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Justa distribución del sufragio como poder
España. Pues asímismo resultaría penoso que los residentes en el extranjero
experimentaran parecidos sentimientos.
El amplio consenso político para que pudiera prosperar la reforma, es,
naturalmente, incuestionable. Pero casi dos millones de votos son una
*razón* de tanto peso en un sistema democrático que, a mi juicio, no es
fácil resistir a ella, ni pasarla por alto. Si los emigrados, mostrándose unidos,
reclamaran circunscripción propia, quisiera saber qué partido se atrevería
a negársela.
La tercera razón no es más convincente. La calificación del Congreso
como “Cámara ideológica” no tiene, a mi juicio, el mínimo refrendo constitucional.
Al menos, la constitución no da indicio alguno para semejante
inferencia. Es verdad que en la España de hoy aún gozan de preferencia
popular los partidos políticos sobre las agrupaciones de electores; pero uno
no sabe bien si son los intereses, las ambiciones, la simpatía por los líderes
o las ideologías lo que determina la afiliación o la pasajera adhesión a los
partidos. Lo que sí se sabe es que las ideologías están en notorio *crepúsculo*,
como ha percibido hace ya treinta años Fernández de la Mora (86) , y
que ideológicamente las escasas diferencias reales entre los partidos se van
desvaneciendo a medida que progresan las Ciencias y se reduce el aspecto
político de las cuestiones. ¿Y qué será del Congreso, concebido como quiere
el Sr. Roca, en el próximo poniente de las ideologías?
Tampoco la presencia de una circunscripción propia para los electores
que no residen en España implicaría menoscabo alguno a la voluntad
general (si queremos emplear el término anacrónico); al contrario, contribuiría
a conformarla con más exactitud. Pues tan españoles como los de
casa son los que se hallan lejos de España, sino que acaso, por añorarla, la
sientan con mayor intensidad. Y en fuerza del contraste entre el país
86) Vid. Fernández de la Mora: Op. cit. 1965.
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