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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />
Jesús, desde el principio de su predicación, en el sermón<br />
del monte que nos transmite san Mateo, enseña claramente<br />
que un hijo de Dios perdona a quienes le han ofendido. Su<br />
ser y su sentido de la filiación divina están estrechamente li-<br />
gados a la certeza de la misericordia con que Dios le trata, y<br />
le impulsa, en consecuencia, otorgar gustosamente el perdón<br />
a los demás.<br />
Para que nos quedara claro este punto, Jesús afrontó el es-<br />
cándalo de los fariseos cuando perdonó al paralítico sus pe-<br />
cados (cfr. Mt 9, 1-8) y cuando se sentó a comer con los peca-<br />
dores en casa de Leví (cfr. Mt 9, 10-13). Dijo a Pedro y a los<br />
otros Apóstoles que tendrían que perdonar siempre a sus her-<br />
manos, y les explicó la razón: más debe cada uno de vosotros<br />
a Dios, más os ha sido perdonado (cfr. Mt 18, 21-35). De-<br />
claró bienaventurados a los misericordiosos porque alcanza-<br />
rán misericordia, yendo así contracorriente en un ambiente<br />
vengativo y duro con los débiles y los derrotados (cfr. Mt 5,7).<br />
El Señor insistió reiteradamente en este punto. Insistió,<br />
porque conocía la dificultad del hombre para entenderlo,<br />
para asimilarlo; y porque resulta fundamental para acoger el<br />
don de la filiación divina, íntimamente vinculado con el de<br />
la fraternidad sobrenatural. Explica san Agustín que no reci-<br />
birá la herencia del Señor quien rechace el testamento de la<br />
paz; no puede estar en concordia con Cristo quien se obstina<br />
en permanecer en discordia con el cristiano 5 . Perdona quien<br />
se siente hijo y se sabe perdonado; quien mira al otro como a<br />
un hermano, otro hijo del mismo Padre. Lo había enseñado<br />
claramente el apóstol Juan: «Si alguno dice: "Amo a Dios", y<br />
aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama<br />
a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no<br />
ve. Y hemos recibido de Él este mandamiento: quien ama a<br />
Dios, que ame también a su hermano» (1 Jn 4, 20-21).<br />
5 Cfr. San Agustín, Sermón 59.<br />
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