La Sabiduría Mágica. Libro III «Mysteria Magica - Ekiria

Denning & Phillips Mysteria Magica 147
II
Nota sobre conjuros jerárquicos
La forma en que uno debe dirigirse a los seres espirituales de niveles de existencia diferentes
del nuestro es tema que merece una atención especial. Se trata de una consideración de vital
importancia porque los términos del trato deben reflejar de modo natural las relaciones que
existen o que se van a establecer entre la personalidad consciente del mago y los seres de los
diversos mundos. Un malentendido de la naturaleza de dichas relaciones puede desembocar
en un perjuicio para el bienestar psicológico del mago, o bien estropear todo el trabajo.
Nunca se “ordena” a los Poderes Atzilúticos; lo mismo con los seres Briáticos, ya que éstos
son, por así decir, embajadores de lo Divino. De hecho, a los Poderes Atzilúticos y a los
Poderes Briáticos no se les puede mandar. Al mismo tiempo, el mago debe comprender con
claridad que al presentar a dichos poderes (como tendrá cuidado de hacer) un trabajo
propuesto y un rito que sean por entero conformes con su naturaleza, les está proporcionando
de hecho un canal de realización que, si todo es como se debe, ellos no van a rehusar. Por
consiguiente, su manera de dirigirse a ellos si bien estará cargada de reverencia y de un recto
temor, nunca ha de ser ni servil ni implorante. El trabajo es algo que ha de hacerse para que la
naturaleza de esas fuerzas particulares puedan manifestarse en el asunto en cuestión: en caso
contrario la invocación no se haría. Al hacer la invocación, el mago también cumple con un
propósito necesario de su existencia. De este modo, la invocación es algo que concuerda
plenamente con la dignidad tanto del invocador como del invocado. El mago, por tanto, se
regocija en el poder y en el esplendor de los nombres Atzilúticos y Briáticos que aparecen en el
rito, y esta exaltación se refleja en la magnificencia del lenguaje que les aplica.
Considerándolo desde este punto de vista, el mago percibirá que los términos de respeto se
aplican a los grandes seres no en un espíritu de miedo sino de gozo. Las peticiones dirigidas a
los Poderes Atzilúticos y Briáticos son frecuentemente suavizadas con el uso de expresiones
tales como “Concédeme”, “Dígnate”, “Te ruego”, etc., las cuales, a la vista de las
consideraciones expuestas al principio de este párrafo, no suponen insinceridad en absoluto,
sino el reconocimiento de que el poder invocado es una fuerza viva que no funciona
mecánicamente, sino por elección personal, y que, además, se halla en un grado enorme más
alta en la escala de la existencia que en la propia consciencia del mago, incluso aunque ésta
sea muy elevada.
En contraste, los seres Yetziráticos deben ser invocados con autoridad, por muy nobles y
bellos que puedan ser en verdad o en apariencia. Cualquier debilidad en este sentido es una
mala práctica mágica: no hay acto comparable, en cuanto a peligro, en otros campos de acción
–ni soltar las riendas de un caballo, ni dejar a un niño inteligente de cinco años al cuidado de
una casa-. Por otra parte, no hay que olvidar que en el Mundo de Yetzirah existe seres de muy
diferentes tipos de ser y que no a todos hay que dirigirse de la misma manera. Aquellos
espíritus Yetziráticos elevados que en el sistema hebreo, en el enochiano o en sistemas
similares, son conocidos como Ángeles, son conjurados de una forma coherente con su
especial elevación. Lo mismo con las inteligencias, que aunque jerárquicamente de menor
rango que los Ángeles, son justamente lo que el nombre indica, y deben ser aproximadas con
reverencia, a la par que con completa autoridad. Con respecto a aquellos seres más próximos