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Descargar PDF aquí - Difusión obra María Valtorta

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existía antes de mí y yo no le conocía, pero el que me tomó desde el vientre de mi madre y me<br />

ha investido en el desierto y me ha mandado a bautizar me ha dicho: „Aquel sobre el que verás<br />

descender el Espíritu es el que bautizará con el Espíritu Santo y en fuego’». ¿No os acordáis?<br />

Pues muchos de vosotros estabais presentes... ¿Por qué, pues, no creéis en el profeta que me<br />

señaló habiendo oído las palabras del Cielo? ¿Debo decir al Padre mío que su Pueblo ya no cree<br />

en los profetas?”. Fariseos: “¿Pero dónde está el padre tuyo? José, el carpintero, duerme desde<br />

hace años en el sepulcro. Tú ya no tienes padre”. Jesús: “Vosotros no me conocéis a Mí ni<br />

conocéis a mi Padre. Pero, si quisierais conocerme, conoceríais también a mi verdadero Padre”.<br />

Fariseos: “Eres un endemoniado y un embustero. Eres un blasfemo, pues que quieres sostener<br />

que el Altísimo es tu Padre. Y merecerías el castigo según la Ley” (Lev. 24,10-23). ■ Los fariseos<br />

y otros del Templo gritan amenazadores, mientras la gente los mira con torva mirada, en<br />

defensa de Jesús. Jesús los mira sin añadir palabra alguna, y sale de la estancia por una<br />

puertecita lateral que da a un pórtico. (Escrito el 28 de Septiembre de 1946).<br />

········································<br />

1 Nota : Ju.8,12-20<br />

. -------------------000--------------------<br />

8-507-41 (9-204-475).- El gran debate con los judíos (1). Huyen del Templo con la ayuda del<br />

levita Zacarías.<br />

* “Debo de hablar en el Templo, lugar donde los rabíes se reúnen para hablar y adoctrinar...<br />

Cualquiera que fuese la violencia y el odio que vierais contra Mí, no os asustéis. No ha llegado<br />

mi hora. Os diré cuando llegue”.- ■ Jesús entra otra vez en el Templo con apóstoles y<br />

discípulos. Y algunos apóstoles, y no sólo apóstoles, le hacen la observación de que es<br />

imprudente entrar. Pero Él responde: “¿Con qué derecho podrían negármelo? ¿Estoy condenado<br />

acaso? No, por ahora todavía no lo estoy. Subo, pues, al altar de Dios como todo israelita que<br />

teme al Señor”. Apóstoles: “Pero tienes intención de hablar...”. Jesús: “¿Y no es<br />

éste el lugar donde habitualmente se reúnen los rabíes para hablar? Estar fuera de <strong>aquí</strong> para<br />

hablar y adoctrinar es la excepción, y puede representar un descanso que se ha tomado un rabí, o<br />

una necesidad personal. Pero el lugar en que todos apetecen enseñar a los discípulos es éste.<br />

¿No veis en torno a los rabíes gente de todas las nacionalidades, que se acercan a oír al menos<br />

una vez a los célebres rabíes? Al menos para poder decir al regresar a su tierra natal:<br />

«Hemos oído a un maestro, a un filósofo hablar según el modo de Israel». Maestro para los que<br />

ya son o quieren ser hebreos; filósofo para los que son gentiles en el verdadero sentido de la<br />

palabra. Y los rabíes no toman a mal de ser escuchados por éstos últimos, porque esperan hacer<br />

de ellos prosélitos. Sin esta esperanza, que si fuera humilde sería santa, no estarían en el Patio<br />

de los Paganos, sino que exigirían hablar en el de los Hebreos, y, si fuera posible, en el Santo<br />

mismo, porque, según su modo de juzgarse sobre sí mismos, son tan santos que sólo Dios es<br />

superior a ellos... Y Yo, Maestro, hablo donde hablan los maestros. ■ Pero ¡no temáis! No ha<br />

llegado todavía su hora. Cuando llegue, os lo diré para que fortalezcáis vuestro corazón”.<br />

Iscariote dice: “No lo dirás”. Jesús: “¿Por qué?”. Iscariote: “Porque no lo podrás<br />

saber. Ninguna señal te lo indicará. No hay señal. Hace casi tres años que<br />

estoy contigo y siempre te he visto amenazado y perseguido. Es más, antes estabas solo,<br />

mientras que ahora tienes detrás de Ti al pueblo que te ama y que es temido por los fariseos. Así<br />

que eres más fuerte. ¿Por qué cosa esperas comprender que ha llegado la hora?”. Jesús: “Por lo que<br />

veo en el corazón de los hombres”. Judas se queda un momento desorientado, luego dice: “Y<br />

tampoco lo dirás porque... al desconfiar de nuestro valor, Tú no querrás pedir nuestra ayuda”.<br />

Santiago de Zebedeo dice: “Calla por no afligirnos”. Iscariote: “Puede serlo. Pero no hay duda<br />

de que no lo dirás”. Jesús: “Os lo diré. Y hasta que no os lo diga, cualquiera que fuese la violencia y<br />

el odio que vierais contra Mí, no os asustéis. Son cosas sin consecuencias. ■ Ahora, seguid<br />

adelante. Yo me quedo <strong>aquí</strong> a esperar a Mannaén y a Marziam”. De mala gana, los doce y quien<br />

viene con ellos se adelantan.<br />

*Legionarios advierten a Jesús del peligro que corre (“una que te admira ha ordenado<br />

vigilar”) y el levita Zacarías le dice: “Maestro, si hay tumulto y ves que me marcho, trata de<br />

seguirme siempre. ¡Te odian mucho!”.- ■ Jesús vuelve hacia la puerta para esperar a los dos; es<br />

más, sale a la calle y tuerce hacia la Antonia. Unos legionarios, parados al pie de la fortaleza, le<br />

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