<br />

un profeta grande. Los espíritus de los abismos han dicho de Ti cosas grandes. Pero no pueden<br />

aceptarse sus palabras, si no las confirma tu palabra. Esas palabras nos estremecen, pero<br />

también tenemos miedo de engaño, porque se sabe que Belzebú es un espíritu mentiroso. Dinos,<br />

pues, quién eres. Dínoslo con tu propia boca que respira verdad y justicia”. Jesús: “¿No os lo he<br />

dicho tantas veces? Hace ya casi tres años que os lo vengo diciendo, y antes de Mí, os lo dijo<br />

Juan en el Jordán y la Voz de Dios que se oyó de los Cielos”. Judío: “Tienes razón. Pero<br />

nosotros no estuvimos esas veces. Nosotros... Tú debes comprender nuestras ansias. Queremos<br />

creer en Ti como el Mesías. Pero ha sucedido muchas veces que el pueblo de Dios ha sido<br />

engañado por falsos mesías. Consuela nuestro corazón que espera oír una palabra de seguridad y<br />

te adoraremos”. Jesús los mira severamente. Luego dice: “Realmente los hombres saben decir<br />

mentiras mejor que Satanás. No. Vosotros no me adoraréis. Jamás. Sea lo que dijere. Y si lo<br />

llegaseis a hacer, ¿a quién adoraríais?”. Judío: “¿A quién? ¡Pues a nuestro Mesías!”. Jesús:<br />

“¿Llegaríais a hacerlo? ¿Quién es para vosotros el Mesías? Responded, para que sepa cuánto<br />

valéis”. Judío: “¿El Mesías? Pues el Mesías es aquel que por órdenes de Dios juntará al Israel<br />

disperso y lo hará un pueblo victorioso, bajo cuyo cetro estará el mundo. ¿No sabes lo que es el<br />

Mesías?”. Jesús: “Lo sé como vosotros no lo sabéis. Para vosotros, pues, es un hombre que<br />

superando a David y Salomón y a Judas Macabeo, hará de Israel la nación reina del mundo”.<br />

Judío: “Así es. Dios lo ha prometido. El Mesías nos vengará, nos hará gloriosos, nos devolverá<br />

nuestros derechos. El Mesías prometido”. Jesús: “Escrito está: «¡No adorarás a otro que no sea<br />

el Señor Dios tuyo!». ¿Cómo podréis adorarme, si en Mí solo veis al Hombre-Mesías?”. Judío:<br />

“¿Y qué otra cosa podemos ver en Ti?”. Jesús: “¿Qué? ¿Y con esos sentimientos habéis venido<br />

a preguntarme? ¡Raza de víboras engañosas y venenosas! Sois hasta sacrílegos. Si en Mí no<br />

podéis ver otra cosa que al Mesías humano y me adoráis, sois unos idólatras. Solo a Dios se<br />

debe la adoración. ■ En verdad os digo que el que os está hablando es más que el Mesías que<br />

vosotros os inventáis, con la misión, las tareas, palacios y poderes, que solo vosotros -desprovistos<br />

de espíritu y de sabiduría-- os imagináis. El Mesías no ha venido a dar a su pueblo<br />

un reino, como creéis. No ha venido a ejercer venganzas sobre otros poderosos. Su Reino no es<br />

de este mundo. Su poder supera a todos los poderes limitados del mundo”. Judío: “Nos<br />

humillas, Maestro. Si eres Maestro y nosotros somos ignorantes, ¿por qué no quieres<br />

instruirnos?”. Jesús: “Hace ya tres años que lo estoy haciendo, y siempre estáis en las tinieblas,<br />

rechazando la Luz”. Judío: “Es verdad. Quizás sea verdad. Pero lo que fue en el pasado, puede<br />

dejar de serlo en el futuro. ¿Es que Tú que tienes piedad de los publicanos y de las prostitutas y<br />

que absuelves a los pecadores, quieres no tener piedad de nosotros, solo porque somos de dura<br />

cerviz y nos cuesta comprender quién eres?”. Jesús: “No es que os cueste. Es que no queréis<br />

comprender. Padecer idiotez no sería una culpa. Dios tiene tantas luces que podrían alumbrar<br />

aun la inteligencia más cerrada, pero llena de buena voluntad. Esto es lo que os falta. Más<br />

bien, tenéis una, sí, que es opuesta. Por esto no comprendéis quién soy”. ■ Judío: “Será como<br />

Tú dices. Estás viendo cuán humildes somos. Te pedimos en el nombre de Dios, responde a<br />

nuestras preguntas, no nos tengas más tiempo a la expectativa. ¿Hasta cuándo nuestro corazón<br />

debe estar en la incertidumbre? Si eres el Mesías, dínoslo claramente”. Jesús: “Os lo he dicho.<br />

En las casas, plazas, caminos, pueblos, montes, ríos, en las playas del mar, en las fronteras de<br />

los desiertos, en el Templo, en las sinagogas, en los mercados os lo he dicho, y vosotros no<br />

creéis. No hay lugar de Israel que no haya oído mi voz. Hasta los lugares que abusivamente<br />

llevan el nombre de Israel desde hace siglos, pero que están separados del Templo; hasta los<br />

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