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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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consecuencias de ese juicio permanecen. Y si ahora he venido para traer de nuevo la Gracia a<br />

los hombres, mediante el Sacrificio perfecto, el juicio sobre la acción de Adán permanece igual,<br />

y será llamado siempre «pecado original». Los hombres serán redimidos, lavados con una<br />

purificación que supera todas las demás, pero nacerán con esa marca, porque Dios ha juzgado<br />

que esa marca debe estar en todos los nacidos de mujer, menos en Aquel que, no por <strong>obra</strong> de<br />

hombre, sino por <strong>obra</strong> del Espíritu Santo, fue hecho, y en la Preservada y en el Presantificado,<br />

vírgenes para siempre: la Primera para poder ser la Virgen Deípara; el segundo para poder ser el<br />

precursor del Inocente, naciendo ya limpio por un disfrute anticipado de los méritos infinitos del<br />

Salvador Redentor ■ Y Yo os digo que Dios os juzga.<br />

. ● Y os juzga diciendo: «¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque cargáis a la gente<br />

con pesos insoportables, transformando en castigo el paterno decálogo del Altísimo para<br />

su pueblo». Lo había dado con amor y por amor, para que una justa guía sostuviera al<br />

hombre, al hombre, a ese eterno e imprudente e ignorante niño. Y vosotros, habéis<br />

cambiado los amorosos lazos con que Dios había abrazado a sus criaturas para que pudieran<br />

andar por el camino suyo y llegar a su corazón; la habéis cambiado por montañas de<br />

puntiagudas piedras, pesadas, angustiosas: un laberinto de prescripciones, una pesadilla de<br />

escrúpulos, a causa de lo cual el hombre se abate, se pierde, se detiene, teme a Dios como a<br />

un enemigo. Obstaculizáis la marcha de los corazones hacia Dios. Separáis al Padre de los<br />

hijos. Negáis con vuestras imposiciones esta dulce, bendita, verdadera Paternidad. Pero<br />

vosotros no tocáis ni siquiera con un dedo esos pesos que cargáis a los demás. ■ Os creéis<br />

justificados sólo por haberlos dado. Necios, ¿no sabéis que seréis juzgados precisamente por<br />

lo que habéis considerado necesario para salvarse? ¿No sabéis que Dios os va a decir:<br />

«Juzgabais como sagrada, justa, vuestra palabra. Pues bien, también Yo la juzgo así. Y os<br />

juzgo con vuestra palabra, porque se la habéis impuesto a todos y habéis juzgado a los<br />

hermanos conforme a cómo la acogieron y practicaron. Quedad condenados porque no habéis<br />

hecho lo que habéis dicho que había que hacer»?<br />

. ● ¡Ay de vosotros, que erigís sepulcros a los profetas asesinados por vuestros padres! ¿Es<br />

que creéis disminuir con ello la dimensión de la culpa de vuestros padres?, ¿que la anularéis<br />

ante los ojos de las futuras generaciones? No. Al contrario. Dais testimonio de estas <strong>obra</strong>s de<br />

vuestros padres. No sólo eso, sino que las aprobáis, dispuestos a imitarlos, elevando luego<br />

un sepulcro al profeta perseguido para deciros a vosotros mismos: «Le hemos honrado».<br />

¡Hipócritas! Por esto la Sabiduría de Dio dijo: «Les enviaré profetas y apóstoles. A unos los<br />

matarán, a otro los perseguirán, para que se pueda pedir a esta generación la sangre de<br />

todos los profetas que ha sido derramada desde la creación del mundo en adelante, desde<br />

la sangre de Abel hasta la de Zacarías asesinado entre el altar y el santuario» (1 Par. 24,17-22).<br />

Sí, en verdad, en verdad o digo que de toda esta sangre de santos se pedirá cuentas a esta<br />

generación que no sabe distinguir a Dios en donde está, y persigue al justo y le aflige porque<br />

el justo es el reproche vivo a su injusticia.<br />

. ● ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que habéis arrebatado la llave de la ciencia y habéis<br />

cerrado su templo para no entrar, y así no ser juzgados por ella, y tampoco habéis permitido<br />

que otros entraran. Porque sabéis que, si el pueblo fuera instruido por la verdadera Ciencia, o<br />

sea, la Sabiduría santa, podría juzgaros. De forma que preferís que sea ignorante para que<br />

no os juzgue. Y me odiáis porque soy la Palabra de la Sabiduría, y quisierais encerrarme<br />

antes de tiempo en una cárcel, en un sepulcro para que ya no hablase más. Pero seguiré<br />

hablando hasta que plazca a mi Padre que lo haga. Y después hablarán mis <strong>obra</strong>s, más aún<br />

que mis palabras; y hablarán mis méritos, más aún que mis <strong>obra</strong>s; y el mundo será instruido<br />

y sabrá y juzgará. ■ Éste es el primer juicio contra vosotros. Luego vendrá el segundo, el<br />

juicio particular para cada uno de vosotros después de su muerte. Y finalmente, el Juicio<br />

Universal. Y recordaréis este día y estos días, y vosotros, sólo vosotros, conoceréis a ese Dios<br />

terrible que os habéis esforzado en presentar, como una visión de pesadilla, ante los espíritus<br />

de los sencillos, mientras que vosotros, dentro de vuestro sepulcro, os burlasteis de Él, y no<br />

habéis obedecido ni respetado los Mandamientos, desde el primero y principal (el del<br />

amor) hasta el último que fue dado en el Sinaí. Es inútil, Elquías, que no tengas figuras en<br />

tu casa. Es inútil, todos vosotros, que no tengáis objetos esculpidos en vuestras casas.<br />

Dentro de vuestro corazón tenéis el ídolo, muchos ídolos: el de creeros dioses, así como los<br />

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