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José Lois Estévez
una ideología, si en algo es errónea, ya en conjunto no puede ser verdad.
Imponerla, pues, como si lo fuera, no sólo es ir contra la libertad de expresión,
sino contra la esencia misma de la investigación científica. Por ello no
reputo admisible, como lo hace la CE, una imposición dogmática del sistema
democrático, que ni siquiera, como ningún otro, puede ufanarse de ser
verdadero (68) . Yo no sé con qué títulos quepa constreñir a nadie a la aceptación
de opiniones políticas determinadas, pues donde se atribuya el poder a
la mayoría, ¿qué otro poder estará autorizado a impedirle un cambio de criterio
tanto a consecuencia de indeseables resultados prácticos como de nuevas
convicciones teóricas que llegue a sustentar? (69) .
El fin institucional al que debe tender una ley destinada a regular el
ejercicio del sufragio es a procurar por todos los medios que se seleccione
a los más idóneos. Es decir, a los que ofrezcan mayores probabilidades de
68) Estudiando analíticamente las afirmaciones consubstanciales a la democracia sería difícil
encontrar alguna que pueda expresarse en auténticas proposiciones completas, cuanto más en
proposiciones que resistan la prueba de su verdad. Muy pocas podrían soportar una crítica rigurosa.
He tratado algunos aspectos de este problema en Agresividad del Poder y Derechos fundamentales,
2ª ed. Santiago, 1996.
69) Del mismo modo que una persona puede ser o llegar a ser escéptico respecto al credo democrático,
también cabe a la mayoría persuadirse de que son posibles sistemas políticos mejores y
más baratos. Incluso la dictadura (que no es, pese a lo repetido muchas veces, la única forma
política concebible en substitución de la democracia), puede tener, en algún lugar y tiempo,
mayor número de partidarios. La Historia confirma el hecho en muchas ocasiones. Y no sólo en
España. Pero, aparte de la dictadura, cuya peligrosidad no cabe negar, los llamados gobiernos
mixtos, que también pueden existir y han existido, ocupando un lugar intermedio entre dictadura
y democracia, no deben ser pasados por alto y ofrecen con dificultad flanco a la crítica.
Creo que se puede seguir hablando de gobiernos mixtos, según los dictámenes de Aristóteles y
Polibio (Política, VI, esp. III, IX; Histories, VI,.) Nuestro Donoso, en cambio, arguía: “Es verdad
que los antiguos hicieron otro descubrimiento que ha servido a los modernos para resolver
el problema; además de los tres Gobiernos indicados, reconocían la existencia de los Gobiernos
mixtos; y alborozados nuestros publicistas con hallazgo de tanto precio, mixto llamaron al
Gobierno que había dado a luz la civilización de Europa. A esto nada tengo que oponer, sino que
no hay Gobiernos mixtos, ni han existido jamás...”(Obras Completas, cit. 192. cfr. Carl Schmitt:
Teoría de la Constitución, cit,. 203 s.