Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

11/12/2016 Orbyt ­ QUIOSCO PRENSA
La conversación se desvía de repente. Hablan del «nefasto papel de los medios», «de la cultura de Internet que no se
conoce», «de familias desestructuradas», «de la oscura razón por la que cambian tanto de versión»... Es necesario acabar
con el barullo para seguir. Quizás el silbato de un árbitro pondría orden. Tras varios minutos en el limbo, se puede lanzar el
siguiente interrogante.
¿Samuel Benítez, amigo de Miguel Carcaño, es cómplice de encubrimiento a la hora de ocultar el cadáver? Su confesión,
a pesar de que después se retractó, es determinante para quienes lo consideran culpable. Sofía Montoya, modelo, 25
años, es tajante. «Un hombre que es inocente nunca habría confesado. No creo en su cambio de versión cuando dice que
lo presionó la policía». Guillermo Gil Escudero, 35 años, artesano, suelta: «Tiene que investigarse la denuncia de que
sufrió maltrato en comisaría, pero dudo que existiera». Carlos Millán Hidalgo, periodista, 22 años: «Ha sido perjudicado por
intentar encubrir a sus amigos. Pero no lo defiendo, estoy convencido de que Carcaño le pidió ayuda para hacer
desaparecer el cuerpo del delito»... [La última declaración de Miguel, producida ante el juez hace unos días, va en esa
dirección: aseguraba que «fue Samuel quien se deshizo del cuerpo» y que por eso no conoce su paradero].
EL TEMOR DE CARCAÑO
Quienes lo defienden, ¿qué argumentan? Juan Martín Caparrós, el taxista, considera que «con los datos objetivos que
existen, sin ninguna prueba que lo localice en el lugar del crimen, sin huellas, no se puede implicar a este hombre». A la
hora de votar, la mayoría lo inculpa. Seis votos contra tres. Otra vez no se logra el consenso necesario. ¿Cuál sería su
pena si el jurado popular real lo encontrara culpable? El juez podría determinar una pena de ­máximo­ tres años de cárcel.
¿Qué piensa Carcaño del jurado popular? Le teme. Asegura que mintió autoinculpándose de la violación para evadir ser
procesado por nueve ciudadanos. Prefiere un jurado profesional. Su amigo Samuel Benítez, su hermano Francisco Javier
Delgado y él presentaron recursos solicitando el cambio. Este viernes, el Juzgado de Instrucción número 4 de Sevilla
desestimó su petición.
¿Participó Francisco Javier Delgado, hermano mayor de Miguel, en el crimen? Andrés López Gómez, profesor de
secundaria, 58 años, no se atreve a pronunciarse. «Creo que, con esta persona, es muy difícil tomar una decisión». Fran
Sánchez, empresario y dueño de la empresa de relaciones públicas Absolut Inn, 33 años, va más allá. «Considero que
tiene una coartada sólida» [los testimonios de su novia y otros testigos le apoyan]. Más a su favor. «A lo mejor es
cómplice de encubrimiento, pero son sólo suposiciones», dice Raúl, el delegado médico. «No sé qué decir», añade
Guillermo, el artesano. El resultado es contundente: siete votos de nueve. Se estima que, con las pruebas que hasta el
momento han trascendido, no se le podría considerar culpable.
Sorprendente. ¿O no tanto? «Los días que pasaron desde la muerte de la chica hasta que confesó Miguel, han sido
determinantes. Su hermano ha tenido tiempo para montar un escenario creíble», reflexiona Raúl.
¿Consideran que la investigación policial se ha realizado convenientemente? «Ufffff», dice Sofía. Muecas de reprobación.
«No existe justificación para que un chico de 19 años y otro de 15, unos chavales, se burlen así de nosotros. Yo estaba en
Londres, en una sesión de fotos, cuando se supo de la desaparición [24 de enero], tres semanas después lograron la
confesión de Miguel [14 de febrero]. Tras casi un año no encuentran dónde está el cuerpo de Marta. Que todo esto pasara
en mi Sevilla es indignante y tenebroso». Andrés, el profesor de secundaria, agrega: «Se perdieron horas decisivas en la
investigación. El sistema debe funcionar pensando en lo peor. Se debe actuar como con un aviso de bomba. Cuando yo
era director de un centro educativo, hubo una época en que llamaban constantemente con esa amenaza. Y la policía
desalojaba siempre, aunque se supiera que los chicos lo hacían para que ese día no hubiera clase».
El suspenso a la policía es unánime. No pasa lo mismo con la actuación del juez, Francisco de Asis Molina, a quien se
aprueba por cinco votos a cuatro. Guillermo Gil, el joven artesano, discrepa en un punto fundamental: «Tengo la impresión
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