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Justa distribución del sufragio como poder
Si el pluralismo político y la libertad de expresión no pueden menos
que abrirse a todas las ideologías, no veo cómo justificar la exclusión de
las concepciones no democráticas. El fundamento que podría invocarse
para defender este punto de vista sería el que blande todo gobierno contra
cualquier conato de insurrección o golpe de Estado. Incluso las actividades
preparatorias, aún sin haber recurrido a la violencia, son, por lo
general, castigadas como conspiración, proposición, provocación o inducción
criminales, aun cuando sean la consecuencia lógica de convicciones
o creencias mantenidas con la mayor firmeza. Es decir, realmente nunca
se considera ilimitada la libertad de expresión, sino que se cohibe cuando
se acude a la palabra para que su influencia sobre las masas desencadene
actuaciones contrarias a los designios del poder.
Sin embargo, ¿con qué argumentos cabrá prohibir la difusión sin violencia
de una doctrina política que no se concilie con la dogmática oficial
que cimenta un Estado? Aunque filosófica, científica y lógicamente sea
inconcuso que verdad y error nunca podrán ser tratados con neutralidad,
como si fueran iguales, lo cierto es que no existe tribunal humano legitimado
para decretar dónde residen una y otro. Y si bien no es posible en buena
lógica, contra lo que se dice a menudo, que en las creencias de cada persona
haya una parte de verdad; lo cierto es que la verdad absoluta no la tiene
nadie y que todos abrigamos y cometemos errores de continuo. Ahora bien,
como la verdad es una propiedad exclusiva de los seres (66) y de las proposiciones
(67) y éstas requieren objetividad, la llamada parte de verdad subjetiva
sólo tiene sentido si se quiere decir que por la mente de todo hombre desfilan
a veces juicios verdaderos. Pero un completo sistema de creencias, toda
66) Como lo dijo con acierto S. Agustín: “Verum est in quod est”, definiendo así la verdad óntica,
ya que los seres inexistentes no lo son de verdad.
67) La verdad lógica se da cuando un aserto es fiel a sus fuentes originarias de información y en
ninguna medida las traiciona. En este sentido incluso los principios de la teoría de probabilidades
pueden ser verdaderos, independientemente del resultado práctico de varias pruebas concretas,
pues siempre habrán de referirse a grandes números de acontecimientos. Y para ellos la
verdad es la que predice el cálculo.
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