Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

11/12/2016 Orbyt ­ QUIOSCO PRENSA
Las olvidadas de Tablada
EDUARDO DEL CAMPO
Página
1
09/08/2009
Sevilla
Muchos viajeros del metro de Sevilla se habrán fijado al recorrer el tramo aéreo entre Blas Infante y San Juan
en esas chabolas diseminadas que se ven fugazmente abajo, achicharrándose en el desolado descampado
que hay junto a la dehesa de Tablada y el río, a la derecha del viejo puente de hierro de San Juan de
Aznalfarache. Y se habrán preguntado quiénes viven dentro, por qué, y cómo pueden soportarlo.
Teresa García Campos, que se casó con 13 años y ahora, a los 20, tiene dos hijos y está embarazada del
tercero, pasa la tarde refugiada en la sombra a la puerta de la chabola mientras los modernos convoyes del
metro circulan regularmente por encima de su vida, como un extraño decorado futurista salido de Metrópolis
que contrasta con la miseria tercermundista que la rodea aquí abajo. Ella da la respuesta a sus invisibles,
hipotéticos viajeros.
«Estoy amargada de vivir así. Yo no estoy aquí por gusto, estoy aquí porque no tengo dónde ir. La vida es
así, unos tienen suerte y otros no». Teresa enseña su hogar de tablones, pulcramente ordenado y decorado,
para rebatir a quienes afirman que personas como ella, gitana y pobre, no pueden vivir en viviendas con las
comodidades mínimas: agua corriente, electricidad, ducha y retrete. Lo que no tiene aquí. «Si me dieran un
piso, lo tendría limpísimo. Yo nací en Madrid en un piso y me crié en un piso». Espera que le concedan una
vivienda social. Pero no llega nunca. Enseña el documento del Ayuntamiento de Sevilla que acredita que
tiene 190 puntos en la lista de espera. También muestra los papeles de la escolarización de su hijo mayor, de
tres años, que en septiembre empezará a ir al colegio al otro lado del río, en San Juan.
Su suegra, María Vargas Jiménez, de 51 años, que vive en la chabola de enfrente con su marido, enseña el
documento que acredita que está empadronada «en la carretera de San Juan de Aznalfarache», en el
término de Sevilla. Estima que en estas chabolas hay empadronadas 11 familias con entre 22 y 25 niños.
Junto a las chabolas que hay en pie, entre yerbajos, escombros y basuras, se amontan los restos de las otras
barracas que han habitado hasta la semana pasada y durante cuatro meses alrededor de 40 familias del clan
de Los Caracoleños, que huyeron del Polígono Sur por las amenazas de otro grupo, el de Los Marianos, tras
la muerte de un joven por una bala perdida en un tiroteo.
Esas familias desterradas, parientes de éstas (por eso vinieron junto a ellas a refugiarse), han vuelto a sus
hogares en el Polígono Sur, pero aquí han quedado los de siempre. Los pobres entre los pobres. La mayoría
vive en este páramo porque no tuvo la suerte de recibir dinero en el desalojo de Los Bermejales en 2004 o
porque se vio obligada a venir aquí al perder por una u otra razón la vivienda a la que se mudó entonces.
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