Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

EL MUNDO. DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2009
>EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN / Nuevo naufragio en el Estrecho
La ‘ruleta rusa’ de las
pateras mata a uno de
cada 50 inmigrantes
desde hace veinte años
Los africanos que usan la vía clandestina
como única salida hacia Europa sufren una
alta mortalidad sin que apenas nada cambie
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ANDALUCÍA
EDUARDO DEL CAMPO / Sevilla
Imagine que tuviera que subirse a un
autobús para un corto viaje sabiendo
que al menos a uno de los 50 ocupantes,
inexorablemente, lo van a
matar en el camino. Y que no será
una tragedia aislada. Cada autobús
que cubre esa ruta tiene el mismo
peaje: de cada 50 pasajeros, uno debe
morir. Es una perspectiva terrorífica:
todos sufren pensando que van
a morir y sin embargo nadie quiere
darse la vuelta, porque les ha costado
demasiado alcanzar este momento
y porque el sueño o la obligación
de llegar vivos a un mundo mejor es
irresistible. No hay marcha atrás.
Uno por cada cincuenta. Ése es el
riesgo estadístico al que se enfrentan
los tres mil hombres, mujeres y niños
que llegan en patera cada año a las
costas andaluzas. En 2009 (ver información
adjunta) han arribado a Cádiz,
Almería, Granada y Málaga
Nigerianas en Maghnia (Argelia). /E.DELC.
2.538 inmigrantes marroquíes, argelinos
y de países del África negra, pero
en el intento han perdido la vida
no menos de 50 personas. En el entorno
de la ruta clandestina entre
Marruecos y Andalucía han encontrado
los cuerpos de 30 inmigrantes,
pero decenas más han desaparecido
en el mar, sumándose a los miles que
han sido devorados por los peces en
las últimas dos décadas tras fracasar
su viaje desde Marruecos, Argelia,
Túnez y Libia hasta España (Andalucía,
Canarias, Ceuta, Melilla), Italia
(isla de Lampedusa, Sicilia) y Malta.
Esta tragedia sin fin dura ya veinte
años, el tiempo que ha transcurrido
desde que España entró en el grupo
de los países ricos de Europa y, para
asimilar su legislación a la de la UE y
cumplir la misión de blindar la frontera
sur, impuso el visado obligatorio
y de muy difícil obtención a los viajeros
africanos, forzando así a esa inmensa
mayoría que jamás lo podrá
conseguir a elegir la ruleta rusa de la
inmigración clandestina para buscar
trabajo en el Norte.
Añade más tristeza a esta tragedia
el hecho de que pocas veces trascienda
el nombre y las circunstancias
de las víctimas que alimentan esa estadística
mortal amortiguada por la
costumbre, y que a muchos (cuando
los encuentran) los tengan que enterrar
a miles de kilómetros de sus hogares
y familias porque no los han
identificado o, peor aún, porque, aunque
lleven consigo su documentación,
sus parientes no tienen dinero
para repatriarlos y sus embajadas no
pueden o no quieren asumir el coste.
Desdehaceunosañosyaseidentifica
y repatría a la mayoría de los
marroquíes ahogados, pero eso aún
no ocurre cuando los muertos son de
raza negra y han nacido en Nigeria,
Senegal o Malí. Hay una razón que
explica el abandono de estos muertos:
tuvieron que pagar unos 1.000
euros por embarcarse como sardinas
en una lancha para cubrir los poco
más de 14 kilómetros que separan,
por ejemplo, el pueblo marroquí de
Bel Younech, pegado a
Ceuta, de las playas y los
acantilados cortantes, enfrente,
de Tarifa, trayecto
que en ferry y con visado
cuesta 20 euros; pero repatriar
su cadáver en
ataúd vale el triple o más.
Muertos sin nombre como
aquellas siete personas,
la mayoría mujeres y
seguramente de nacionalidad
nigeriana, a las que
enterraron en Barbate el 9
de octubre de 2002 tras
ahogarse en un naufragio
parecido al de ayer. Se parecerían
mucho a esas jóvenes,
adolescentes algunas, con rostros
serios de miedo o desesperación,
expuestas siempre al abuso, a las que
se puede encontrar malviviendo en
chabolas en la polvorienta ciudad argelina
de Maghnia, tras haber atravesado
el desierto del Sáhara. O
deambulando por las calles de Tánger,
mientras esperan la convocatoria
del contrabandista de turno que al
fin, después de meses o años de camino
y espera, les ordenará que salgan
de sus escondrijos y se reúnan
de noche en una cala como las que
hay entre Bel Younech y el islote español
de Perejil, para embarcarse en
un viaje entre la muerte y la vida.
Cuando llega ese momento soñado,
ha pasado ya tanto tiempo que
muchas se tienen que embarcar con
los bebés que han parido en el camino,
o van embarazadas de algún
compañero fiel o forzado de odisea.
Flota en el aire la creencia de que
siendo madres o llevando un hijo en
sus entrañas recibirán un trato magnánimo
en Europa. Cuando se ahogan,
sin saber nadar y más pesadas
que el resto, esa ilusión se hunde inservible
con ellas.
Entierro de siete inmigrantes sin identificar, la mayoría mujeres nigerianas, el 9 de octubre de 2002 en Barbate. /E.DELCAMPO
2.583 supervivientes y 30 muertos este año
Sevilla
Un total de 30 inmigrantes,
incluidos los
ocho encontrados ayer,
han muerto al intentar
llegar a las costas andaluzas
desde principios
de año, de los 2.538 que
llegaron en pateras que
arribaron a las costas de
Almería, Cádiz, Granada
y Málaga. Esta cifra
de víctimas no cuenta el
restodecadáveresrecuperados
en las costas de
Marruecos ni los desaparecidos,
de manera
quelosmuertosenelintento
de llegar a la península
son en realidad
muchas decenas más.
Según los datos recopilados
por Europa
Press, la ruta hacia la
provincia de Cádiz registró
el mayor número
de siniestros, con 26 inmigrantes
muertos, los
ocho últimos ayer. Los
restantes 20 fallecimientos
ocurridos en
aguas de la provincia
gaditana o camino de
ella tuvieron lugar durante
los meses de enero,
junio y julio. En este
último, nueve inmigrantes
muertos fueron
recuperados en la zona
de Cabo de Trafalgar,
en Barbate, tras naufragarel1dejulio.
Los otros dos cuerpos
fueron rescatados
de sendas pateras en
eneroenlaIsladeAlborán
(Almería) y en febrero
en Motril (Granada).
En cuanto a los 283
inmigrantes llegados a
costas andaluzas durante
septiembre, la
provincia de Granada
fue la que recibió un
mayor número de personas,
96 en dos pateras,
mientras que a la
provincia de Cádiz llegaron
54, avistados en
seis pateras diferentes,
una de ellas ocupada
por seis menores.
3.017 inmigrantes
llegaron en patera a las
costas andaluzas en
2008, la mayoría a Almería
(1.340) y Granada
(976); una cifra que
supuso un descenso de
un 20% con respecto a
2007, cuando llegaron
3.748 personas.