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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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Maestro. Haced que el mundo os reconozca como mis discípulos por una obediencia absoluta a<br />

todo lo santo...”. (Escrito el 18 de Octubre de 1946).<br />

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().<br />

8-517-120 (9-214-550).- El corazón de Jesús --cansado de odios, rechazos, conjuras, traiciones<br />

de quien se finge amigo y es espía-- tiene necesidad de reposo: lo encuentra en el amor.<br />

* Judas, tenaz en su idea, aconseja a Jesús la forma de implantar el Reino.- ■ El viento<br />

húmedo y frío peina los árboles de la colina y juguetea en el cielo con nubes semiamarillentas.<br />

Jesús, los doce y Esteban envueltos en sus mantos, descienden de Gabaón por el camino que<br />

lleva a la planicie. Conversan entre sí, mientras Jesús, absorto en uno de sus silencios, está lejos<br />

de lo que le rodea. Y sigue así hasta que llegados a un cruce a la mitad de la ladera, mejor dicho,<br />

casi a los pies, dice: “Tomemos por acá y vayamos a Nobe”. Iscariote pregunta: “¿Cómo? ¿No<br />

volvemos a Jerusalén?”. Jesús: “Nobe y Jerusalén es casi una sola cosa para quien está<br />

acostumbrado a caminar mucho. Prefiero estar en Nobe. ¿Te desagrada?”. Iscariote: “¡No,<br />

Maestro! Me da lo mismo... Más bien lo que me desagrada es que Tú, en un lugar tan propicio<br />

para Ti, hayas figurado tan poco. Hablaste más en Beterón que ciertamente no se mostraba<br />

amiga tuya. Deberías, según mi parecer, hacer al contrario. Tratar de atraer cada vez más a Ti<br />

las ciudades que sientes propicias, hacer de ellas... contraarmas para las ciudades dominadas por<br />

enemigos tuyos. ¿Comprendes qué valor, tener de tu parte las ciudades cercanas a Jerusalén? Al<br />

fin y al cabo, Jerusalén no es todo. También pueden contar los otros lugares y hacer pesar su<br />

voluntad sobre el sentir de Jerusalén. Generalmente los reyes son proclamados en las ciudades<br />

que les son más fieles, y una vez proclamados, la otras no tienen más que resignarse...”. Felipe<br />

dice: “Cuando no se rebelan, y entonces vienen las luchas fratricidas. No creo que el Mesías<br />

quiera iniciar su Reino con una guerra interna”. ■ Jesús: “Yo querría una cosa, y es que ese<br />

Reino empezase en vuestros corazones con un juicio recto de las cosas. Pero todavía no sois<br />

capaces de verlas en su justo punto... ¿Cuándo comprenderéis?”.<br />

* “Busco en vosotros una parte de la unión que dejé para unir a los hombres: la unión con<br />

mi Padre en el Cielo”.- ■ Presintiendo que lo que está por llegar sea un reproche, Iscariote<br />

vuelve a preguntar: “¿Por qué, pues, acá, en Gabaón hablaste tan poco?”. Jesús: “Preferí<br />

escuchar y descansar. ¿No comprendéis que también Yo tengo necesidad de descanso?”.<br />

Bartolomé, afligido, dice: “Hubiéramos podido quedarnos y darles esta satisfacción. ¿Si estabas<br />

tan cansado para qué te has puesto otra vez en camino?”. Jesús: “No estoy cansado en el cuerpo.<br />

No necesito descansar para darle alivio. Es mi corazón, que está cansado, el que tiene necesidad<br />

de reposo, y éste lo encuentro donde hay amor. ¿Creéis que sea insensible a tanto odio? ¿que los<br />

rechazos no me causen dolor? ¿que las conjuras que se traman contra Mí, me dejen insensible?<br />

¿que las traiciones de quien se finge amigo, y es un espía de mis enemigos, puesto a mi lado<br />

para...”. ■ Iscariote, con una apasionada irritación, mayor que la de los demás, protesta: “¡Jamás<br />

sucederá eso, Señor! Y no debes ni siquiera sospecharlo. ¡Hablando así nos ofendes!”. Los<br />

demás protestan también diciendo: “Maestro, nos apenas con estas palabras. ¡Dudas de<br />

nosotros!”. Y Santiago de Zebedeo, impulsivo, exclama: “Me despido de Ti, Maestro, y vuelvo<br />

a Cafarnaúm. Con el corazón roto. Pero me voy. Y si no basta Cafarnaúm, me iré con los<br />

pescadores de Tiro y Sidón, iré a Cintium, iré a no sé dónde. Pero tan lejos, que sea imposible<br />

que puedas pensar que yo te traiciono. ¡Bendíceme por última vez!”. Jesús le abraza diciendo:<br />

“¡Cálmate, apóstol mío! Son muchos los que se dicen mis amigos, no sois solo vosotros. Te<br />

afligen, os afligen mis palabras. ¿Pero en qué corazones deberé derramar mis aflicciones y<br />

buscar consuelo sino en los de mis amados apóstoles y discípulos fieles? ■ Busco en vosotros<br />

una parte de la unión que dejé para unir a los hombres: la unión con mi Padre en el Cielo;<br />

y una gota del amor que dejé por amor de los hombres: el amor de mi Madre. Las busco para<br />

que me ayuden. ¡Oh, la ola amarga, el peso inhumano rebasan mi corazón, oprimen el corazón<br />

del Hijo del hombre!... Mi pasión, mi Hora cada vez más se acerca... Ayudadme a soportarla, a<br />

realizarla... ¡porque es muy dolorosa!”. Los apóstoles se miran conmovidos ante el dolor<br />

profundo que respiran las palabras del Maestro y no saben hacer otra cosa más que estrecharse a<br />

Él, acariciarle, besarle... y son simultáneos los besos de Judas a la derecha y de Juan a la<br />

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