Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

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ANDALUCÍA
EL MUNDO. MARTES 29 DE DICIEMBRE DE 2009
Impreso por Eduardo Delcampo Cortés. Prohibida su reproducción.
El juez Serrano se dirige a denunciar a una vocal del CGPJ y varias asociaciones feministas, ayer en Sevilla. / CARLOS MÁRQUEZ
«Las difamaciones contra mí
son maltrato psicológico»
El juez Serrano denuncia por amenazas a una vocal del CGPJ y
a las feministas que lo acusaron de «amparar a maltratadores»
EDUARDO DEL CAMPO / Sevilla
Serrano no se calla. El juez que ha
abierto un debate nacional sobre la
Ley Integral contra la Violencia de
Género, al denunciar hace unas semanas
en EL MUNDO.es que miles
de hombres han sido «detenidos injustamente
por denuncias falsas o
infundadas de maltrato» en conflictos
de separaciones y custodia de hijos,
respondió ayer en los tribunales
a quienes lo han descalificado por
sus afirmaciones.
Francisco Serrano, titular del Juzgado
7 de Familia de Sevilla, eligió
adrede el Día de los Inocentes, quinto
aniversario de la aprobación de la
Ley, para presentar una denuncia
por «amenazas e injurias leves» contra
la presidenta del Observatorio de
Violencia Doméstica y de Género del
Consejo General del Poder Judicial
(CGJP) y vocal de este órgano, Inmaculaba
Montalbán Huertas. Ésta
lo acusó de «no tener sensibilidad» y
le advirtió de las posibles «responsabilidades»
en que incurría con sus
críticas, en velada pero clara alusión
a un expediente disciplinario.
La denunciada presidenta del Observatorio
recibió ayer el respaldo
de las instituciones que forman este
órgano, que dicen suscribir «en
su totalidad» sus palabras: el CGPJ,
los Ministerios de Justicia e Igualdad,
la Fiscalía General del Estado,
las comunidades con competencias
en Justicia y el Consejo General de
la Abogacía Española.
Serrano, acompañado de su abogado,
Joaquín Moeckel, inició además
los trámites legales para querellarse
por la vía penal por «injurias y
calumnias graves» contra las portavoces
de las asociaciones de mujeres
que el 23 de diciembre lo acusaron
en una rueda de prensa en Madrid
de «comportarse como un
maltratador».
Como paso previo a la querella,
ayer presentó una solicitud o papeleta
para celebrar un acto de conciliación,
dirigida a la portavoz de la
Federación de Mujeres Separadas y
Divorciadas, Ana María Pérez del
Campo; de la Federación de Mujeres
Progresistas, Covadonga Laredo
y Yolanda Besteiro; del Centro de
Recuperación para Mujeres y Niños
Víctimas de Violencia de Género,
Lola Aguilar, y de la Asociación
El Observatorio de
Violencia de Género del
Poder Judicial dice que
apoya a su presidenta
de Mujeres Juristas Themis, Ángela
Cerrillo.
Aclaró ante los más de treinta periodistas
que lo esperaban que si se
retractan retirará las denuncias, pero
advirtió de que las «gravísimas
difamaciones» contra él, como que
está «amparando a maltratadores»
y que ha rozado la «prevaricación»,
suponen un «maltrato psicológico».
Una veintena de asociaciones feministas
han pedido al presidente
del CGPJ, Carlos Zaldívar, que suspendan
al juez y el delegado del
Gobierno para la lucha contra la
Violencia de Género, Miguel Lorente,
ha declarado que Serrano representa
a una «reacción posmachista»;
en cambio, otras 76 asociaciones,
sobre de todo de hombres
separados, han salido en su defensa
por, a su juicio, haber puesto el
dedo en la llaga de los «abusos» en
la aplicación de una ley «discriminatoria»
con los hombres.
También ha recibido muestras de
apoyo de fiscales, abogados y jueces,
como sus cuatro compañeras
de los juzgados de Familia de Sevilla,
quienes han defendido su libertad
de expresión e interpretado el
comunicado del Observatorio como
una amenaza. El presidente del PP-
A, Javier Arenas, dijo ayer que no
comparte «muchas opiniones» de
juez pero que está en contra de que
lo sometan a un «linchamiento».
Francisco Serrano, miembro del
Foro Judicial Independiente, dijo sobre
la Ley que «no se puede corregir
una injusticia con otra» y defendió
que se reconozcan sus «errores» y
se reforme para «aumentar la protección»
de las mujeres maltratadas
al tiempo que se evitan detenciones
injustificadas.
Sergio González Baeza. /E.DELC.
«Su denuncia
era mentira, dijo
que me iba a
arruinar la vida»
E. DEL C. / Sevilla
Cuando le dijeron que a quien esperaban
los periodistas era al
juez Serrano, se alegró. «Lo escuché
el otro día en la tele y dije,
¡por fin alguien me defiende! El
maltratado soy yo». Sergio González
Baeza, de 32 años y en paro,
ha denunciado nueve veces a
su ex mujer por «gritar y pegar»
alahijadeambos,de6,yhavenido
a preguntar por qué esas denuncias
están, dice, paradas.
Cuenta que su ex mujer lo denunció
por maltrato para alejarlo
de la niña. «Dijo que la amenacé
de muerte, y era mentira. Decía
que iba a arruinarme la vida».
Multaron sus insultos pero no los
de ella. Añade que la mujer estuvo
en un centro de acogida en Zaragoza
y cuando obtuvo un piso
social, lo llamó. Vivieron otros
diez meses juntos. «Pero nos gritaba,
le pegaba a mi hija, me intentaba
pegar a mí, me echaba a
la calle... Me tuve que ir».
«Ella, que gana 1.300 o 1.400
euros al mes, me ha denunciado
por no pasar los 240 euros de manutención,
sabiendo que estoy en
el paro, vivo recogido con mis padres
y no tengo ninguna ayuda».
NONADAS
JUAN ANTONIO
RODRÍGUEZ TOUS
Posmachismo
Miguel Lorente, delegado del Gobierno contra
la Violencia de Género, ha dicho que
existe en España una «contrarreacción posmachista».
Si Lorente tiene razón, hay que
andar con cuidado. Cualquiera puede ser
un conspirador, incluso sin saberlo. Y es
que existen conspiraciones conscientes e inconscientes.
La posmachista es de las segundas.
Uno no sabe si es posmachista hasta
que alguien como Lorente, que sabe de
estas cosas, se lo dice a la cara. Hay muchos
lorentes y muchas lorentas por ahí sueltos,
dispuestos a desenmascarar conspiradores.
Me pregunto si esto del posmachismo no
será una cortina de humo que oculta lo principal:
que la forma de vida moderna es un
asco. Lo es para los hombres y, muy especialmente,
para las mujeres. Lo cierto es que
la liberación de la mujer no se ha producido
tal como se esperaba hace décadas, cuando
este país comenzó a democratizarse. En
aquel entonces imperaba el modelo de familia
tardofranquista: un cónyuge trabajaba a
destajo y otro se ocupaba de la prole y de la
casa. Eran frecuentes las familias numerosas.
También lo era que los padres ancianos
vivieran con sus hijos o hijas. Muchas de estas
familias eran razonablemente felices.
Desiguales, pero felices. Cada cual sabía
exactamente cuál era su sitio en la cosa familiar.
Rebelarse contra este rígido concepto
de la masculinidad y de la feminidad suponía
el rechazo social y un drama personal.
Se mezclaba, además, la religión con las
costumbres, de modo que la rebeldía se convertía
fácilmente en apostasía.
Suponíamos entonces que el futuro sería
distinto y mejor. Imaginábamos, por ejemplo,
que el matrimonio caería en desuso y no
que los bodorrios se convirtieran en un negocio
boyante y en un acontecimiento social
inexcusable. Imaginábamos que el mundo
laboral cambiaría: cada cual podría trabajar
en lo que quisiera y le gustara, que es como
no trabajar. Pero llegaron las reformas solchaguianas
y la conversión de España al capitalismo
neocon. Buscar la felicidad en el
trabajo, desde entonces, es privilegio de cuatro
gatos. Aparecieron los y las mileuristas,
esos grandes timados de la democracia.
La liberación femenina también se tradujo,
al principio, en liberación indumentaria.
Durante algunos años, luego del paréntesis
de la movida, se impuso el estilo Domínguez:
ropa suelta y «decontracté», muy apropiada
para la dureza de la nueva vida laboral. Pero
Más que inquisidores de
género, este país necesita
políticos para los verdaderos
problemas de la gente
duró poco: pronto se volvió al culto de la talla
38, al frenesí dermoestético, a la pasión por la
peluquería dadá, a los rigores de las dietas de
adelgazamientoyalagimnasiaimperativa.
Como poseídas por un íncubo machista, muchas
mujeres emplean hoy su tiempo libre en
asemejarse a las modelos de los almanaques
de camionero. Voluntariamente.
Tampoco la institución familiar corrió
mejor suerte. La sociedad de consumo no
admite fácilmente objeciones de conciencia:
es preciso consumir sin tasa, no sea
que uno se sienta un paria si no lo hace. El
doble sueldo familiar se ha convertido en
una obligación. Se trabaja para pagar el
wayoflifeposmoderno: segunda o tercera
residencia, confort hogareño ultratecnológico,
viajes transatlánticos. Además hay
que emplear el tiempo libre en actividades
innumerables, todas imprescindibles y bastante
agotadoras. Se tienen pocos hijos y se
los educa poco: no hay tiempo ni se sabe
cómo hacerlo. Los ancianos acaban sus días
en residencias o asistidos por extraños.
No es raro que muchos añoren la simplicidad
de la familia de antaño. No son posmachistas;
simplemente están hartos de una
forma de vida insatisfactoria.
Más que inquisidores de género, este país
necesitaría políticos que supieran hacerse
cargo de los verdaderos problemas de la
gente. Muchos gobernantes actuales actúan
como fanáticos: no les importa humillar a
quien se atreva a contradecir ciertos dogmas.
Lo que no imaginábamos hace tiempo
es que acabaríamos pagándoles el sueldo.