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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />
patibles, porque precisamente permite unirlas la capacidad<br />
de rectificar, de corregirse. ¡No pueden olvidar los padres que<br />
—si su conducta ha carecido de coherencia y la familia lo ha<br />
presenciado— aleccionan también a los hijos cuando rectifi-<br />
can delante de ellos, cuando reconocen que se han equivo-<br />
cado y se corrigen! Ese comportamiento encierra una gran<br />
lección: la lección de su lucha sincera por actuar bien, sin hi-<br />
pocresías. ¡Qué contento estará el Maestro con esos padres,<br />
tan distintos de aquellos fariseos que le apenaban porque no<br />
querían ni buscaban convertirse! (cfr. Mt 23).<br />
Mostrar el amor paterno de Dios: educar en la libertad<br />
y responsabilidad de los hijos de Dios<br />
La educación cristiana de los hijos reviste una importan-<br />
cia muy particular en un punto: mostrar que Dios es Padre y<br />
exponer adecuadamente a los propios hijos que son hijos de<br />
Dios y como tales deben comportarse. «La filiación divina<br />
—predicó incansablemente san Josemaría— es una verdad<br />
gozosa, un misterio consolador. La filiación divina llena toda<br />
nuestra vida espiritual, porque nos enseña a tratar, a conocer,<br />
a amar a nuestro Padre del Cielo, y así colma de esperanza<br />
nuestra lucha interior, y nos da la sencillez confiada de los hi-<br />
jos pequeños. Más aún: precisamente porque somos hijos de<br />
Dios, esa realidad nos lleva también a contemplar con amor<br />
y con admiración todas las cosas que han salido de las manos<br />
de Dios Padre Creador. Y de este modo somos contemplati-<br />
vos en medio del mundo, amando al mundo» 21 .<br />
Con el amor paterno y materno que sienten por sus hijos,<br />
incondicional y abnegado, dispuesto siempre al perdón,<br />
comprensivo y gratuito, los esposos cristianos transparentan<br />
21 San Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 65.<br />
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