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Justa distribución del sufragio como poder
7. LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA Y LOS
PARTIDOS
Cabría ciertamente perfeccionar la matemática del sistema electoral;
lo difícil es que los procedimientos numéricos excusen la calificación de
arbitrarios. Los resultados de cada sistema no son indiferentes. En situaciones
concretas, el presuntamente mejor, puede darlos pésimos, bien por
implicar una falsificación de la auténtica voluntad política mayoritaria,
bien por fragmentar el parlamento en micropartidos, bien por desembocar
en una espiral de opciones estériles e invariantes, bien por conducir, por
simples vías de hecho, al tan abominado régimen monopartidista (47) .
En último término, uno de los más acusados defectos de la representación
proporcional estriba en no consentir la plena consecuencia con sus
principios legitimadores. No es posible llevarlos por completo hasta el fin.
Siempre habrá un momento en que las minorías dejen de estar representadas.
Además, el número mínimo de votantes con derecho a lograr un
acta de diputado (o representante) acaba por ser fijado con inevitable
arbitrariedad, no exenta de peligrosas discriminaciones e incluso de espaldas
a las cifras reales de población (48) .
47) Como señalaba Carl Schmitt, (Legalidad y Legitimidad, (Díaz García), Madrid, 1971, 46 ss.):
Admitidos los postulados del Estado legislativo parlamentario, sólo podrá ser ilegal y *tiránico*
quien ejerza el poder estatal o paraestatal sin contar con una mayoría mínima del 51%. Pero
“quien domine el 51% podría ilegalizar, de modo legal, al 49% restante”... “En consecuencia, por
encima de toda normatividad, la mera posesión del poder estatal produce una plusvalía política
adicional, que viene a añadirse al poder puramente legal y normativista, una prima superlegal a
la posesión legal del poder legal y al logro de la mayoría”.
48) Permitiendo, hasta cierto punto, las encuestas electorales pronosticar el porcentaje de sufragios
que obtendrá probablemente cada partido, los redactores de la ley electoral tienen en su
mano, mediante la elevación o la rebaja del Rubicón porcentual que decide la beligerancia partitocrática,
la mágica fórmula para admitir o excluir, a gusto de los seleccionadores, amigos y
enemigos. Y en esto estriba la gran falacia que vicia incurablemente la teoría del *Estado*. Pues
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