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La Sabiduría Mágica. Libro III «Mysteria Magica - Ekiria

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Denning & Phillips Mysteria <strong>Magica</strong> 277<br />

Capítulo XXXIX<br />

SOBRE LAS ARMAS MÁGICAS EN GENERAL<br />

A cada uno de los Cuatro Mundos se hace corresponder una letra del Tetragrámaton, es<br />

decir, el Nombre Divino compuesto de los cuatro caracteres Yod, Heh, Vau, Heh. Puesto<br />

que dichos de los cuatro caracteres se asocian también a los cuatro elementos, se sigue de ello<br />

que se puede trazar una similaridad de función entre los cuatro Mundos y los cuatro<br />

Elementos. El Mundo de Atziluth corresponde al Fuego, el elemento más puro y aquel cuyo<br />

contacto la naturaleza humana puede soportar menos. Briah corresponde al Agua, el elemento<br />

que la vida y en el que en la evolución de nuestro mundo se engendraron las primeras formas<br />

vivas. Yetzirah corresponde al Aire, la atmósfera que rodea a la tierra sólida y que transporta<br />

nubes y semillas de lugar a lugar, mientras que el elemento de Assiah queda simbolizado de<br />

modo natural por el elemento Tierra. Debe recordarse, al mismo tiempo, que los cuatro<br />

Mundos tienen en común con los cuatro Elementos el que ellos tampoco existen en el<br />

universo en los estratos rígidamente separados, sino que por doquier se entremezclan en su<br />

acción y aparecen unidos en su operación.<br />

Sin embargo, el mago ha de aprender a distinguir entre sí las propiedades de los Elementos,<br />

incluso aunque éstos no estén separados, y esto por razones de claridad en sus intenciones y<br />

de exactitud en su trabajo. Es esencial que así se haga porque cuando los elementos no están<br />

separados deben ser equilibrados entre si, lo cual no puede dejarse al azar. En este sentido, la<br />

voluntad del mago viene tradicionalmente representada por el uso de las Cuatro Armas<br />

Elementales, tal como se les suele llamar, mediante la Vara gobierna el elemento de Fuego,<br />

con la Daga el Aire, con la Copa el elemento de Agua y con el Pentáculo el elemento Tierra.<br />

A este fin, un conocimiento del carácter de cada elemento es obligado. Si nos relajamos<br />

completamente y dejamos que nuestras mentes consideren el elemento Tierra, por ejemplo,<br />

fácilmente nos hacemos conscientes de su densidad e inercia, de su paciencia y de su<br />

pasividad; debemos entrar en el más profundamente antes de percibir la intensa actividad<br />

oculta, las pulsantes corrientes magnéticas, las semillas germinando, las raíces penetrando,<br />

las misteriosas alquimias de aluviones y campos, todo ello oculto por un aspecto cuyo único<br />

cambio aparente es el lento ciclo de las estaciones. Si ahora movemos nuestras mentes a la<br />

consideración del elemento Agua, podemos llegar a sentir un peso y una presión casi igual a la<br />

de la Tierra, pero sin cualidad estática. Ahora somos más inconscientes de la fluidez que se<br />

amolda a todo tipo de contorno, que se desliza casi imperceptiblemente a través de escollos y<br />

grietas para alcanzar su propio nivel, y que sin embargo puede excavar su propia vía a través<br />

de la roca, o que con el más suave y líquido toque puede moldear fragmentos mellados en<br />

redondeados guijarros. ¿Quién podrá aguantar la acometida de este elemento amoldable,<br />

tranquilo y productor de vida cuando se yergue con ira?<br />

A continuación, entramos en el mundo del Aire. Cabalgaremos exultantes sobre los vientos y<br />

reímos al contemplar cómo las aguas responden a nuestra llamada y se elevan para danzar<br />

con nosotros. Atravesamos raudos por encima del tornasolado desierto, y vemos cómo al girar<br />

repentinamente y elevarnos a las alturas la arena misma se transforma en una alta columna

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