Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

SEVILLA
EL MUNDO. VIERNES 15 DE MAYO DE 2009
SEVILLA: Avenida República Argentina, 25. 41011.
Tel.: 95 499 07 10. Fax: 95 499 07 12.
Publicidad: 95 499 07 21. Fax: 95 499 07 11.
MATERIA GRIS
Elcieloyanopuede
esperar más
Los tres climatólogos de la UPO reclaman
más científicos para rastrear el cambio
climático en la atmósfera y en los archivos
EDUARDO DEL CAMPO / Sevilla
Tres veces al día, el Vigía Mayor de
Cádiz y sus ayudantes, encaramados
en su atalaya de la Torre Tavira,
comprobaban la temperatura, la
presión del barómetro y la dirección
y fuerza del viento y lo anotaban escrupulosamente
en sus partes meteorológicos.
El 4 de febrero de 1827
y el 14 de diciembre de 1835 registraron
sendas nevadas. Nieve en la
atlántica Cádiz, qué rara maravilla.
Gracias a su trabajo,yaquesuspapeles
se conservaron por fortuna,
conocemos no sólo la anécdota de
que esos días nevó sobre la capital
gaditana, sino también el hecho
trascendental de fondo de que desde
entonces la temperatura media
en verano se mantiene estable pero
la de invierno ha aumentado allí dos
grados centígrados.
Un aumento de temperatura que
corrobora, por si hacían falta más
pruebas, la aceleración del calentamiento
global debido a la intervención
humana y sus emisiones contaminantes
en el último siglo, dicen los
físicos climatólogos David Gallego y
Pedro Ribera, co-autores del análisis
de los partes de la Vigía de Cádiz del
periodo 1806-1852 (publicado por
Unicaja en 2008 con la dirección de
Ricardo García Herrera). Su compañera
de departamento y también climatóloga,
Cristina Peña, comparte la
afirmación. No son climoescépticos.
Los tres investigadores y profesores
de la Universidad Pablo Olavide,
UPO, (ellos nacidos en Madrid en
1972, ella en Sevilla en 1977; los tres
doctorados en la Complutense de
Madrid tras licenciarse en Física)
forman parte, dicen, de ese exiguo
grupo de no más de diez climatólogos
que analizan en centros universitarios
andaluces el funcionamiento
de la atmósfera y buscan desentrañar
las tendencias del clima para,
entre otras cosas, poder mejorar las
predicciones meteorológicas y climáticas
a medio y largo plazo.
Sus otros colegas (sin contar los
meteorólogos de la Agencia Estatal
de Meteorología, dedicados más a
la predicción del tiempo a corto plazo)
trabajan en la Universidad de
Granada, explican.
Teniendo en cuenta que la lucha
contra el cambio climático es una
prioridad política mundial abanderada
por la ONU, la Unión Europea
y ya también por Estados Unidos
desde la llegada al poder de Obama,
y que el estudio de la atmósfera y el
clima, básico para ese fin, está considerado
también una línea prioritaria
de investigación en España y Andalucía,
sorprende saber que hay tan
pocos climatólogos activos en una
Descubrieron que la
temperatura invernal
ha subido dos grados
en Cádiz desde 1852
Los físicos expertos en climatología David Gallego, Pedro Ribera y Cristina Peña, en la Pablo Olavide./CARLOS MÁRQUEZ
¿De dónde llueve?
>La Confederación Hidrográfica
del Guadalquivir, explica
David Gallego, les encargó un
trabajo: quería conocer la procedencia
del agua que precipita
sobre su cuenca. Comprobaron,
como se esperaba,
que el mayor aporte de lluvia
procede del Atlántico.
>La sorpresa fue ver que la
aportación desde el Mediterráneo
es menor de la pensada
y que sin embargo es mucho
más importante de lo que
se creía la de la evaporación
que se produce en la propia
cuenca del Guadalquivir. Esta
fuente de agua es casi tan
grandecomolaquecarganlas
nubes desde el Atlántico.
>Habrá más evaporación, y
por tanto más lluvia cuanta
más agua retenga el suelo. Y
como la retención hídrica depende
de la cobertura vegetal,
este estudio reveló que la
deforestación en Andalucía
determina la sequía de forma
más significativa de lo que se
estimaba.
región que, al ser costera, sufriría
particularmente los efectos de un calentamiento
prolongado. Sí, asienten
ellos: son pocos. Menos que un equipo
de fútbol y no tan bien pagados.
La UPO los fichó y abrió con ellos
una línea de investigación dentro del
departamento de Sistemas Físicos,
Químicos y Naturales. Pero dicen
que hacen falta, aquí y en la ciencia
española en general, más compañeros
investigadores (es decir, dinero
para contratarlos). Así no tendrían,
como les ha pasado, que rechazar algunos
encargos (como uno sobre climatología
y turismo en Andalucía),
por falta simplemente de cerebros.
Hace dos años, recuerda Ribera,
un licenciado que quería hacer la tesis
con ellos en Climatología tuvo
que renunciar porque no encontraron
una beca para financiarlo. Quizás
un climatólogo perdido. Y si no hay
dinero para fijar a los investigadores,
éstos no vendrán o se irán en cuanto
se formen, añade David Gallego. Entre
los tres enseñan a 120 alumnos
de la asignatura troncal Meteorología
y Climatología, de la carrera de Ciencias
Ambientales, y a 22 de la optativa
Energía y Medio Ambiente. Pero
ahora sólo tienen a una doctoranda,
que acaba de volver de Londres de
exhumar datos meteorológicos antiguos
en archivos históricos.
Ribera llegó el primero a la UPO
tras hacer la tesis en la Complutense
sobre la variabilidad climatológica
en el Mediterráneo y las «teleconexiones»
que hacen que un cambio
atmosférico oceánico en el Índico
afecte al tiempo que hace en la costa
española. Ahora está volcado en
un proyecto sobre la tropopausa, la
capa que separa la troposfera (donde
estamos) de la estratosfera.
Detrás de él vino Gallego. El niño
que con 8 años, enamorado de las
nubes y del cielo, le pidió a sus padres
que le regalaran un barómetro,
cumplió con creces su temprana vocación
y se doctoró con una tesis sobre
el influjo que tienen en el régimen
de precipitaciones en Canarias
las borrascas originadas en Islandia.
Por último se incorporó al equipo
como profesora asociada Cristina
Peña. Hizo la tesis sobre la variabilidad
climática en la estratosfera, la
capa atmosférica que se extiende
entre la troposfera y la mesosfera,
desde los 10-15 kilómetros de altitud
hasta los 50, y en particular sobre
las oscilaciones del viento que hay
en esa capa a la altura de los trópicos
cada 28, 30 o 32 meses, las llamadas
«oscilaciones cuasi bienales».
La investigación de los tres implica
muchas horas de ordenador analizando
bases de datos y modelos climáticos,
y muy poco o casi ningún
trabajo de campo al aire libre, menos
aún para lanzar sondas o cohetes,
«muy caros», dicen, y no tan necesarios
para ellos. David se corrige:
bueno, sí, sí hacen trabajo de campo:
bucear en archivos y museos como
el de Indias en Sevilla, el de Greenwich
en Londres o el de la Torre
Tavira en Cádiz. En esa atmósfera
cerrada buscan datos meteorológicos
que les ayuden a reconstruir el
clima del pasado, compararlo con el
del presente y describir así mejor los
patrones climáticos y los signos del
calentamiento global.
El cielo (el de hoy y el que quedó
registrado en el lejano ayer) es inmenso
y está lleno de nevadas, borrascas,
chorros térmicos o tifones,
como ésos que analizaron a través
de los documentos de los antiguos
jesuitas en Filipinas para un encargo
de un consorcio internacional de
reaseguros que buscaba averiguar si
el riesgo (y por tanto la tarifa) ha aumentado.
Lo que hacen falta ahora,
piden al unísono, son más como
ellos para descubrir su partitura y
saber cómo sonará en el futuro.
Impreso por Eduardo Delcampo Cortés. Prohibida su reproducción.