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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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de la Buena Nueva de que habla el Profeta (Is. 61,1-3). Pero el Mesías será Rey del mundo, Rey de los<br />

reyes, y su Reino no tendrá límites en el tiempo ni fronteras en el espacio. Abrid los ojos y<br />

aceptad la verdad”. Fariseos: “No hemos entendido nada de tu desvarío. Dices palabras sin<br />

sentido. ■ Habla y responde sin parábolas: ¿Eres o no eres el Mesías?”. Jesús: “¿Y no habéis<br />

entendido todavía? Os he dicho que soy Puerta y Pastor por esto. Hasta ahora ninguno<br />

ha podido entrar en el Reino de Dios, porque estaba amurallado y no tenía salidas. Pero<br />

ahora he venido Yo y está hecha la puerta para entrar en él”. Fariseos: “¡Oh! Otros han dicho<br />

que eran el Mesías, y luego han sido descubiertos como bandidos y rebeldes, y la justicia<br />

humana ha castigado su rebeldía (2). ¿Quién nos asegura que no eres como ellos? ¡Estamos<br />

cansados de sufrir y hacer sufrir al pueblo el rigor de Roma, gracias a esos mentirosos que se<br />

dicen reyes y hacen que el pueblo se levante en rebelión!”. Jesús: “No. No es exacta vuestra<br />

frase. Vosotros no queréis sufrir, eso es verdad. Pero que el pueblo sufra no os duele. Tanto<br />

es así, que al rigor de quien domina unís vuestro rigor, oprimiendo con diezmos insoportables<br />

y otras muchas cosas al pueblo modesto. ¿Que quién os asegura que no soy un malandrín? Mis<br />

acciones. No soy Yo el que hace pesada la mano de Roma; al contrario, la aligero,<br />

aconsejando a los dominadores humanidad, a los dominados paciencia. Al menos estas<br />

cosas”. ■ Mucha gente --ya mucha gente se ha congregado, y crece cada vez más, tanto<br />

que obstaculizan el paso por la calle grande y, por tanto, todos van a confluir en el<br />

callejón, bajo cuyas bóvedas las voces retumban-- aprueba diciendo: “¡Bien dicho lo de<br />

los décimos! ¡Es verdad! Él a nosotros nos aconseja sumisión y a los romanos piedad”.<br />

. ● “Soy el único y verdadero Mesías. Yo solo soy la Puerta del redil de los Cielos. Quien<br />

no pasa por Mi, no puede entrar. Los falsos pastores... Yo no soy un mercenario sino el<br />

Buen Pastor... Un amo sabe cuánto cuesta una oveja. Yo soy más que un amo. Soy<br />

Salvador de mi rebaño y sé cuánto me cuesta salvar una sola alma... Tengo otras ovejas<br />

que no son de este redil...”.- ■ Los fariseos, como siempre, se envenenan por las<br />

aprobaciones de la muchedumbre, y se muestran aún más mordaces en el tono con que se<br />

dirigen a Jesús: “Responde sin tantas palabras y demuestra que eres el Mesías”. Jesús: “En<br />

verdad, en verdad os digo que lo soy. Yo, sólo Yo, soy la Puerta del redil de los Cielos.<br />

Quien no pasa por Mí no puede entrar. Es verdad. Ha habido otros falsos Mesías, y más<br />

que habrá. Pero el único y verdadero Mesías soy Yo. Todos los que hasta ahora han venido,<br />

presentándose como tales, no lo eran; eran sólo ladrones y salteadores. Y no sólo aquellos<br />

que se hacían llamar, de parte de unos pocos de su misma calaña, «Mesías», sino también<br />

otros que, sin darse ese nombre, exigen una adoración que ni siquiera al verdadero Mesías<br />

se le da. Quien tenga oídos para oír que oiga. De todas formas, observad: ni a los falsos Mesías<br />

ni a los falsos pastores y maestros las ovejas los han escuchado, porque su espíritu sentía la<br />

falsedad de su voz, que quería aparecer dulce y, sin embargo, era cruel. Sólo los cabros los<br />

han seguido para ser sus compañeros en sus fechorías. Cabros salvajes, indómitos, que<br />

no quieren entrar en el Redil de Dios, bajo el cetro del verdadero Rey y Pastor. Porque esto,<br />

ahora, se da en Israel: que Aquel que es el Rey de los reyes viene a ser el Pastor del rebaño,<br />

mientras que, en el pasado, aquel que era pastor de rebaños vino a ser rey, y el Uno y el<br />

otro vienen de la misma raíz, de la raíz de Isaí, como está escrito en las promesas y<br />

profecías” (3). ■ Los falsos pastores no han pronunciado palabras sinceras ni han tratado de<br />

consolar. No han hecho más que dispersar y torturar al rebaño, o lo han abandonado a los<br />

lobos, o lo han matado para sacar provecho vendiéndolo y así asegurarse la vida, o le han<br />

echado fuera de los pastos para hacer de ellos moradas de placer y bosquecillos para los<br />

ídolos. ¿Sabéis cuáles son los lobos? Son las malas pasiones, los vicios que los mismos<br />

falsos pastores han enseñado al rebaño, practicándolos ellos los primeros. ¿Y sabéis cuáles<br />

son los bosquecillos de los ídolos? Son los propios egoísmos, ante los cuales demasiados<br />

queman inciensos. Las otras dos cosas no necesitan ser explicadas, porque son hasta<br />

demasiado claras estas palabras mías. Pero que los falsos pastores actúen así es lógico. No<br />

son sino ladrones que vienen para robar, matar y destruir, para llevar fuera del redil a<br />

pastos peligrosos, o conducir a falsos apriscos, que en realidad son mataderos. Pero los que<br />

pasan por Mí están en seguro y podrán salir para ir a mis pastos, o volver para venir a<br />

mis descansos, y hacerse robustos y fuertes con substancias santas y sanas. Porque he<br />

venido para esto. Para que mi pueblo, mis ovejas, hasta ahora flacas y afligidas, tengan<br />

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