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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />

del sacerdocio ministerial. ¡Qué responsabilidad recae sobre<br />

los sacerdotes católicos en cuanto a la santidad y a la fideli-<br />

dad de los demás cristianos! En nuestras manos consagradas<br />

por el sacramento del Orden están el Cuerpo y la Sangre que<br />

a los demás enciende y vivifica. Ellos miran atentos nuestras<br />

manos —como los ojos de la esclava penden de las manos de<br />

su señora (cfr. Sal 122, 2)— porque ahí baja su Señor, sin el<br />

cual nada pueden; se halla Cristo, que es su Camino, su Ver-<br />

dad y su Vida. En la piedad eucarística de un sacerdote se<br />

apoya en gran medida la piedad eucarística de la comunidad<br />

cristiana que él atiende. «Sacerdote eucarístico, pueblo euca-<br />

rístico», se ha dicho; y nada más cierto. «En otras palabras,<br />

un sacerdote vale cuanto vale su vida eucarística, especial-<br />

mente su Misa. Misa sin amor, sacerdote estéril. Misa fervo-<br />

rosa, sacerdote conquistador de almas. Devoción eucarística<br />

poco amada o descuidada, sacerdocio en peligro y en vías de<br />

difuminación» 11 .<br />

Se comprende, que la Iglesia haya entendido siempre el<br />

sacerdocio ministerial como un servicio al sacerdocio común de<br />

todos los cristianos, incluidos los pastores. Jesús mismo quiso<br />

enseñarlo así aquella última noche con un gesto inolvidable.<br />

Preparación para cada Misa:<br />

«no presentarse con las manos vacías»<br />

El cuarto evangelista no ha recogido las palabras de Jesús<br />

mientras convertía el pan en su Cuerpo y el vino en su San-<br />

gre, la noche antes de su pasión y muerte. Se suele comentar<br />

que el apóstol Juan lo consideró suficientemente afirmado en<br />

los otros tres evangelios y en la primera carta de san Pablo a<br />

los Corintios; y prefirió transmitirnos el discurso del Pan de<br />

11 Juan Pablo II, Alocución a los sacerdotes, 16-11-1984.<br />

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