Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta
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negrísimos --involuntariamente duros como los de las aves rapaces, por la costumbre de ser un<br />
maestro, venerado como un semidiós--, perfora los ojos azules, claros, dulces y al mismo<br />
tiempo majestuosos de Jesús... que prosigue: “Ahora el mundo es juzgado, ya el Príncipe de las<br />
Tinieblas está para ser expulsado, y Yo, cuando sea alzado, atraeré a todos hacia Mí, porque así<br />
salvará el Hijo del hombre”. ■ Dice la gente ya más tranquila: “Hemos aprendido en los libros<br />
de la Ley que el Mesías vive eternamente. Tú te llamas a Ti mismo el Mesías y dices que debes<br />
morir. Dices también que eres el Hijo del hombre y que salvarás al ser levantado. ¿Quién eres,<br />
pues?, ¿el Hijo del hombre o el Mesías? ¿Y quién es el Hijo del hombre?”. Jesús: “Soy una<br />
única Persona. Abrid los ojos a la Luz. Todavía un poco la Luz está entre vosotros. Caminad<br />
hacia la Verdad mientras tengáis la Luz entre vosotros, para que no os sorprendan las tinieblas.<br />
Los que caminan en la oscuridad no saben en dónde acabarán. Mientras tenéis entre vosotros la<br />
Luz, creed en Ella, para ser hijos de la Luz”. Jesús calla. ■ La muchedumbre está perpleja y<br />
dividida. Una parte marcha meneando la cabeza. Otra parte observa la actitud de los principales<br />
dignatarios: fariseos, jefes de los sacerdotes, escribas... (especialmente observan la actitud de<br />
Gamaliel), y según estas actitudes orientan sus reacciones. Otros hacen un gesto de aprobación<br />
con la cabeza, inclinándose ante Jesús con clara señal de querer decirle: «¡Creemos! Te<br />
honramos por lo que eres». Pero no se atreven a ponerse abiertamente de su parte. Tienen miedo<br />
de los ojos atentos de los enemigos del Mesías, de los poderosos, que los vigilan desde lo alto<br />
de las terrazas que dominan las soberbias galerías que ciñen los patios del Templo.<br />
* “Si no creéis en Mí, creed al menos en la Voz de vuestro Dios que os ha hablado desde el<br />
Cielo”.- ■ También Gamaliel --se ha quedado pensativo unos minutos, pareciendo interrogar a<br />
los mármoles que pavimentan el suelo, para obtener una respuesta a sus íntimas preguntas--<br />
continúa su marcha hacia la salida, no sin antes menear la cabeza y encogerse de hombros,<br />
como en señal de desacuerdo o de desprecio... y pasa derecho por delante de Jesús sin mirarle.<br />
Jesús, sin embargo, le mira con compasión... y alza de nuevo la voz, fuertemente --es como un<br />
tañido de bronce-- para superar todo ruido y ser oído por el grande escriba que se marcha<br />
desilusionado. Parece hablar para todos, pero es evidente que habla sólo a él. ■ Dice con voz<br />
altísima: “El que cree en Mí no cree en realidad en Mí sino en Aquel que me ha enviado, y<br />
quien me ve a Mí ve al que me ha enviado, que justamente es el Dios de Israel, porque no existe<br />
ningún otro Dios aparte de Él. Por esto digo: si no podéis creer en Mí en cuanto hijo de José de<br />
David, y que es hijo de <strong>María</strong>, de la estirpe de David, de la virgen vista por el profeta, nacido en<br />
Belén, como dicen las profecías precedido por Juan el Bautista, como también está anunciado<br />
desde hace siglos, creed al menos en la Voz de vuestro Dios que os ha hablado desde el Cielo.<br />
Creed en Mí como Hijo de este Dios de Israel. Porque si no creéis en Aquel que os ha hablado<br />
desde el Cielo, no me ofendéis a Mí, sino a vuestro Dios, de quien soy Hijo. No queráis<br />
permanecer en las tinieblas. Yo he venido --Luz para el mundo-- para que el que cree en Mí no<br />
permanezca en las tinieblas. No queráis crearos remordimientos que no podríais aplacar nunca,<br />
una vez vuelto Yo al lugar de donde he venido, y que serían un duro castigo por vuestra<br />
obstinación. Yo estoy dispuesto a perdonar mientras estoy con vosotros, mientras no se haya<br />
cumplido el juicio, y, por mi parte, tengo el deseo de perdonar. Pero distinto es el pensamiento<br />
de mi Padre, porque Yo soy la Misericordia y Él es la Justicia. En verdad os digo que si uno<br />
escucha mis palabras y no las observa Yo no le juzgo. No he venido al mundo para juzgar, sino<br />
para salvar al mundo. Pero aunque yo no juzgue, en verdad os digo que hay quien os juzga por<br />
vuestras acciones. El Padre mío, que me ha enviado, juzga a los que rechazan su Palabra. Sí, el<br />
que me desprecia y no reconoce la Palabra de Dios y no recibe la palabra del Verbo, tiene a<br />
quien le juzgue: le juzgará en el último día la propia Palabra que he anunciado. De Dios nadie se<br />
burla, está escrito. Y el Dios objeto de burla será terrible para aquellos que le juzgaron loco y<br />
mentiroso. ■ Recordad todos que las palabras que me habéis oído pronunciar son de Dios.<br />
Porque no he hablado de cosas mías, sino que el Padre que me ha enviado, Él mismo, me ha<br />
ordenado lo que debo decir y de qué debo hablar. Y Yo obedezco su orden porque sé que su<br />
mandato es justo. Toda orden de Dios es vida eterna. Yo, vuestro Maestro, os doy ejemplo de<br />
cómo obedecer las órdenes del Señor. Por tanto, estad seguros de que las cosas que os he dicho<br />
y os digo las he dicho y las digo como mi Padre me ordenó. Y el Padre mío es el Dios de<br />
Abraham, Isaac, Jacob; el Dios de Moisés, de los patriarcas, de los profetas, el Dios de Israel, el<br />
Dios vuestro”.■ ¡Palabras luminosas que caen en las tinieblas que se van apoderando poco a