Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta
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pero a mí me ha causado mucho dolor. Jesús sonríe, y, al apóstol que le pregunta: “¿Te hice<br />
daño? Ha sido sin querer... Perdona”, le contesta: “No, amigo. Lo hiciste sin malicia y no hace<br />
mal”. Judas le mira... Una mirada en que está pintada la turbación, una mirada que huye de<br />
todo... Jesús pasa a lavar a Tomás y luego a Felipe... Da vuelta a la mesa y se acerca a su primo<br />
Santiago. Le lava los pies, y, al levantarse, le besa en la frente. Pasa a Andrés que está rojo de<br />
vergüenza y se esfuerza por no llorar. Le lava los pies, y le acaricia como si fuera un niño.<br />
Luego es el turno de Santiago de Zebedeo que no hace más que decir en voz baja: “¡Oh,<br />
Maestro, Maestro, Maestro! ¡Te has rebajado, sublime Maestro mío!”. Juan se ha aflojado ya las<br />
sandalias y, mientras Jesús está inclinado, secándole los pies, se inclina también él y le besa sus<br />
cabellos. ■ ¡Pero Pedro!... No es fácil convencerle que debe sujetarse a este nuevo rito. “Tú,<br />
¿lavarme los pies a mí? ¡Ni te imagines! Mientras esté vivo, no te lo permitiré. Soy un gusano, y<br />
Tú eres Dios. Cada uno a su lugar”. Jesús: “Lo que hago, no puedes comprenderlo por ahora.<br />
Algún día lo comprenderás; déjame lavarte”. Pedro: “Todo lo que quieras, Maestro. ¿Quieres<br />
cortarme el cuello? Hazlo. Pero lavarme los pies no lo harás”. Jesús: “Oh, Simón mío, ¿no sabes<br />
que si no te lavo, no tendrás parte en mi Reino? ¡Simón, Simón, tienes necesidad de esta agua<br />
para tu alma, y para el largo camino que tendrás que recorrer! ¿No quieres venir conmigo? Si no<br />
te lavo, no vienes conmigo a mi Reino”. Pedro: “¡Oh, Señor mío bendito! ¡Entonces lávame<br />
todo! ¡Pies, manos y cabeza!”. ■ Jesús: “El que, como vosotros, se ha bañado no tiene<br />
necesidad de lavarse más que los pies, porque ya está enteramente purificado. Los pies... El<br />
hombre con los pies camina sobre cosas sucias. Y ello sería poco, pues ya os lo había dicho que<br />
lo que ensucia no es lo que entra y sale con el alimento, ni contamina al hombre lo que se pega a<br />
los pies por el camino. No. Lo que contamina es lo que incuba y madura en su corazón y de allí<br />
sale para contaminar sus acciones y sus miembros. Y los pies del hombre que tiene un corazón<br />
no limpio se dirigen hacia la crápula, la lujuria, los tratos ilícitos, el crimen... Por esto, son, de<br />
entre los miembros del cuerpo, los que tienen más necesidad de purificarse... como también los<br />
ojos, la boca... ¡Oh hombre!, que fuiste una criatura perfecta un día: ¡el primero!, y luego, te has<br />
dejado corromper en tal forma por el Seductor (Gén 1-3). En ti, hombre, no había malicia, ni<br />
pecado... ¿Y ahora? Eres todo malicia y pecado, y no hay parte en ti que no peque”. ■ Jesús<br />
lava los pies a Pedro, se los besa. El apóstol llora y toma con sus gruesas manos las dos manos<br />
de Jesús, se las pasa por los ojos y luego se las besa. También Simón Zelote se ha quitado las<br />
sandalias, y sin decir nada se deja lavar. Pero cuando Jesús está para acercarse a Bartolomé,<br />
Simón se arrodilla y le besa los pies, diciendo: “Límpiame de la lepra del pecado como me<br />
limpiaste de la del cuerpo, para que no me vea confundido en la hora del juicio, Salvador mío”.<br />
Jesús: “No tengas miedo, Simón. Llegarás a la ciudad celestial blanco como la nieve”.<br />
Bartolomé: “Y yo, Señor, ¿qué dices al viejo Bartolomé? Tu me viste bajo la sombra de la<br />
higuera y leíste en mi corazón. ¿Y ahora qué ves? ¿Dónde me ves? Da seguridad a este pobre<br />
viejo que teme no tener fuerzas ni tiempo para llegar a donde quieres que se llegue”. Bartolomé<br />
está muy conmovido. Jesús le dice: “Tampoco temas tú. En aquella ocasión dije: «He <strong>aquí</strong> a un<br />
verdadero Israelita en quien no hay engaño». Ahora afirmo: «He <strong>aquí</strong> a un verdadero discípulo<br />
mío digno de Mí, el Mesías». Que ¿dónde te veo? Sobre un trono eterno, vestido de púrpura.<br />
Estaré siempre contigo”. El turno es de Judas Tadeo. Cuando ve a Jesús a sus pies, no sabe<br />
contenerse, inclina su cabeza sobre la mesa, apoyándola sobre el brazo y llora. Jesús: “No<br />
llores, hermano. Te pareces al que deben de arrancar un nervio, y cree no poder soportarlo. Pero<br />
será breve el dolor. Luego... serás feliz, porque me amas. Te llamas Judas. Eres como nuestro<br />
gran Judas Macabeo: un gran gigante. Eres el que protege. Tus acciones son de león y de<br />
cachorro de león rugientes. Tú desanidarás a los impíos, que ante ti retrocederán, y los inicuos<br />
se llenarán de terror. Lo sé. Sé fuerte. Una unión eterna estrechará y hará perfecto nuestro<br />
parentesco en el Cielo”. Le besa también en la frente como al otro primo. Mateo dice: “Yo soy<br />
un pecador, Maestro. No a mí...”. Jesús: “Tú fuiste pecador, Mateo. Ahora eres apóstol. Eres<br />
una «voz» mía. Te bendigo. Estos pies han caminado siempre para seguir adelante, para llegar a<br />
Dios... El alma los espoleaba y ellos han abandonado todo camino que no fuese el mío.<br />
Continúa. ¿Sabes dónde termina el sendero? En el seno de mi Padre y tuyo”.<br />
* ANTIGUO RITO: 3ª COPA.<br />
. ● J. Iscariote, turbado, resiste a las miradas de Jesús y al mensaje de los Salmos.- ■<br />
Jesús ha terminado. Se quita la toalla, se lava las manos en agua limpia, se vuelve a poner su