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Justa distribución del sufragio como poder
8. LA SELECCIÓN DE LOS GOBERNANTES
MEJORES
Amén de todo esto, cuando hablamos de representación, estamos ya
reconociendo prácticamente la presunta imposibilidad de una auténtica
democracia: de la llamada democracia directa (50) . Que más allá de las
vocinglerías teóricas de los beneficiados por el sistema, siempre habrá que
segregar del pueblo a esos pocos destinados a mandar sobre él. Como la
sociedad no puede ni pretende autogobernarse, el problema consiste no en
determinar quienes *representen* al pueblo en las funciones de gobierno
(expresión carente de sentido) sino en descubrir quienes tengan los mejores
títulos para ser promocionados al desempeño de las mismas (51) .
Lo único cierto en la actitud del pueblo respecto al gobierno es que,
ciudadano por ciudadano, todos querrían ser gobernados por los más idóneos.
En el voto pueden errar o prevaricar, ya que el voto puede ser honesto,
equivocado o vendido; pero el íntimo deseo del elector que vota en
50) En su Democracia y desobediendia, (Marta I. Guastavino), Barcelona, 1985, pág. 117: escribe
Peter Singer: “Uno de los tópicos más comunes en la teoría política, que se repite en todos
los libros de texto elementales, es que si bien la democracia directa puede funcionar perfectamente
en una pequeña ciudad-Estado, evidentemente ne es realista esperar que suceda lo mismo
en una nacion-Estado de varios millones de personas. Insisto en que este tópico es indudablemente
falso. Con la moderna tecnología de comunicaciones de que hoy se dispone, seria perfectamente
factible la extensión a un Estado moderno, de una democracia en un estilo ateniense.
Sin demorarnos en detalles, es fácil pensar en dispositivos receptores del voto instalados en
domicilios privados y lugares públicos, conectados con un ordenador central y operados mediante
algún recurso personalizado, como los que se encuentran ya en uso para obtener dinero efectivo
de los cajeros automáticios de los bancos...”
51) En la obra citada en la nota 14, se esforzaba nuestro Donoso en buscar un fundamento al sufragio
universal directo; pero negando el mandato imperativo. En el fondo, lo que negaba era la
democracia misma y la soberanía popular. Más tarde lo vió claro. Vid. su obra fundamental: El
Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, en Obras Completas, II, 1946, págs.
347 ss.También la carta XIV a Gabino Tejado, Op. cit. II, 583 ss. y la dirigida al Cardenal Fornari
(Op. cit. 619)
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