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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />
sufrimiento propio! ¡Cuánto recordaríamos a Dios en nues-<br />
tra oración las necesidades de los demás, si tal postura no re-<br />
quiriera olvidarnos un poco o un mucho de las nuestras!<br />
A la vista de las inequívocas exigencias de Jesús, cabría con-<br />
cluir erróneamente que ser cristiano de verdad resulta imposi-<br />
ble a la criatura: tanta virtud, tanta dedicación abnegada, tanto<br />
sacrificio no están al alcance de nuestras fuerzas. No se exclui-<br />
ría que alguno, quizá por especial sensibilidad y reciedumbre,<br />
fuera capaz de transformar su caminar terreno en algo pare-<br />
cido a un sacerdocio; pero se debería negar esta facultad al co-<br />
mún de los mortales. Si aceptáramos ese planteamiento, debe-<br />
ríamos afirmar también que nadie puede ser y vivir a/mo un<br />
hijo de Dios; que la misión de la Palabra encarnada y la del<br />
Amor increado resultan inútiles. Deberíamos rechazar la esen-<br />
cia misma del cristianismo, en contraste con tan innumerables<br />
testimonios de mujeres y hombres sumamente felices; porque<br />
ser, saberse y obrar como hijo de Dios, enlaza con imitar fiel-<br />
mente al Hijo eterno en su misión mediadora, culminada his-<br />
tóricamente en el Calvario; porque vivir de Amor consiste en<br />
gastar los días y las horas y los minutos en una entrega total y<br />
eficaz para agradar al Padre y al Hijo, que son origen de ese<br />
Amor e invitan a gustar de ese Amor, verdadera y única felici-<br />
dad definitiva, también mientras se lucha aquí abajo.<br />
La religión cristiana exige ciertamente heroicidad, no se<br />
abre como un camino cómodo, no lo ha sido nunca; pero sí<br />
se demuestra un camino posible, que incluso ofrece más<br />
compensaciones en la tierra que las otras sendas. Ahí están,<br />
para probarlo, los innumerables santos que han jalonado<br />
constantemente la historia de la Iglesia; y ahí están, descono-<br />
cidas pero no menos heroicas, muchísimas personas que han<br />
sabido negarse a sus pasiones para afirmar la gracia de Dios<br />
en su propia alma y en la de tantos otros.<br />
Las dos alternativas a este sendero, aparentemente fáciles,<br />
son falsas: la de negar la factibilidad de la propuesta de Cristo<br />
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