Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

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EL MUNDO / AÑO XX, NÚMERO 713 CRÓNICA DOMINGO 14 DE JUNIO DE 2009
DENUNCIA / DE MÁLAGA A LA PATAGONIA
MÁLAGA, 2006. Carmen Custodio y sus cinco hijos, todos adoptados: de izqda. a drecha: Daniel (marroquí), Alicia (china), María (rusa), Manuel (marroquí) y Xenia (rusa). Así salieron en TVE.
D
EDUARDO
DEL CAMPO
e fondo, mientras la
angustiada madre habla
con el periodista
por teléfono, uno cree oír voces de niños.
Y suenan alegres. Sí, ahí están,
jugando en la puerta de casa, aclara
ella. «La semana pasada hizo 17 grados
bajo cero, pero hoy ha salido el
sol». Diecisiete grados bajo cero en junio.
¿Dónde se habrán metido? Antes,
por estas fechas, los cinco niños y sus
padres ya se estaban bañando juntos
en su piscina de Alhaurín de la Torre
(Málaga).
Hace dos años, María, Xenia
(hermanas biológicas de 14 y 13
años, nacidas en Rusia), Manuel,
Daniel (de 5 años, originarios de
Marruecos) y Alicia (de 5 años, nacida
en China) crecían sobre sus nuevas
raíces españolas tras ser rescatados
en orfanatos de África, Europa
y Asia por sus nuevos padres,
Carmen Custodio Aranda y Pedro
Guillermo Sánchez Maroto, hoy de
49 y 50 años.
En ese hogar cosmopolita reinaban
la felicidad y un confort que
esos cinco niños salvados del abandono
no habrían probablemente disfrutado
jamás si esta arrojada pareja
no hubiera removido cielo y tierra
para adoptarlos, imparables, uno
detrás de otro: dormían en un chalé
de 350 metros cuadrados, con un
jardín de 2.500 metros cubierto de
césped y juguetes de anuncio, veían
los dibujitos animados en una pantalla
gigante, tenían una niñera que
ayudaba a la madre... Habían construido
para ellos un mundo idílico y
armónico.
LA FAMILIA
FELIZ LLORA
AHORA EN EL
FIN DEL MUNDO
CARMEN y Pedro adoptaron cinco niños
convirtiéndose en una pareja tan ejemplar
que incluso protagonizaron una serie de
televisión. Hoy su vida es un drama:
separación, acusaciones de violencia de
género, de desfalco... Ella acabó huyendo
con los niños a la Patagonia. Los
pequeños ya no viven en un chalé de 350
metros ni tienen niñera. Su nuevo hogar
es una pobre cabaña de madera
Cinco niños de tres razas bajo un
mismo techo, un mismo amor. Formaban
una familia tan ejemplar,
que se convirtieron en referencia para
otros padres deseosos de adoptar
y acabaron protagonizando una serie
de TVE sobre la aventura de las
familias adoptantes, Hijos del corazón,
que se emitió a finales de 2006.
Dos años y medio después, el paraíso
se les ha vuelto del revés. Carmen
y sus hijos ya no viven con el
padre en un chalé de lujo en la Costa
del Sol, sino en una sencilla casita
de madera, prestada, sin juguetes y
con un barreño en lugar de la piscina,
en un pueblito argentino del antiguo
Fin del Mundo.
Esos cinco niños desarraigados
desde el nacimiento han acabado de
nuevo desplazados a 11.777 kilómetros
de España debido a la traumática
ruptura de sus padres adoptivos.
El detonante fue, según Carmen, la
detención de Pedro bajo la acusación
de haber sustraído 250.000 euros
de la sucursal de Unicaja que dirigía.
Él asegura que el caso está
«sobreseído por falta de pruebas».
La economía familiar se fue a pique,
embargaron la casa y el padre
no pudo (dice él) o no quiso (dice
ella) pagar la pensión. Por miedo a
perder a sus hijos, bien porque la
Justicia le diera la custodia al progenitor
o la Junta de Andalucía se los
llevara a un centro de acogida, Carmen
cogió a los niños y el pasado 18
de noviembre inició una huida por
el mundo que los ha llevado primeroalaisladeBaliyluegoalaprovincia
argentina de Tierra del Fuego,
al sur de la Patagonia.
Madre e hijos están ahora en
Tolhuin, de 1.200 habitantes. A 100
kilómetros de Ushuaia, la ciudad
más austral del planeta. En el confín
de América donde se siente ya el frío
polar. En el fin del mundo. Y, probablemente,
en el de la escapada.
La policía argentina, supuestamente,
debería estar buscándolos al
menos desde el 26 de abril, cuando,
según explica el padre desde Málaga,
la subdirección general de Cooperación
Jurídica Internacional del
Ministerio de Justicia le informó
por email de que su denuncia por el
«secuestro» (en expresión de él; en
el Código Penal es «sustracción»)
de sus hijos estaba ya en manos de
Interpol Argentina y de que contra
su ex mujer, también supuestamente,
había ya una orden de búsqueda.
Pero ha pasado un mes y medio y
nadie ha ido a preguntar por la fugitiva,
dice Carmen. «Me siento como
una convicta, pero no me he ocultado
de nadie. Lo primero que hicimos
al llegar en febrero fue registrarnos
ante la policía del pueblo.
Estamos empadronados y los niños
escolarizados. No he venido aquí
huyendo, sino buscando techo y comida
para mis hijos, porque él nos
llevó a la ruina y llevaba dos años
sin pasar la pensión».
Acorralada, sin dinero para volver
a España ni para un abogado,
rememora cómo este viaje empezó
en realidad el día en que conoció a
Pedro, hace 12 años. Carmen nació
en Argentina pero desde los 6 años
se crió en Málaga. A los 17 años tuvo
una hija, con la que hoy tiene poco
contacto. «El padre nos abandonó».
Luego se casó con un holandés
y se fue a Amsterdam, donde trabajó
en el comedor de la oficina de
Médicos Sin Fronteras. Se separó.