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Descargar - GaliciaAberta | Secretaría Xeral da Emigración - Xunta ...

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Justa distribución del sufragio como poder<br />

Pasemos ahora al extremo diametralmente opuesto. El país se convierte<br />

en algo así como un gigantesco campo de trabajo para prisioneros<br />

de guerra. To<strong>da</strong>s las activi<strong>da</strong>des humanas están programa<strong>da</strong>s, bajo severísima<br />

vigilancia. El control es total. Lo que ca<strong>da</strong> cautivo tiene que<br />

hacer... está meticulosamente previsto, y exigiéndose con aspereza, hay<br />

que cumplirlo con inflexible exctitud. El poder de los jefes es ilimitado;<br />

pero la libertad de los sojuzgados vale cero. La certidumbre en cuanto al<br />

presente tiende al máximo. Sería prácticamente nula la entropía y sumo<br />

el rendimiento, a no mediar constantes abusos de poder. Pero falta el<br />

esmero. La sociabili<strong>da</strong>d que<strong>da</strong> en pura ficción. Luego la estabili<strong>da</strong>d institucional<br />

sólo se obtiene y se mantiene merced a brutales alardes de<br />

despotismo.<br />

No considero necesario insistir en que cualquier régimen político que<br />

se aproxime a estos dos modelos constituirá un flagrante ejemplo de injusta<br />

distribución del poder.<br />

La pregunta es ahora ¿qué condiciones debe reunir una organización<br />

política para que se asegure en ella un reparto del poder conforme<br />

a Justicia?<br />

Hace falta, en primer lugar, como supo revelarlo Aristóteles, impersonalizarlo,<br />

de suerte que sean las leyes y no los hombres quienes ostenten<br />

la suprema potestad (18) .<br />

18) Aristoteles: Política, III, 11. “Es preferible que gobierne la ley que uno cualquiera de los ciu<strong>da</strong><strong>da</strong>nos,<br />

y según este mismo principio, aun cuando sea mejor que gobiernen determinados hombres,<br />

ellos deben ser designados como custodios de las leyes y como subordinados a ellas; ha de<br />

haber, en efecto, algún gobierno, pero evidentemente no es justo... que una sola persona gobierne<br />

cuando todos los ciu<strong>da</strong><strong>da</strong>nos son iguales. Puede objetarse que un caso cualquiera de los que<br />

la ley parece incapaz de definir, también un ser humano puede ser inepto para definirlo. Pero la<br />

ley educa especialmente a los magistrados para este fin, y luego los encarga de decidir y de administrar<br />

los asuntos que ella deja al aire “según lo mejor de su juicio”, y además les permite introducir<br />

por sí mismos cualquier enmien<strong>da</strong> que la experiencia les haga pensar que es mejor que el<br />

código ya establecido. Por consiguiente, el que recomien<strong>da</strong> que sea la ley la que gobierne parece<br />

imponer que sólamente sea Dios y la razón los que hayan de gobernar, mientras que el que<br />

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