Bar-Matrioshka-y-otras-historias_ebook
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BAR MATRIOSHKA y <strong>otras</strong> <strong>historias</strong> Alexis López Vidal<br />
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propio de los profesionales de la barra fija, a mitad de mañana,<br />
cuando el suministro de belmontes deja paso a la caña corta,<br />
precediendo a la entrada de Anna Fedorova en su vida.<br />
- Menuda hembra…<br />
Inocencio, parapetado tras el grifo de cerveza, la contempló<br />
cruzar el umbral del <strong>Bar</strong> Catalina sintiendo un estremecimiento en el<br />
bajo vientre; un arrebatamiento primario, carnal, que creía perdido<br />
desde mucho antes de dar sepultura a la santa esposa que le dio dos<br />
hijos y nombre al establecimiento.<br />
Anna Fedorova había nacido menos de treinta años antes,<br />
lejos del ornato de San Petersburgo y muy cerca del mugido del<br />
ganado ruso. Sin embargo, era difícil resistirse a ese encanto de club<br />
de carretera, a aquella estampa arrancada en su conjunto de la<br />
pantalla de un cine de barrio setentero. Inocencio contempló<br />
extasiado la generosa silueta atrapada en un vaquero de pitillo; el<br />
busto amenazando la hombría más chulesca, coronado de un símil de<br />
leopardo; el cabello blondo, dorado a conciencia de enmascarar la raíz<br />
oscura; los grandes ojos verdes, realzados por el abuso del rímel, que<br />
le estrangularon el seso cuando se despojó de las gafas negras.<br />
- ¿Qué va a ser? – le preguntó él, satisfecho como pocas veces<br />
en su vida de aquella profesión de servidumbre, que le permitía<br />
dirigirse, casi sin miedo, a aquella amazona de las estepas.<br />
- Yo busco trabajar, ¿…posible aquí? – le respondió ella con<br />
acento marcado y voz susurrante, de chiquilla temerosa. Qué<br />
importaba si la había utilizado antes o no en otros menesteres,<br />
capitalizando sus caricias, el problema era evadir aquella voz exhalada<br />
como un cálido aliento brotando de los labios carnosos.<br />
- ¿Trabajar? – el corazón de Inocencio se desbocó en el<br />
interior del pecho sexagenario, palpitando al estroboscópico ritmo de<br />
una proyección; fotogramas lanzados contra una pared en la que se<br />
contemplaba junto a aquella mujer, al acabar la jornada,<br />
compartiendo si quiera la soledad al cobijo de su belleza - ¿qué sabe<br />
hacer?<br />
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