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INFORME ANUAL SOBRE MIGRACIONES E INTEGRACIÓN CeiMigra 2014 89<br />
“Cuando llegué como refugiada desde Ecuador a Valencia quise poner a mis hijos a estudiar y yo sabía<br />
que mi país (Colombia) tenía un convenio. Mi sorpresa fue que no conocían el Convenio ‘Andrés Bello’<br />
(que dice que si un chico viene de determinados países de Latinoamérica ingresará en España de<br />
acuerdo a la equivalencia), y me decían que aquí no se aplicaba. Yo reclamé a las instancias competentes<br />
pero no la aplicaron. Este convenio no se aplica, ni se conoce. Hablé con inspectores y educadores, pero<br />
me dijeron que aquí se ingresaba de acuerdo a la edad del chico”.<br />
“Con la misma edad, a mi hijo lo pusieron en un año y a su amigo en un curso superior… Tiene que haber<br />
un criterio único, que no dependa de cada sitio”.<br />
• La imposibilidad de homologar uno o varios años de estudios universitarios cursados en el país de origen<br />
es una gran dificultad, ya que en la mayoría de los casos hay que comenzar de nuevo en primer curso.<br />
• Cuando se obtiene la homologación, el resultado equivale a una nota de 5 en el título de bachillerato,<br />
lo que dificulta el acceso a Formación Profesional cuando hay números clausus.<br />
“Los inmigrantes no pueden homologar por los costos, porque muchos vienen con educación básica o<br />
con el nivel medio aprobado. Y ahora las exigencias del Gobierno para estos programas son cada vez<br />
mayores, lo que hace que estén con menos posibilidades. Muchos llegan con grados por culminar y<br />
tienen que empezar nuevamente”.<br />
“Conozco a jóvenes que han llegado con cuatro años de carrera en Farmacia, con cuatro años de carrera<br />
en Diseño, ya para terminar, y los que han querido seguir estudiando han tenido que comenzar desde el<br />
primer año. El que ha podido permitirse el lujo de seguir estudiando, porque realmente su situación de<br />
llegada es producir para poder mantenerse o mantener a sus familias”.<br />
En tercer lugar, señalan cómo el permiso de residencia y trabajo, sujeto a renovación y a cotización de un<br />
mínimo, limita mucho las posibilidades de dedicación a los estudios de aquellos jóvenes que necesitan trabajar<br />
para poder mantenerse económicamente. La incompatibilidad entre seguir cursando estudios y la necesidad<br />
de cotizar para poder renovar la residencia, lleva en muchos casos a abandonar los estudios.<br />
“Las personas que son irregulares no pueden acceder a la educación, una persona sin papeles no puede<br />
acceder al sistema formativo en ningún caso, y los que tienen permiso de trabajo tienen una serie de<br />
obligaciones; tienen que cotizar. Entonces, muchas veces, si quieren seguir regularizados tienen que<br />
abandonar los estudios y si no, no pueden renovar su tarjeta”.<br />
Una cuarta barrera hace referencia a la concentración de una mayor proporción de alumnado inmigrado en<br />
determinados centros, lo que incrementa las dificultades de gestión de la diversidad cultural y puede suponer<br />
dificultades añadidas, como el estigma social y, junto con él, la difusión de una imagen negativa del centro:<br />
mayor grado de conflictividad, un menor nivel educativo, etc.<br />
Finalmente, existe una formación específica para inmigrantes, con menor calidad en general, sin<br />
reconocimiento oficial o con un reconocimiento “de segunda”, que les lleva a formarse para insertarse en un<br />
mercado laboral en el que tendrán muchas menos oportunidades. Especialmente se da esta situación en la<br />
formación a la que pueden acceder jóvenes en situación irregular.