24.04.2013 Views

Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

energúmenos, cuyos argumentos apenas si puedo entender una décima parte, porque todos<br />

hablan al mismo tiempo produciendo una algarabía de plaza. Jesús conserva su actitud tranquila<br />

y su silencio. Todos gritan: “¡Di algo! ¡Responde!”. Jesús se pone de pie lentamente,<br />

apoyándose en las manos sobre el borde de la mesa. Un profundo silencio reina. Siente que<br />

todos los ojos están en Él. Abre la boca (los otros también, como para aspirar su respuesta). Y la<br />

respuesta es breve, pero clara: “No”. Una gritería, un tumulto se alza: “¿Pero cómo es eso?<br />

¡Nos traicionas! ¿Traicionas a tu pueblo? ¡Reniega de su misión! ¡Rechaza las órdenes de<br />

Dios!...”. Caras que se tiñen de carmesí, ojos que se encienden, puños que casi amenazan... Más<br />

que fieles, parecen enemigos. Pero así es: cuando una idea política se apodera de los corazones,<br />

hasta los mansos parecen fieras contra quien se opone a esa idea suya.<br />

* Jesús proclama: “Mi Reino no es de este mundo. Venid a Mí para que lo establezca en<br />

vosotros”.-■ Al alboroto le sigue un silencio extraño. Parece que agotadas las fuerzas, todos se<br />

sientan exhaustos, derrotados. Se miran con ojos interrogadores, tristes... y hasta intranquilos...<br />

Jesús mira en torno a Sí y dice: “Sabía que para esto me queríais traer <strong>aquí</strong>. Sabía la inutilidad<br />

de vuestro plan. Cusa puede decíroslo, que se lo dije en Tariquea. Vine para deciros que no<br />

temo insidia alguna porque no ha llegado la hora. Y tampoco tendré miedo cuando llegue la<br />

hora de insidia, porque para esto he venido. Y he venido para convenceros. Muchos de entre<br />

vosotros actuáis de buena fe. Pero debo corregir el error en que, de buena fe, habéis<br />

caído.¿Veis? No os reprendo. No reprendo a ninguno, ni siquiera a los que por ser mis fieles<br />

discípulos deberían saber controlar con justicia sus pasiones. ■ No te reprendo a ti, justo<br />

Timoneo; pero te digo que en el fondo de tu amor que quiere verme honrado, existe todavía el<br />

«yo» que bulle y sueña tiempos mejores en que puedas ver el daño en los que te dañaron. No te<br />

reprocho a ti, Mannaén, aun cuando has dado muestras de haber olvidado la sabiduría y los<br />

ejemplos espirituales que recibiste de Mí, y de Juan Bautista antes de Mí; pero debo decirte que<br />

también en ti hay una raíz de egoísmo humano que se levanta tras la hoguera de amor que por<br />

Mí sientes. No te reprocho nada, Eleazar, hombre justo, aunque solo fuera por la pobre anciana<br />

que te confiaron, siempre justo, pero ahora no justo; y no te reprocho nada, Cusa, aunque<br />

debería hacerlo, porque en ti más que en todos los que queréis con buena fe verme como rey,<br />

existe tu yo. Quieres que sea Yo rey. No hay trampa alguna en tus palabras, ni lo haces para<br />

denunciarme ante el Sanedrín, ante el rey y ante Roma. Pero más que por el amor --crees que es<br />

todo amor y no es-- más que por amor lo haces para vengarte de ofensas que el palacio te ha<br />

infligido. Soy tu invitado. Debería guardar silencio acerca de tus sentimientos. Pero Yo soy la<br />

Verdad en todas las cosas. Y hablo. Por tu bien. Y lo mismo te sucede a ti, Jo<strong>aquí</strong>n de Bozra; y<br />

a ti, Juan escriba; y también a ti, a ti y a ti”. Señala a éste, a aquel sin rencor, pero con tristeza...<br />

y continúa: “No os reprendo. Porque sé que no sois vosotros los que queréis esto,<br />

espontáneamente. Es el Adversario quien trabaja y vosotros... vosotros sin saberlo sois juguetes<br />

en sus manos. También se aprovecha del amor, de vuestro amor, Timoneo, Mannaén, Jo<strong>aquí</strong>n;<br />

del vuestro, vosotros que realmente me amáis; de vuestro respeto que sentís por Mí, vosotros<br />

que en Mí veis al Rabí perfecto; aun de esto el Maldito se aprovecha para dañar y dañarme. Pero<br />

Yo digo a vosotros, como a quien os incita a los planes peores hasta convertirse en traición y<br />

crimen: «No. Mi Reino no es de este mundo. Venid a Mí para que establezca mi Reino en<br />

vosotros, y no otra cosa». Ahora dejadme ir”. ■ Uno de los sacerdotes dice: “No, Señor.<br />

Estamos completamente resueltos. Hemos puesto ya en juego riquezas, preparado planes,<br />

decididos a salir de esta incertidumbre que tiene inquieta a Israel, y de lo que se aprovechan<br />

otros para causar daño a Israel. Se te sigue por todas partes con mala intención. Es verdad.<br />

Tienes enemigos aun dentro del mismo Templo. Yo que soy de los Ancianos, no lo niego. Para<br />

poner fin a todo esto, he <strong>aquí</strong> lo que hay que hacer: ungirte. Y nosotros estamos preparados para<br />

hacerlo. No es la primera vez que en Israel se proclama así a alguien como a un rey para acabar<br />

con desgracias nacionales y discordias. Aquí está alguien que puede hacerlo en nombre de Dios.<br />

Permítenos hacerlo”. Jesús: “No. No es lícito. No tenéis autoridad para hacerlo”. Sacerdote: “El<br />

Sumo Sacerdote es el primero que quiere esto, aunque no esté presente. No puede permitir más<br />

la situación actual del dominio romano y de los escándalos de la corte”. Jesús: “No mientas,<br />

sacerdote. En tus labios la blasfemia es doblemente impura. Tal vez no lo sabes y eres<br />

engañado, pero en el Templo eso no se desea”. Sacerdote: “¿Crees, pues, que es un engaño<br />

nuestra afirmación?”. Jesús: “Sí. Si no de todos vosotros, sí de la mayoría. No mintáis. Yo soy<br />

37

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!