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La Sabiduría Mágica. Libro III «Mysteria Magica - Ekiria

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Denning & Phillips Mysteria <strong>Magica</strong> 144<br />

Capitulo XXIX<br />

De los Conjuros del Arte<br />

I<br />

General<br />

<strong>La</strong> visión y conversación con seres de diferentes órdenes de realidad, el conocimiento o la<br />

ayuda de ellos obtenido, o simplemente el puro deleite de la maravilla sin par de su presencia<br />

manifestada, constituye una no pequeña parte de la recompensa que el mago obtiene del<br />

mucho estudio y aplicación de su arte. El estudio, sin embargo, por muy enfáticamente que se<br />

recomiende al aspirante, no es en absoluto el factor determinante del éxito en esta empresa. El<br />

conocimiento, por muy extensivo que sea, de nada servirá sin ese sentido mágico desarrollado<br />

que capacita al mago a pensar y a actuar de un modo completamente armónico con los poderes<br />

concernidos de un rito dado. Y esta piedra de toque interna, aunque pueda ser innata en un<br />

grado considerable, sólo alcanza su pleno desarrollo tras la reflexión sobre lo que se obtiene de<br />

la lectura, así como sobre lo conseguido de la experiencia práctica.<br />

El principio en el que se basa la evocación mágica es hasta cierto punto muy simple. Una vez<br />

que se prepara un canal afín la fuerza espiritual fluye a través de él. Sin embargo, la<br />

simplicidad de este concepto no nos debe impedir el percibir la gran sutileza requerida para<br />

ponerlo en práctica. <strong>La</strong> fuerza espiritual contemplada no es una energía impersonal del tipo de<br />

una corriente eléctrica: se trata, más bien, de una fuerza viva y consciente que difiere de<br />

nuestra personalidad humana en que carece de las complicaciones y limitaciones de un<br />

sistema nervioso físico, pero que, a su vez, tiene una capacidad de percepción inmediata y una<br />

consciencia tan delicada que bien podría poner a prueba a nuestra imaginación humana, a<br />

menos que verdaderamente nos pongamos a nosotros mismos en plena armonía con ella. Esta<br />

armonía no significará que nuestra actitud ante el ser espiritual tenga que ser de sumisión; por<br />

el contrario, el mago debe mantener siempre su completa individualidad, aun cuando conceda<br />

pleno reconocimiento a la dignidad y poder del otro.<br />

<strong>La</strong> formulación de un rito que satisfaga todos estos requerimientos, tanto si el rito es<br />

espontáneo como si es el fruto de un meticuloso pensamiento, será en sí misma una obra de<br />

belleza. Se ha definido la belleza como la adecuación perfecta a un propósito, o como la<br />

mezcla de lo tradicionalmente aceptado con la frescura única del momento, o como la<br />

satisfacción de ciertas fórmulas matemáticas abstrusas inconscientemente percibidas, pero<br />

productoras de un equilibrio perfecto. <strong>La</strong> definición misma no importa aquí, porque intrínseca<br />

a la misma naturaleza de la belleza es su capacidad de transmitir excelencias por encima de<br />

las en un principio pretendidas. Y esta cualidad es de la máxima relevancia en este punto,<br />

porque le da al mago un modo de trascendr su conocimiento concreto al elegir o crear un rito.<br />

Que el rito contenga todo aquello que se pueda aseverar que es correcto y sea el rito además<br />

bello: se puede estar seguro entonces de que porta consigo otras armonías no percibidas<br />

todavía y de que, además, está vinculado a su propósito en modos que sólo se puede esperar

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