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LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA. EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS
CAPÍTULO 1 / 1810-1860 LA INDEPENDENCIA Y LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
FABIO WASSERMAN - Revolución y Nación en el Río de la Plata (1810-1860)
Cada uno de estos pueblos constituiría así una nacionalidad que, como tal, tiene derecho a erigir un Estado nacional
en más, y ante el desconocimiento mutuo de las Juntas y de las autoridades virreinales que mantuvieron su fide-
soberano para que la represente políticamente. Desde este punto de vista que rigió y aún suele regir nuestra comlidad
a los gobiernos metropolitanos, la crisis de la monarquía devino en una compleja y extensa guerra civil
prensión del presente y del pasado, la Revolución de Mayo sólo podía ser una expresión de la nacionalidad argen-
durante la cual se fueron erigiendo nuevas unidades políticas que no respetaban necesariamente la traza de las
tina que procuraba emanciparse del dominio colonial para poder constituirse en una nación soberana.
En verdad, esta interpretación terminó de consagrarse alrededor de 1910 en el marco de las discusiones
divisiones administrativas coloniales.
acerca de la nación y la identidad nacional que se suscitaron durante los festejos por el Centenario. Su éxito se
puede apreciar en su rápida difusión y en su perduración que la convirtieron en una suerte de sentido común de
La soberanía de los pueblos y la creación de una nueva nación
la sociedad argentina, pero también en su capacidad para admitir los más variados contenidos y orientaciones sin
Los protagonistas de este proceso en el territorio rioplatense no fueron la nación o la nacionalidad
que mayormente se pusiera en cuestión su asociación con el origen de la nación. Aunque por ese mismo motivo ya
argentina, sino los pueblos que se consideraban soberanos o depositarios de la soberanía ante la ausencia del
no podía haber consenso en la caracterización de la Revolución y en la de sus protagonistas, temas en torno a los
monarca legítimo. Cabe señalar en ese sentido que en la tradición hispánica se reconocía como “pueblos” a las
cuales se entablaron a lo largo del siglo XX numerosas polémicas históricas que eran también políticas e ideoló-
comunidades políticas que tenían un gobierno propio y una relación de sujeción con el monarca como podían ser
gicas pues estaban teñidas por las diferentes ideas acerca de la nación que tenía cada sector o autor. De ahí que
las ciudades, provincias o reinos. En el virreinato rioplatense estos pueblos eran las ciudades pero entendidas no
estas disputas tendieran a organizarse en torno a polos antagónicos que obligaban a tomar partido por uno u otro:
tanto como un asentamiento humano o un ejido urbano, sino más bien como un cuerpo político con autoridad propia
Saavedra o Moreno; Buenos Aires o el interior; movimiento popular o elitista; origen civil o militar; influencia del
que en este caso eran los Cabildos.
pensamiento ilustrado francés o de la neoescolástica española.
Ahora bien, que los pueblos se consideraran como sujetos soberanos no implicaba en modo alguno
Ahora bien, desde hace algunos años los historiadores comenzaron a plantear que la nación es una cons-
que no existiera un concepto político de nación o que éste careciera de importancia. De hecho, los criollos nacidos
trucción reciente y no un sujeto que atraviesa toda la historia, la expresión de una esencia atemporal o una entidad
en el virreinato rioplatense, al igual que el resto de los americanos, se consideraban miembros de una nación: la
predestinada a constituirse como tal. Este cambio de perspectiva coincidió con la necesidad de revisar la idea
nación española que estaba integrada por la totalidad de los reinos, provincias y pueblos que le debían obediencia
transmitida durante generaciones según la cual la Revolución de Mayo había sido la expresión de la nacionalidad
a la Corona. Sin embargo, el enfrentamiento entre los gobiernos americanos y los representantes de las autoridades
argentina oprimida o de algún agente histórico capaz de representarla (ya sea la elite criolla, la burguesía por-
españolas en América, derivó rápidamente en una lucha contra la metrópoli durante la cual comenzó a invocarse
tuaria, el pueblo, un sistema de ideas o valores, etc.). Es que esa nacionalidad no sólo era entonces inexistente sino que,
el derecho a constituir nuevas naciones.
así planteada, también era inconcebible. De ese modo, como veremos a continuación, también se puso en cuestión
Este deslizamiento fue posible porque el concepto político de nación tenía entonces otro sentido que
la relación de causalidad entre nación y revolución, procurándose dar además otro tipo de explicaciones sobre las causas
el actual, pues hacía referencia a las poblaciones regidas por un mismo gobierno o unas mismas leyes sin que esto
de esta última y de los conflictos que le siguieron.
implicara necesariamente ninguna forma de homogeneidad étnica o de identidad cultural, religiosa, lingüística
o histórica. Dicho de otro modo: la nación como cuerpo político no dependía ni se fundamentaba en la existencia
La Revolución en el marco de la crisis de la monarquía
de una población con rasgos en común ni en la posesión de un territorio delimitado de antemano tal como lo
36 sostiene el principio de las nacionalidades. Además, y en el marco de los procesos revolucionarios que estaban 37
Este cambio de enfoque preside buena parte de los estudios recientes sobre el proceso revolucionario.
sacudiendo al mundo desde fines del siglo XVIII, se había ido difundiendo la idea de que la nación era una aso-
En efecto, la trama que le dio origen tiende a explicarse en el marco de una progresiva crisis económica y política
ciación que debía constituirse por la voluntad de sus miembros que eran los verdaderos soberanos y no los monarcas.
que estaba jaqueando a la monarquía española, la cual se fue potenciando por su poca afortunada participación
Y era en virtud de esta concepción que los pueblos rioplatenses podían dejar de pertenecer a la nación española
en los conflictos entre Francia e Inglaterra a comienzos del siglo XIX. Esta creciente debilidad se hizo evidente en
de la que se consideraban colonias, para pasar a constituir una nueva nación o, tal como ocurriría en el caso del
el Río de la Plata cuando las autoridades coloniales se mostraron impotentes para defender sus dominios durante
virreinato rioplatense, cuatro naciones: Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Esto permite entender por qué
las invasiones inglesas de 1806-1807. Sin embargo, es bueno advertirlo, eran muy pocos los que entonces pusieron
numerosos historiadores prefieren referirse al Río de la Plata y no a la Argentina durante la primera mitad del siglo
en duda la legitimidad del dominio español o, al menos, la pertenencia de América a la Corona.
XIX, procurando así evitar el anacronismo que implica considerar a esa nación como una entidad preexistente a
Esta crisis, que se había ido agudizando en forma acelerada a partir de 1805 con la derrota de la
la Revolución o que heredó sin solución de continuidad el virreinato. De hecho si hay un rasgo que caracteriza al
Armada Española en Trafalgar, se hizo irreversible a partir de 1808 como consecuencia de la acefalía provocada por
período posrevolucionario es la indeterminación con respecto a qué pueblos debían organizarse políticamente
las Abdicaciones de Bayona que, promovidas por Napoleón Bonaparte, derivaron en el desplazamiento del trono de
como nación, cuestión que no se resolvió hasta la segunda mitad de ese siglo.
los Borbones y en la coronación de su hermano José. Este cambio de dinastía, si bien fue aceptado por algunas
Pero no sólo no era claro qué pueblos se iban a asociar entre sí para constituirse como naciones, sino
autoridades, concitó un fuerte rechazo a ambos lados del Atlántico. En España se produjeron levantamientos popu-
que también estaba en discusión de qué modo lo harían. En ese sentido es posible distinguir dos tendencias aunque
lares como reacción a la presencia de las tropas francesas, mientras que el estado de acefalía tuvo como consecuencia
las propuestas concretas solían combinar elementos de una y otra: la de quienes promovían la creación de una
que en los reinos y provincias de la península se erigieran Juntas de gobierno basadas en la doctrina de la retro-
nación indivisible de carácter abstracto y compuesta por individuos, y la de quienes consideraban que debía conversión
de la soberanía a los pueblos. Aunque con dificultad, estas Juntas lograron ponerse de acuerdo y crearon
formarse a partir de un acuerdo entre los pueblos soberanos. Ambas concepciones animaron respectivamente las
una Junta Central que se puso al frente del gobierno. En América también se crearon algunas Juntas con diversa
propuestas unitaria y confederal, aunque debe tenerse presente que no eran formulaciones puras pues, por ejemplo,
suerte (México y Montevideo en 1808; Chuquisaca y La Paz en 1809), pero en general se mantuvieron las estructuras
los unitarios también consideraban que la retroversión de la soberanía había sido a los pueblos, pero que éstos
de gobierno colonial, se juró lealtad a Fernando VII que permanecía cautivo y se reconoció a la Junta Central como órgano
habían decidido constituirse como una nación en 1810 o en 1816.
legítimo de gobierno que, además, había hecho una convocatoria a las Cortes en la que los pueblos americanos tendrían
La nación no era entonces un sujeto ya constituido, sino que más bien podría considerarse como un
una representación minoritaria.
horizonte al que se aspiraba a llegar a través de la sanción de una Constitución que debía dar cierre al proceso
Este estado de cosas se modificó en 1810 cuando comenzaron a llegar a América las noticias sobre el
revolucionario a partir de institucionalizar la libertad y la independencia proclamadas entre 1810 y 1816. Pero en
arrollador avance de Napoleón en España, la disolución de la Junta Central y la creación en su reemplazo de un
torno a ese punto de llegada había agudas diferencias ideológicas y de intereses que dieron lugar a una extensa
Consejo de Regencia. En varias ciudades americanas se desconoció el Consejo y se proclamó que, ante la ausencia
disputa en la que se puso en juego no sólo su delimitación espacial (qué pueblos y territorios debían integrar
de toda autoridad legítima, la soberanía debía ser reasumida por los pueblos, promoviéndose en consecuencia la
dicha Constitución), sino también social (qué sectores la componían, cuáles estaban excluidos, cómo se concebían
creación de Juntas para que gobernaran en nombre de Fernando VII, tal como sucedió en Buenos Aires durante
las relaciones sociales) y política (qué derechos y obligaciones tenían sus miembros, cómo se los concebía y se los
la Semana de Mayo que culminó con la elección de la que pasó a la historia con el nombre de Primera Junta. De ahí
representaba).