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Bar-Matrioshka-y-otras-historias_ebook

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BAR MATRIOSHKA y <strong>otras</strong> <strong>historias</strong> Alexis López Vidal<br />

<br />

están los de la propaganda! Espérate aquí, hijo, que ahora vuelvo y<br />

liquidamos este asunto…<br />

La madre-gánster de Granados Melgarejo se marchó,<br />

dejándole a solas en una especie de híbrido entre despacho de<br />

Samuel Spade y cocina; poblando el suelo, que recordaba a un<br />

damero de ajedrez, había una sólida mesa de madera llena de<br />

carpetas, un archivador metálico y una lámpara de corte industrial,<br />

también un infiernillo de gas y una estantería con botes de especias,<br />

un horno y una estatuilla de San Pancracio con una moneda extinta<br />

de veinticinco pesetas – de las del agujero en el centro – atravesada en<br />

el dedo del santo como un donuts. Olía a tabaco negro y croquetas de<br />

bacalao.<br />

Granados se percató de que estaba atado a una silla, aunque<br />

las cuerdas que lo retenían estaban anudadas con poca fuerza – su<br />

madre tenía los huesos frágiles –, y de que su única oportunidad de<br />

evasión era moverse lo suficiente como para desligarse y huir.<br />

Comenzó a zarandearse de un lado a otro y a saltar en la silla.<br />

- ¡Muévete! – le espoleó una voz cavernosa - ¡vamos!<br />

¡muévete!<br />

Granados no supo identificar de dónde procedía aquella voz<br />

que le animaba en su huida.<br />

- ¡Que te muevas, pedazo de imbécil!<br />

De pronto despertó, y se encontró de nuevo, como<br />

catapultado, en el interior de su Opel Astra del 96. A ambos lados los<br />

vehículos habían proseguido su marcha y Granados se había<br />

convertido en un tapón de corcho que amenazaba con hacer reventar<br />

el ánimo de la hilera de conductores a su espalda.<br />

Granados Melgarejo suspiró y apretó el acelerador. Se<br />

preguntó dónde quedarían sus expectativas, quizá en el arcén o justo<br />

en mitad de la carretera, a expensas de ser atropelladas como un gato<br />

por uno de los energúmenos que continuaban vilipendiándole porque<br />

llegaban tarde. Aquella insistencia, dedujo, al menos significaba que<br />

les importaban sus trabajos. A Granados, no. Granados Melgarejo<br />

<br />

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