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Justa distribución del sufragio como poder
En esencia, la representación proporcional estriba en fijar cocientes
electorales, tomando como dividendo el número de sufragios emitidos y
como divisor, el de representantes a elegir. Si “número de sufragios” = S y
“número de representantes” = R, tendremos: S/R = C; es decir, el cociente
electoral o el número de votos necesarios para obtener acta de diputado
(o de representante).
Imaginemos una circunscripción electoral donde hayan de elegirse
15 representantes; y sean los votos emitidos 27 650; compitan -supongamos-
cuatro partidos políticos: A, B, C, D, que, al fin, se repartan los sufragios
en las siguientes proporciones: 32%; 28%; 16%; 13%. Como el
cociente electoral exige por acta 1 843 votos, y el partido A ha obtenido
8 840; el B, 7 742; el C, 4 424 y el D, 3 594, dividiendo cada una de estas
cifras por aquel cociente, tendremos los siguientes resultados:
Partido A: 8 840/1 843 = 4, con un resto de votos, en principio
perdidos, de 1 468.
Partido B: 7 742/1 843 = 4, resto 70.
Partido C: 4 424/1 843 = 2, resto 738.
Partido D: 3 594/1 843 = 1, resto 1 751.
Aplicando el procedimiento anterior, tal como se ha expuesto, se
perderían votos y sobrarían representantes (aquí cuatro). Como todas las
actas han de ser asignadas, la cuestión es: ¿A quién se adjudican y cómo y
por qué? La respuesta depende de los fines políticos que se aspire a lograr.
tes; pero uno tiende a convertir el aserto del sabio francés (prudentemente moderado por él
mismo) en una especie de “juicio sintético a-priori”, en fuerza de su verosimilitud lógica. Vid.
sobre el tema el excelente estudio de Josep M. Vallés y Agustí Bosch: Sistemas electorales y
gobierno representativo, Barcelona, 1997, 156 ss. Sin embargo, la pregunta que se formulan
ambos autores sobre la naturaleza de variable dependiente o independiente de los sistemas electoral
y político, interesante, tal vez, desde el punto de vista sociológico (aunque la interacción
entre ambos factores sea lo más probable) carece por completo de trascendencia matemática,
como ellos mismos vienen a reconocer en los dos últimos capítulos de su libro, al estudiar la
cuestión desde ambas perspectivas. (Así, por cierto, no privan a la obra de un ápice de su valor).
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