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Bar-Matrioshka-y-otras-historias_ebook

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BAR MATRIOSHKA y <strong>otras</strong> <strong>historias</strong> Alexis López Vidal<br />

<br />

don Rodrigo, que por designio del buen Dios perdiera a su<br />

amada señora doña Isabel por complicaciones de parto, y habiendo<br />

acontecido el quebranto años atrás, que era barba cana la de mi amo<br />

cuando sucedió esto que hablo, había encontrado solaz en la<br />

compañía de una moza costurera de nombre Margarita. Y juzgando<br />

oportuno que la tela de su sayo fuera aquélla a remendar día sí y día<br />

también, y a fe que de buen hilo habían de ser sus costuras, como<br />

referiré más tarde, campó la muchacha de contino por la casa entera<br />

con reserva primero y audacia después, que pronto se le hizo bobería<br />

hacer ocultamiento de esta venialidad.<br />

- Rebollones, haz cargo de esta muchacha y dispón del arcaz<br />

lo necesario para preparar un lecho, que se avecina tormenta y ya está<br />

su padre apercibido de que será guarda en mi casa – esto me dijo mi<br />

señor un día, y yo, extrañado de que el cielo abierto no dejara ver las<br />

nubes negras, tuve por cierto que eran <strong>otras</strong> sus intenciones y nada<br />

dije al respecto.<br />

Al término de la cena, que la costurera Margarita compartió<br />

con don Rodrigo, en la que mi buen señor, por una vez dichoso de<br />

participar la mesa, bromeó y habló más de lo acostumbrado y regó<br />

cada chanza y cada historia con generoso vino, y en la que no me<br />

percaté yo de más truenos que mi rugir propio de tripas, fui mandado<br />

como era usanza a la caballeriza a disponer de abrigo al caballo. Y en<br />

entrando la noche, una vez que le hube perdido yo la aprensión a ser<br />

mal sorprendido, dejé al animal uniformado y bien provisto de<br />

ensilado y me encaminé a la cocina ya haciéndoseme la boca agua de<br />

pensar en unas codornices que a don Rodrigo se le hicieron gallos de<br />

haber llenado tanto el buche.<br />

- Mejores zurcidos y puntadas te hacen falta, Rebollones, si<br />

tan roñosos te son los ropajes en tapar tus vergüenzas – esto, como lo<br />

refiero, fue lo que oí yo a mis espaldas.<br />

La moza Margarita me miraba entre pícara y burlona, y no<br />

sabía yo si temer de la presencia de mi señor, por todo lo cual me<br />

vinieron a la cara muchísimos rubores, no sabiendo si sería mayor el<br />

castigo por abandonar a la montura, por saquear de su despensa o<br />

por verme descubiertos los atributos ante la zagala.<br />

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