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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />
también que las cuidemos y administremos según Él quiere:<br />
imitando su obediencia hasta la muerte de Cruz, que —en-<br />
tre otras cosas— significa ahora realizar los gestos sacerdota-<br />
les también en espíritu de obediencia al Padre (en este caso,<br />
además, es obediencia también a la Iglesia nuestra Madre);<br />
ofreciendo a los fieles un servicio puro y santo, como Él nos<br />
lo ha ofrecido a todos; cuidando con rigor la liturgia pres-<br />
crita, valorando a fondo todos sus detalles.<br />
«Haced esto en memoria mía». Además de su significado<br />
propio, podemos ver también en estas palabras que Jesús<br />
pide a sus discípulos que imiten su vida y su conducta; que<br />
entreguen su vida para gloria de Dios y salvación de todos<br />
los hombres y mujeres que pueblan la tierra; en definitiva, les<br />
reclama plena unión e identificación con Él. En este sentido,<br />
las palabras de Jesús suenan también como un requerimiento<br />
de nuestro afecto, parecen implorar nuestro cariño. Como si<br />
sugiriera: «No os olvidéis de mí, no os olvidéis de mi amor,<br />
nos os olvidéis de mi entrega por vosotros».<br />
No olvidar el amor: «sacerdote eucarístico,<br />
pueblo eucarístico»<br />
Cada uno habrá podido contemplar, a lo largo de sus<br />
años, en ocasiones con estupefacción, la capacidad que todos<br />
tenemos de olvidar las cosas más grandes, los eventos más<br />
notables, las personas más queridas. Quizá sea un recurso<br />
para defenderse del pasado que se acumula a nuestra espalda,<br />
al marchar hacia adelante en el caminar terreno; quizá surge<br />
como una manera de no quedar atrapado por sucesos, pala-<br />
bras y personajes que ayudan, pero que se estiman como un<br />
estorbo para afrontar el presente, para acometer esa lucha<br />
dura por sobrevivir, por llegar a la meta. Quizá manifiesta<br />
simplemente la pequenez humana, la ingratitud del corazón,<br />
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