Bar-Matrioshka-y-otras-historias_ebook
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BAR MATRIOSHKA y <strong>otras</strong> <strong>historias</strong> Alexis López Vidal<br />
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El chorizo de la disputa con mi buen don Rodrigo era una<br />
ristra grimosa, de hedor nauseabundo y que aquél, después de haber<br />
desechado de su mesa, me restregaba sin compasión ninguna por las<br />
mismas narices.<br />
- No agrie el carácter vuestra merced, don Rodrigo, que<br />
podría indigestar el lustroso queso de Tronchón del que gustáis.<br />
Con los ojos descabalgados de sus cuencas miraba yo a aquel<br />
queso, y las vituallas ricas y variadas y sabrosas que lo acompañaban.<br />
- Cierto es, bellaco, cierto es… Anda con los avíos a las<br />
caballerizas y cuida de que mi montura esté serena. Si acusa el frío<br />
durante la noche, préstale abrigo con tus ropajes, que esta vianda que<br />
te doy ya te proveerá a ti de calor bastante.<br />
- Como ordene vuestra merced, don Rodrigo.<br />
De esta fortuna me pasaba yo la vida en la casa de mi señor,<br />
pasando la noche en cueros para calentar a un asno desnutrido con<br />
ínfulas de corcel brioso. Mas por contra era en estas noches cuando<br />
saboreaba yo lo poco que de libertad disfruta un criado, cuando en las<br />
horas del sueño la casa aparecía despejada y la cocina carente de<br />
vigilancia. La alacena asaltaba yo desnudado, que eran mis vestidos<br />
en cuidado de la montura, y así, como mi madre me dispuso en este<br />
mundo, trajinaba moviéndome entre sombras y pellizcaba los quesos y<br />
amorraba los pellejos de vino hasta que saciaba mi hambre o colmaba<br />
mi sed o tiritaba de frío.<br />
Esta costumbre dio pie a un suceso primero bueno y luego<br />
muy malo, que fue origen de gran disgusto para mi señor y molienda<br />
para mis huesos. Ocurrió que<br />
NOCHE SEGUNDA, en que le hablo al Bachiller<br />
DE LA COSTURERA MARGARITA, MANTENIDA DE DON<br />
RODRIGO, Y LA TORMENTA QUE OBRÓ EL PRODIGIO DE NO<br />
DESCARGAR AGUA<br />
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