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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />
han brotado torrentes medicinales. El trabajo humano bien<br />
terminado se ha hecho colino, para descubrir a Dios en to-<br />
das las circunstancias de la vida, en todas las cosas. Y ha ocu-<br />
rrido precisamente en nuestro tiempo, cuando el materia-<br />
lismo se empeña en convertir el trabajo en un barro que ciega<br />
a los hombres, y les impide mirar a Dios» 20 .<br />
Impregnar de espíritu cristiano la cultura y la sociedad<br />
La eficacia humana y sobrenatural de cualquier ocupa-<br />
ción profesional no queda nunca encerrada en el ámbito de<br />
la persona que la realiza; la historia y la razón nos convencen<br />
fácilmente de lo contrario. Y otro tanto sucede en el orden<br />
sobrenatural, como apuntaba antes hablando de esa «misa»<br />
de veinticuatro horas que cada cristiano puede vivir. Esa efi-<br />
cacia tiene incidencia social: tanto en la configuración del<br />
ambiente y de la cultura general de una comunidad humana,<br />
como en sus estructuras e instituciones, en su estilo de vida y<br />
en las manifestaciones del espíritu humano, en los varios<br />
campos de la ciencia y del arte.<br />
El trabajo santificado colabora —sin ruido pero con efi-<br />
cacia— a inculturar la fe, precisamente porque supone un<br />
ejercicio vivo y profundo de las virtudes teologales; y porque<br />
el cristiano lo ejercita en los mil diversos ámbitos y situacio-<br />
nes en que se desenvuelve, codo a codo con los demás hom-<br />
bres y mujeres.<br />
También a ese nivel de influjo social benéfico en lo hu-<br />
mano, la fe y el trato con Jesucristo en la Eucaristía resultan<br />
decisivos. Me he referido ya al poder transformador del San-<br />
tísimo Sacramento sobre la vida de las personas. De modo<br />
análogo a como las palabras de Cristo, que el sacerdote pro-<br />
20 Mons. Alvaro del Portillo, Carta, 30-IX-1975, n. 20.<br />
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