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Javier Echeverría EUCARISTÍA Y VIDA CRISTIANA<br />
la superficialidad que nos amenaza. En todo caso, el olvido<br />
aparece como una realidad que nos afecta, a la manera que,<br />
en las latitudes nórdicas, el viento frío hiela plantas y hom-<br />
bres, y sume todo en el silencio.<br />
Dios no quiere ser olvidado, se resiste a esa postura de la psi-<br />
cología humana; cabe afirmar que «protesta». Este Dios celoso,<br />
amigo del hombre, deseoso de permanecer a nuestro lado y de<br />
participar en nuestra vida para meternos así en la suya; este Dios<br />
enamorado del hombre no quiere ser olvidado por nosotros.<br />
Cuando sacó a los israelitas de Egipto, librándolos de la esclavi-<br />
tud con numerosos gestos salvíficos y portentosos, conducién-<br />
dolos a través del mar y del desierto, sosteniéndolos con el maná<br />
y con el agua de la roca, les insistió mil veces: mirad que no os<br />
olvidéis de mí, de los portentos que he obrado en vuestro favor,<br />
del camino que os he abierto en las aguas y en la soledad...<br />
«Debes recordar todo el camino que el Señor, tu Dios, te<br />
ha hecho recorrer por el desierto durante estos cuarenta años,<br />
para hacerte humilde, para probarte y conocer lo que hay en<br />
tu corazón, si guardas o no sus mandamientos. Te humilló y<br />
te hizo pasar hambre. Luego te alimentó con el maná, que<br />
desconocíais tú y tus padres, para enseñarte que no sólo de<br />
pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del<br />
Señor. El vestido que llevabas no se gastó y tus pies no se hin-<br />
charon en estos cuarenta años. Reconoce en tu corazón que<br />
el Señor, tu Dios, te corrige como un hombre corrige a su<br />
hijo. Guarda, por tanto, los mandamientos del Señor, tu<br />
Dios, marchando por sus caminos y temiéndole (...). Esmé-<br />
rate en no olvidar al Señor, tu Dios, dejando de cumplir los<br />
mandamientos y normas que hoy te ordeno. No vaya a ocu-<br />
rrir que al comer y saciarte, construir hermosas casas y habi-<br />
tarlas, al crecer tus vacadas y tus rebaños, al abundar en plata<br />
y oro, al aumentar todos tus bienes, se engría tu corazón y te<br />
olvides del Señor, tu Dios. Él es el que te sacó del país de<br />
Egipto, de la casa de la esclavitud» (Dt 8, 2-6.11-14).<br />
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