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Justa distribución del sufragio como poder
a-priori de la abstención. Pues políticamente quienes se abstienen de
votar lo hacen por algo y su actitud, si es voluntaria, quiere expresar algo
y no se puede descartar (78) .
Esto aparte, no cabe negar que las leyes electorales, como los reglamentos
de un juego, siendo, como a menudo lo son, cláusulas de un convenio
adjetivo, aceptadas por mayoría suficiente, no plantean problemas
de Justicia, puesto que, por perseguir un fin necesario por medios legítimos,
excusan la unanimidad para su aprobación.
Tratan las elecciones de lograr de antemano un consenso sobre el
futuro gobierno, que desarme la disidencia y asegure la paz social en la
mayor medida posible. Lo que todo Gobierno precisa, sea cualquiera su
forma y signo, es la aquiescencia de los gobernados. Si la tiene, no carecerá
de legitimidad, en tanto no la pierda. La votación es un medio arbitrado
para manifestar el previo asentimiento a las promesas de un determinado
grupo político, conjeturando por adelantado si está, o no, en
condiciones de cumplirnos lo prometido. O sea, si sabe, puede y quiere
seriamente llevar a la práctica sus anunciados proyectos. La democracia y
la organización del sufragio tienden a que el Gobierno, por su procedencia
popular, cuente anticipadamente con el beneplácito de sus partidarios
y sienta desactivado el descontento de los opositores. Otras formas de
Gobierno tienen otros apoyos: la Monarquía, la tradición consolidada; la
78) En Nueva Enciclopedia Jurídica, VIII, Barcelona, Barcelona, 1956, 180, Xifra Heras, Jorge,
escribe: “El abstencionismo político falsea completamente el mecanismo del gobierno representativo,
rompiendo toda relación entre el sentimiento real del país y los resultados electorales,
pues al producirse la reducción excesiva del cuerpo electoral, los candidatos elegidos pueden
serlo por una minoría de ciudadanos, cuando se aspira a que cuenten con el voto del mayor
número posible..” Recuerda a este propósito unas palabras de Moreau ponderando el efecto que
pueden provocar los abstencionistas si les da, “bajo la influencia de cualquier excitación
momentánea” por “entrar bruscamente en escena”, “derribar a la mayoría y hundir al gobierno”.
Da cuenta luego hasta qué extremo de pasividad o displicencia ha subido la abstención en algunos
países, donde ha llegado a sobrepasar la mitad del electorado.
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