Bar-Matrioshka-y-otras-historias_ebook
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BAR MATRIOSHKA y <strong>otras</strong> <strong>historias</strong> Alexis López Vidal<br />
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- Hace muchos años que se fue, amigo. Y a estas alturas, ya<br />
es difícil que vuelva.<br />
- Sería un milagro ¿verdad? – preguntó el viejo. El payaso<br />
asintió haciendo descender lentamente su nariz, como un piloto<br />
encendido que indicaba la inmutabilidad de los hechos - por eso lo<br />
sigo intentando con el elefante. Porque también es un milagro. Y ya<br />
ocurrió una vez, ¿por qué no habría de ocurrir de nuevo?<br />
- Giuseppe – dijo el payaso, adoptando un tono solemne que<br />
chirriaba contemplando en su conjunto la casaca a topos y la<br />
desproporcionada pajarita – tu elefante jamás montará en bicicleta.<br />
Eso es imposible.<br />
II. Güisqui rumano<br />
El enano acondroplásico le sonrió con un contradictorio aire<br />
de superioridad desde un remoto confín de su memoria. «¡Enano<br />
maldito!» – masculló el viejo mientras se colocaba los enormes lentes.<br />
Todavía a su edad, pese a los ojos escarchados, conservaba aquella<br />
mala costumbre, y no transigía con la recomendación popular de usar<br />
sus anteojos durante el espectáculo. Su mirada a través de los gruesos<br />
cristales le devolvió una imagen desoladora, y quizás, en todo o en<br />
parte, aquello era la causa de que rehusara la ayuda de artificios en su<br />
mirada. Contempló el interior de la desvencijada y solitaria caravana<br />
de feriante con una punzada de dolor. Encendió el televisor portátil en<br />
blanco y negro, lo sacudió un par de veces pretendiendo ajustar la<br />
imagen a golpe marcial y clavó sus ojos en aquellos tipejos a los que<br />
tanto odiaba. Sabía perfectamente que los encontraría al otro lado.<br />
Como cada día, tras la función.<br />
- ¡Malditos payasos de la tele! – gruñó con el puño en alto,<br />
observando a Fofó haciendo sus gracias - ¡y maldito enano! Todo es<br />
por su culpa. Pero algún día… algún día…<br />
Alguien llamó a la puerta con unos golpes suaves y Giuseppe<br />
Buono retuvo su atención por un instante, antes de abrir, en un póster<br />
amarillento de una época pretérita que lo retrataba al lado de una<br />
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