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Bar-Matrioshka-y-otras-historias_ebook

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BAR MATRIOSHKA y <strong>otras</strong> <strong>historias</strong> Alexis López Vidal<br />

<br />

a su viuda, al cargo del futuro dictador – que a la sazón<br />

contaba apenas dos años -, se le dispuso una pensión. (N.A.)<br />

El párroco dio un respingo, musitó una plegaria y se santiguó.<br />

No le era ajeno que un fallecido se inmiscuyera en la vida de los vivos<br />

si lo considerara necesario. Aún se recordaban en Los Milagros los<br />

aullidos que despertaban en mitad de la noche a una pareja de<br />

campesinos que había decidido tapar un pozo que se había secado;<br />

no recobraron la calma hasta que se descubrieron enterrados en el<br />

limo del pozo los huesos de un viejo perro que, desaparecido hacía<br />

años, al parecer había caído dentro. Por lo visto, en vida gustaba de<br />

mirar la luna y muerto había seguido la costumbre. Tapado el pozo, le<br />

habían privado de esta vista.<br />

- General Igualada - respondió Bastida - tu padre no descansa<br />

porque algo lo apesadumbra. Y será tu sombra hasta el día en que lo<br />

liberes de esa carga. ¿Te ha hablado, acaso? ¿Te ha revelado sus<br />

pesares?<br />

- ¡Nada dice! Ese espíritu descarnado se me presenta en los<br />

lugares más insospechados, en el momento más importuno… - dijo<br />

Igualada, negándose a concluir la frase.<br />

- ¿Y qué momento es ése, mi General? – preguntó Bastida,<br />

seriamente intrigado.<br />

- Tan infame es, Romulano, tan infame… - Igualada sudaba,<br />

y notaba arenoso el paladar - ¡que siempre me asalta cuando yazco<br />

con hembra! Me perturba, y clava en mí una mirada blanquecina en la<br />

que leo su total desprecio, pero ¡nunca dice nada! Y en esas me veo,<br />

Romulano, resignado a no tener contacto con mujer alguna por el<br />

cruel acoso de un espíritu…<br />

Bastida rumió el asunto unos instantes, y al fin, dio con la<br />

respuesta, dando gracias al cielo.<br />

- Mi General, voy a hablarte con franqueza – dijo – tienes<br />

cuarenta y tres años y no has tomado esposa. Ahora que las balas han<br />

dejado de silbar a tu alrededor, tu padre no se resiste a que la simiente<br />

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