Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta
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Dame tu inteligencia para que Yo pueda decirte lo que todavía te pido. ■ Te quedarás <strong>aquí</strong> a<br />
esperar...”. Lázaro: “No, eso no. ¿Por qué <strong>María</strong> y Marta, yo no?”. Jesús: “Porque no quiero que<br />
te vayas a corromper como se van a corromper todos los varones. Jerusalén, en los próximos<br />
días, estará corrompida como lo está el aire que envuelve a una carroña podrida, que revienta de<br />
improviso al golpe que un viajero le dio con el talón. Corrompida y corruptora. Sus miasmas<br />
volverán locos incluso a los menos crueles, incluso a mis propios discípulos, que huirán. Y en<br />
medio de su terror, ¿a dónde irán? Vendrán a tu casa, Lázaro. ¡Cuántas veces, durante estos tres<br />
años han venido en busca de pan, de hospedaje, de defensa, de descanso y del Maestro!...<br />
Volverán. Cual ovejas desbandadas por el lobo que ha matado al pastor correrán al redil.<br />
Júntalos, dales valor. Diles que les perdono. Confío mi perdón en tus manos. Se sentirán<br />
angustiados por haber huido. Les dirás que no caigan en un pecado mayor, que es el de perder la<br />
esperanza de mi perdón”. Lázaro: “¿Huirán todos?”. Jesús: “Todos, menos Juan”. ■ Lázaro:<br />
“Maestro, no vas a pedirme que acoja a Judas, ¿verdad? Haz que me muera en medio de<br />
tormentos, pero no me pidas eso. Muchas veces se estremeció mi mano al sentir la espada,<br />
deseosa de acabar con el oprobio de la familia, y nunca lo hice porque no soy un hombre<br />
sanguinario. Tan solo sentí la tentación. Pero te juro que si vuelvo a ver a Judas, le degüello<br />
como a un cabro de delito”. Jesús: “No le lo volverás a ver. Te lo prometo”. Lázaro: “¿Huirá?<br />
No importa. He dicho: «Si le vuelvo a ver». Ahora te digo: «Le buscaré hasta los confines del<br />
mundo y le mataré»”. Jesús: “No debes desearlo”. Lázaro: “Lo haré”. Jesús: “No podrás,<br />
porque donde está él, no podrás ir”. Lázaro: “¿Dentro del Sanedrín? ¿Dentro del Santo? Allí le<br />
alcanzaré y le mataré”. Jesús: “No estará allá”. Lázaro: “¿En casa de Herodes? Me matarán,<br />
pero antes le mataré”. Jesús: “Estará con Satanás, y tú nunca estarás con Satanás. Pero aparta de<br />
ti inmediatamente este pensamiento homicida, si no, te abandono”. Lázaro: “¡Oh, oh!... Sí.<br />
Por Ti. ¡Oh, Maestro, Maestro!”. Jesús: “Sí. Tu Maestro... ■ Acogerás a mis discípulos. Los<br />
consolarás. Los encaminarás hacia la paz. Yo soy la Paz. Y también después... Después los<br />
ayudarás. Betania será siempre Betania, hasta que el Odio hurgue en este hogar de amor<br />
creyendo desparramar las llamas cuando en realidad lo que hará será esparcirlas por el mundo<br />
para encenderlo por entero. Te bendigo, Lázaro, por todo lo que hiciste y por lo que harás...”.<br />
Lázaro: “Nada he hecho, nada. Me sacaste de la muerte, y no me permites que te defienda.<br />
¿Qué es lo que he hecho, entonces?”. Jesús: “Pusiste a mi disposición tus casas. ¿Ves? Era el<br />
destino. El primer alojo en Sión en una tierra que es tuya. El último también en una de ellas.<br />
Estaba escrito que fuese tu huésped. Pero no me podrás defender de la muerte. ■ Al principio de<br />
esta conversación te pregunté: «¿Sabes quién soy?» Ahora respondo: «Soy el Redentor». El<br />
Redentor debe consumar el sacrificio hasta la última inmolación. Por lo demás, créemelo, que<br />
el que subirá a la cruz y será expuesto a las miradas y burla del mundo no será un ser vivo, sino<br />
un muerto. Yo soy ya un muerto, matado por el no amor, más y antes que por la tortura. ■<br />
Todavía algo más. Mañana temprano iré a Jerusalén. A tus oídos llegará que Sión ha aclamado<br />
como a vencedor a su Rey que entrará montado sobre un asno. No te vayas a hacer ilusiones por<br />
este triunfo y no vayas a juzgar que la Sabiduría, que te está hablando fue no sabia en este<br />
plácido anochecer. Más veloz que la luz de un bólido que aparece en el firmamento y<br />
desaparece por espacios desconocidos, se disipará el entusiasmo del pueblo y dentro de cinco<br />
noches, a esta hora empezará la tortura con un beso de engaño que abrirá las bocas que mañana<br />
gritarán hosannas, para formar un coro de atroces blasfemias y feroces gritos de condena. ■<br />
¡Finalmente, ciudad de Sión, pueblo de Israel, tendrás al Cordero pascual! Lo tendrás en esta<br />
fiesta. Es la Víctima preparada desde hace siglos. El Amor la engendró y se preparó por tálamo<br />
un seno en que no hubo mancha. Y el Amor la consuma. Aquí está. Es la Víctima consciente.<br />
No como el cordero que, mientras el carnicero afila el cuchillo para degollarlo, todavía come la<br />
hierbecilla del huerto, o, ignorante mama todavía la leche materna. Yo soy el Cordero que<br />
consciente dice adiós a la vida, a la Madre, a los amigos, y va al sacrificador y le dice: «¡Aquí<br />
me tienes!». ■ Yo soy el Alimento del hombre. Satanás ha suscitado un hambre que jamás se ha<br />
saciado, que no puede saciar. Solo un alimento puede saciar esa hambre porque la quita. Y ese<br />
Alimento está <strong>aquí</strong>. Aquí está, ¡hombre!, tu Pan. Aquí tu Vino. Celebra la Pascua, ¡oh linaje<br />
humano! Atraviesa tu mar, rojo por las llamas satánicas. Lo pasarás teñido con mi Sangre, ¡oh<br />
raza humana! preservada del fuego infernal. Puedes pasar. Los cielos, advertidos de mi deseo,<br />
ya entreabren las puertas eternas. ¡Mirad, almas de los muertos! ¡Mirad, hombres vivientes!<br />
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