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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />
mas de trabajo, de salud, de dinero, y muchos otros, pero en<br />
el fondo de su vida no enraizará la visión problemática. En<br />
cambio, quien haya rechazado a Cristo, quizá posea dinero,<br />
salud, prestigio social, etc.; pero su situación interior se mos-<br />
trará realmente problemática, porque no habrá descubierto<br />
el sentido de su paso por la tierra, no habrá conocido aún su<br />
verdad más íntima y profunda.<br />
La esencia del cristianismo es Jesucristo presente y ope-<br />
rante en la Eucaristía. Desde ese augusto sacramento, el Hijo<br />
de Dios encarnado continúa edificando su Cuerpo, la Iglesia,<br />
y vivificando a cada uno de sus miembros.<br />
La Eucaristía encierra el tesoro de la Iglesia y de cada cris-<br />
tiano; el centro y la raíz, el culmen y el quicio de su vida y de<br />
su actividad, como expresamente ha querido recordar varias<br />
veces el último Concilio 2 . Lo proponía también Juan Pablo II<br />
al concluir su última encíclica: «Dejadme, mis queridos her-<br />
manos y hermanas que, con íntima emoción, en vuestra<br />
compañía y para confortar vuestra fe, os dé testimonio de fe<br />
en la Santísima Eucaristía. Ave, verum corpus natum de Mana<br />
Virgine, / veré passum, immolatum, in cruce pro homine!Aquí<br />
está el tesoro de la Iglesia, el corazón del mundo, la prenda<br />
del fin al que todo hombre, aunque sea inconscientemente,<br />
aspira (...).<br />
»En el alba de este tercer milenio todos nosotros, hijos de<br />
la Iglesia, estamos llamados a caminar en la vida cristiana con<br />
un renovado impulso. Como he escrito en la Carta apostó-<br />
lica Novo millennio ineunte, no se trata de «inventar un nuevo<br />
programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido<br />
por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva,<br />
en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para<br />
vivir en El la vida trinitaria y transformar con El la historia<br />
hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste» (n. 103).<br />
2 Cfr., por ejemplo, decreto Presbyterorum ordinis, nn. 5-6, 14.<br />
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